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EL BENDECIDO POR
LA LUNA└─────────────────────┘
MÉRIDA SE LEVANTÓ para despedir a Hiccup y hacerlo prometer que iría con cuidado. El vikingo había decidido tomar un caballo y dejar a Chimuelo a cargo de los trolls, quien parecía muy a gusto con ellos y viceversa.Después, cuando los vio partir con el alba sobre sus rostros, volvió a su cuarto y pidió que le llevaran el desayuno a su cuarto; no estaba con ánimos de volver a levantarse y tener que ver a todos. Quería aprovechar esa mañana y dormir todo lo que ella quisiese, porque ya no quería pensar más en lo que se había metido, en Hiccup, y ni siquiera en qué iban a dar de comer en la cena de esa noche.
Pero como la vida le odia, una enérgica Anna ya curada del resfriado entró a su habitación, excusándose de que quería aprovechar que ya estaba mejor y salir al pueblo a por dulces para una reserva de la Kristoff no estaba enterado ni tenía porqué estarlo.
—Ve tu sola —gruñó Mérida, negándose a levantar el rostro de su almohada.
—¡Anda, Mérida! —imploró la princesa lanzándose sobre el estómago de la DunBroch y dejándole sin aire—. Ayer no pudimos salir porque estaba enferma, quiero salir ahora. Además, no hay muchas chicas de mi edad en el pueblo, tú podrías ser la única, considerate suertuda.
—Qué tragedia la mía—resopló la pelirroja abriendo los ojos de forma resignada para fulminar a Anna con la mirada—. Te odio.
—Nadie me odia, no pueden —aseguró sonriente, y como para reafirmar lo recién dicho agregó:—Soy Anna.
—Yo puedo odiarte —aseguró la pelirroja—. Soy Mérida.
Al final Mérida terminó por ceder de mala gana a los pedidos de Anna, y a los minutos ambas se encontraban saliendo del castillo rumbo al pueblo.
Camino a él, curiosamente un peliblanco se acercó amistosamente llevando consigo un extraño cayado. Jack llevaba una sonrisa traviesa en su rostro, pero se veía tan natural en él que ambas jóvenes no pudieron evitar pensar que en realidad así era.
—¡Hola! ¿Van al pueblo?
—Claramente —asintió Mérida—, y por lo que veo tú también.
Jack iba a responder, pero Anna que llevaba un gesto pensativo se adelantó.
—¿Por qué tú cabello es blanco?
La sonrisa traviesa se volvió una enigmática, y él decidió responder con otra pregunta solo para hacerse de rogar.