Dos inesperados amigos

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Dedicado a @ZCReka

Capítulo 21: "Dos inesperados amigos"

La mañana del festival llegó acompañado con todo un caos.

Cada persona en la aldea preparaba sus mejores galas para asistir, después de todo, no todos los días se abren las puertas del castillo. Además, muchos estaban emocionados por la presencia del alfa y su consorte, sin contar la próxima llegada de los herederos.

Sin duda, esta noche sería especial.

Los guardias intentaban controlar a la gente que entraba a la aldea, los puestos se preparaban, y los cachorros corrían emocionados.

Dentro del castillo los preparativos no se quedaban cortos, la comida se condimentaba y cocinaba, farolas de colores se colgaban de todos lados, mesas se dispersaban por el patio, los músicos afinaban sus instrumentos y los artistas ensayaban sus números.

Por muy en lo contrario, un Claude nada feliz se encontraba de brazos cruzados mirando el atardecer por la ventana, tumbado en la cama y con una bata abierta hasta el final de la redonda panza.

Las manos de Kira recorrían la redondez con agilidad y destreza, presionaba a los costados, causándole muecas de molestia a Claude.

—Bien, parece estar todo bien, al ser más de uno pueden nacer antes —informó en su ya acostumbrado tono seco y hostil—. No pases mucho tiempo de pie esta noche. —Después de decir eso, la mujer se levantó y empezó a caminar hacia la salida sin decir más.

Claude frunció el ceño, ya debía de haberse acostumbrado a la frialdad de la mujer, pero seguía molestándole.

Tomando esfuerzo, se logró levantar de la cama hasta sentarse, con pesadez se amarró la bata para cubrir la piel expuesta. Hizo un puchero al ver los vestidos regados por el suelo, frunció el ceño al recordar la cara de burla de Kira, esa maldita perra se fue contorneando sus perfectas caderas, seguramente luciría perfecta en la noche con sus malditos vestidos de encaje.

No tenía ni idea de qué ponerse.

Estaba seguro de que su estómago había vuelto a crecer durante esa noche, nada le cabía, con cualquier cosa se veía enorme, y los vestidos le apretaban el pecho.

Sintió las lágrimas bordear sus ojos, sollozó mientras se tallaba con furia la cara.

—¿Va algo mal? —La voz de Lucian le hizo saltar. Con rapidez se terminó de secar los ojos.

—No, todo está perfecto, solo no debo de estar mucho rato de pie —informó con enfado.

—¿Entonces por qué...?-

—¡Todo es tu culpa, maldito idiota! —gritó antes de encerrarse en el baño, dejando tras de sí a un pasmado Lucian que, con cautela, se acercó a la puerta, si existía algo a lo que temiera el gran alfa de los lobos, era a su histérico doncel.

Los sollozos del doncel le llegaron a través de la madera.

—¿Qué es lo que pasa, Claude? ¿te sientes mal?-

—¡Ya te dije que todo está bien! —chilló el menor.

—¿Entonces por qué lloras?-

—¡Me duele la espalda, me veo gordo y no me cierran los vestidos...! ¡otra vez!

—Oh, qué tragedia —exclamó el hombre sarcásticamente, causando que la puerta se abriera y un muy enojado Claude saliera furibundo.

—¡¡Cállate!! ¡¡por tu culpa estoy así!! —El menor comenzó a golpear el fuerte pecho del mayor, intentado hacerle algún daño—. ¡Ni creas que te acompañaré esta noche! ¡irás tu solo! —tajó el menor, yéndose a sentar a la cama donde liberó todos los sollozos contenidos.

Aullando bajo la misma lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora