la clase de chico del que mamá siempre me advirtió

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Mamá solía hablarme sobre los chicos y el cómo romperían mi corazón, lo adjudicaba a la idea de que a diferecia de nosotras las chicas, ellos buscarían obtener algo a cambio. Me advirtió que me harían creer que era especial.

Hoy me encontraba sentada frente a esa clase de chico, del que tanto me había hablado. Aunque he de admitir que no era mi primera vez tratando con alguien como él; Mario Aldama fue mi primera experencia, mi primer corazón roto y el primero en poner a prueba mi autoestima.

El mismo chico; diferente contexto.

Armando tenía espesas cejas, como dos orugas gordas, me encantaban, lo hacían parecer más serio y enojado. Yo tenía una obsesión con cualquier chico que se mostrara...así, antipático, frío, indiferente, misterioso.

—Hace mucho frío —comentó él, justo cuando le daba un sorbito a su taza de café.

Me quedé observando su pelo, estaba alborotado pues lo había dejado crecer a tal punto que su mamá lo llamaba Marco Antonio Solís, un cantante famoso aquí en México ¿Que cómo lo sabía? Revisaba su perfil a sol y sombra, tenía a su familia, y su mamá había dejado un comentario bastante vergonsozo. Aunque a mi me parecía más bien que su corte era una versión juvenil y desaliñada de ese tal Marco Antonio Solís.

—¿Te gusta éste lugar? —le pregunté, en un desesperado intento por sacar tema de conversación.

Él asintió.

—Sí, aunque... no frecuento las cafeterías. Cuando salgo voy a tomar, eso sí me gusta.

—A mi también me gusta tomar.

Enseguida me sentí estúpida, y él lo notó, así que sonrió. A los chicos les gustaba ponerte nerviosa porque actuabas como una tonta, de esa manera les hacías creer que te tenían donde querían. Bueno, ¿a quién no?

Continuamos coversando largo rato, me gustaba reír de sus chistes, y que él intentara hacerme reír. Eso generaba una especie de juego. Coqueteo, le llaman. Armando y yo no habíamos coqueteado antes, ni siquiera por chat, que fue como empezamos a hablar, quien dio el primer paso fue él.

Todo comenzó con un 'Hola' dirían los jóvenes románticos. Yo diría que todo comenzó en sexto de primaria, pero no fue hasta primero de secundaria que comenzamos a hablar, aunque dejamos de hacerlo cuando descubrí sus intenciones. Yo era muy tonta para esas cosas así que lo dejé hasta nuestro primer año de universidad.

Y aquí estábamos ahora, en la entrada de mi casa, como en los viejos tiempos cuando llegaba el final de una maravillosa cita. El momento del beso estaba cerca, podía saborearlo desde sus sonrisa traviesa.

—Ya quiero que sea viernes para verte otra vez —dijo Armando.

—Yo también.

Intententé reprimir mi estúpida sonrisa, pero esta especie de felicidad no puede ocultarse aunque se quiera.

Quería besarlo, sí, necesitaba unir mis labios a los suyos y hundir mis dedos en su cabello, recorrer su nuca y él mi cintura... necesitaba...

Si tan solo pudiese dejar de pensar tanto. Si tan solo. Mario Aldama, Mario Aldama, ese maldito nombre daba vueltas en mi cabeza. La razón no se debía a que siguiera enamorada, sino porque prometí no traicionarme a mí misma de nuevo, prometí quererme sobre cualquier cosa, sobre cualquier chico.

Quería convecerme de que yo le importaba a Armando, que él no quería lastimarme y que yo era su prioridad. O al menos, quería creer que sus sentimientos hacía mí eran reales y no producto de mi imaginación.

—¿Qué va a decir tú novia de esto? —pregunté.

Porque Armando era la clase de chico del que mamá siempre me advirtió.

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Miér. 24 de julio, 12:09 AM.
Alguien acaba de tener una decepción amorosa y no les voy a decir quién soi.
La historia la escribió una adolesceste que quería poner sus frustraciones y fracasos amorosos en un sólo relato. Es mejor que llorar ¿no? Jajaja. Así que no está corregida. Gacias infinitas a quien haya leído esto :*
PD: el título tan largo es un mal necesario.

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