2. Reino Guerrero

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Y tal y cómo sospechaba la chaman, a las afueras de Pridelands reinaba el caos.

En consecuencia, después de la derrota de la manada de Kazin, muchos leones se dividieron y buscaron territorio por su cuenta.

Y ya que ninguno se atrevía a poner un pie en Pridelands, muchos de esos grupos de forasteros decidieron buscar otros reinos para conquistar.

Reinos como el del rey Jahan.

La manada de Jahan se encontraba en una dura pelea entre sus leones y los forasteros.

El estaba peleando contra otro león macho.

Jahan era un león fuerte y en muchas ocasiones había salvado a su reino de la invasión de varias coaliciones. Era un león muy respetado por sus súbditos.

Jahan dió un par de zarpasos hasta que mató a uno de los tres lideres de los forasteros.

Vio al segundo líder y corrió para atacarlo. Pero antes de que llegara a él, otro león más joven se le adelantó y atacó al líder primero.

Le cayó encima y con gran rapidez este le rompió el cuello. El rey  miró por detrás del león y vio al tercero ya muerto en el piso.

Los forasteros vieron su derrota y por lo tanto huyeron del lugar.

Los leones al ver la victoria rugieron de regocijo.

Algunas leonas caminaron emocionadas hacia el león que les dio el triunfó. Era color canela, su melena era café y sus ojos color ámbar.

De entre todos los leones de la manada de Jahan había uno en particular que al crecer había destacado del resto.

Tafari, el hijo de Haaziq y Gasira.

—¡Eres genial Taf! —gritó una leona.

—¡De nuevo nos diste la victoria!

Jahan miró con el ceño fruncido mientras se abría pasó entre los leones. El joven león agachó la cabeza cuando este se puso en frente.

—Bien hecho, Tafari—felicitó de forma seca.

El león asintió con una leve sonrisa y el rey camino de regreso cuando su hijo fue hacia él.

—Que bueno que se terminó—le dijo agotado.

—Podrías mejorar—Le dijo observando una gran marca de mordida en su pata—No tomaste a ninguno de los líderes .

—No—respondió sintiendo su reclamo—Pero lo importante es que ganamos.

Lo reprendió—Tienes que ser más fuerte, Noa—le dijo caminando molesto hacia la cueva de la manada—Un rey no es un rey si no es el más fuerte.

Noa dejó ir a su padre y decidió mejor animarse junto con la manada.

Jahan volteo y dio una última mirada a su hijo felicitando a Tafari.
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Por años las constantes peleas por el territorio obligaron a las leonas a entrenar duramente a sus cachorros para que al crecer se convirtieran en guerreros defensores del reino.

Sin embargo, el rey Jahan no estaba satisfecho con solo sobrevivir.

Unas semanas más tarde Jahan se encontraba observando detenidamente a cada una de las leonas.

Eran bonitas la mayoría, algunas mejores cazadoras que otras, pero ninguna que prometiera un futuro brillante para su manada. Eso era un problema que le molestaba.

El Rey León: La Reina AdiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora