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EL PASADO ENTRE
NIEBLA Y ARENA

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    LA TORMENTA DE la noche anterior había hecho estragos en la isla de Berk, pero al menos no en el pueblo

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    LA TORMENTA DE la noche anterior había hecho estragos en la isla de Berk, pero al menos no en el pueblo. Sí, había sido algo intenso. Muchos árboles y abetos habían sido tirados abajo, o incluso partidos por rayos.  Hiccup aún podía recordar el aullido del viento furioso, y los rayos que lanzaba Thor. Chimuelo durmió esa noche adentro con él y su padre. 

Por suerte el sol había asomado esa mañana de verano, anunciando un gran día. Hiccup pensaba aprovecharlo y salir a volar con Chimuelo, como hacían cada mañana, estar con sus amigos y esperar a que algo pasase y él tuviese que resolverlo. La monotonía de un día a día, desde que cierta pelirroja había dejado la isla para no volver en esos tres años. Por más malo que se escuchase, Hiccup había seguido los consejos de su novia y simplemente olvidar a la pelirroja y su existencia en aquél corto tramo de su vida. El único recuerdo que le quedaba de Mérida de DunBroch, era un collar que ella le había cedido, un par de juguetes, e incontables dibujos que guardaba secretamente en un viejo cuaderno. 

Se levantó con un buen humor, saludando a su padre y desayunando a su lado, conversando de problemas sin mucha importancia que ocurrían en la aldea. Luego de eso, salía afuera junto a su fiel amigo Chimuelo, un bello y único Furia Nocturna, que ansiaba dar su vuelo matutino.

Hiccup esas últimas semanas se había alejado un poco de sus amigos debido a que, de alguna forma, se sentía excluido. Probablemente era porque ellos tenían aspiraciones y ocupaciones, en cambio Hiccup solo se dedicaba a volar con Chimuelo y ser eso, el chico que monta un Furia Nocturna. Astrid había conseguido un puesto en la guardia, Patapez compartía todo su conocimiento con los más jóvenes aspirantes a grandes jinetes, los gemelos le dedicaban su tiempo a Loki, el Dios de las bromas, y unas de muy mal gusto, cabe decir. Patán había conseguido trabajo con Bocón, probando las nuevas armas.

Definitivamente Hiccup se sentía la oveja negra del grupo, pero era bueno en algo, y eso era en las famosas carreras de dragones. Probablemente, era el chico al que a las personas le gustaba apostar en ese juego.

Hiccup tenía en verdad muchas ganas de seguir en su mundo, pero deseaba mucho más tener un sueño o un propósito al que seguir. Cuando ese pensamiento se instaló en su cabeza, inmediatamente la imagen de cierta pelirroja llegó a su mente, arrancándole una sonrisa nostálgica, creando miles de preguntas. Dónde estaría, cómo estaría, cómo le iría... Toda pregunta que llevase "iría" al final de la oración.

La extrañaba.

Ese día, pese a el sol estar más radiante que nunca, Hiccup sintió algo extraño. Como si en Berk hubiese algo nuevo y él no lo notase.

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