Capítulo 1

209 9 5
                                    

"¡NO! ¡PAPÁ NO! ¡PAPÁ NO TE VAYAS, NO ME DEJES! ¡PAPÁ!" grité lo más fuerte que pude. No iba a darme por vencida, aunque los médicos me habían dicho que ya no había nada que hacer, no estaba preparada para dejarlo ir.

Nunca me dijo nada. ¿Por qué? Siempre pensé que estaba bien, él tenía una buena vida, era una buena persona. Pero supongo que las cosas buenas no siempre le ocurre a la gente buena.

Nunca me dijo que tenía problemas de corazón. Supongo que no quería parecer débil, aunque no lo hacía. Él sabía lo que estaba pasando dentro de su cuerpo y aun así siguió haciendo cosas peligrosas, solo para complacerme, porque a mi me gusta el peligro. Hasta ese día.

Estábamos escalando una montaña, no era una demasiado alta. A mitad de camino estaba muy cansado, pero aún así siguió escalando. Quería que llegáramos a la cima,  solo para verme feliz.

Cuando bajamos no podía respirar. Me entró el miedo y llamé a una ambulancia. Intenté todo lo que se me ocurría para que se tranquilizase y pudiera respirar, lo cual funcionó lo suficiente para que le diera tiempo a la ambulancia para llegar. Nos llevaron al hospital. Lo hospitalizaron y murió dos días después de un ataque al corazón.

Nunca volví a hacer nada peligroso, eso era para nosotros, y esa es la razón por la que él no esta ahora a mi lado. No volví a pintar nunca más, eso era nuestro. Dejé de tocar el piano, me recordaba a él. Dejé de hacer todo lo que me gustaba, todo lo que hacía con él. Entré en depresión. Dejé de sonreír, de reír. Comía solo para no morir y no hacer daño a mi madre, odio ser la causa de la tristeza, aunque ahora mismo para mi madre lo fuese. Dejé de ser yo.

Pasó el 12 de febrero. Era 10 de junio. Cuatro meses desde que lo perdí. Cuatro meses desde que dejé de ser quien era.

---

Llegué del colegio como siempre. Dejé que mi mochila cayera al suelo cuando entré a casa y me dirigí a mi habitación. Como siempre, me metí en la cama y miré a la pared sin hacer nada, pensando, hasta que mi madre me llamara para comer. Cuando escuché su voz desde el piso de abajo salí de mi cama y me dirigí hacía el lugar del que procedía la voz y me senté a comer. Como era normal, mi madre me preguntó que tal mi día en el colegio y yo le conté lo mismo de todos los días: ir a clase, aburrirme. Después otras dos aburridas horas de clase hasta el recreo. Cuando por fin suena el timbre me dirijo a la cafetería para sentarme con Ana y África, ellas empezarían a hablar a lo que yo asentiría y a lo mejor decir algo, pero nunca demasiado. Dos horas más de clase, un recreo más, una última clase y a casa. Esa era mi rutina.

"Ey, Eli, llevo dándole vueltas a un tema desde hace un tiempo..."dijo, después de un largo silencio, escogiendo delicadamente sus palabras "¿sabes? desde lo que pasó con tu padre has estado muy triste. Ya no sonríes nunca y echo de menos el sonido de tu risa. Casi no hablas y siempre parece que estás en otra parte."

"Eso es por lo que lo llaman depresión, supongo... porque estas deprimido." dije casi como en un susurro. "Lo sé cariño, lo sé. Y también sé que a tu padre no le gustaría verte así, le gustaría verte fel-"

"Tú no sabes nada de él." la interrumpí. "¡Tu no estabas ahí. Yo fui la que se hizo cargo de él, la que estuvo ahí así que no vengas ahora a decirme que le hubiera gustado o que no porque no tienes ni idea!" dije, casi gritando. "De acuerdo Eli, por favor, siéntate." no me había dado cuenta de que me había levantado de la silla. "Te vas a ir a Australia en el verano. Necesitas desconectar, necesitas alejarte de todo esto. Tengo una prima allí, ya esta todo hablado. Tu vuelo es en 5 días." dijo con seguridad mi madre.

No he estado nunca en Australia, pero ya la odio. No me gusta el sol, ni el calor ni nada que tenga que ver con el verano. Ni siquiera me gusta la palabra 'verano', y por lo que he leído Australia es un sitio muy caluroso. Iba a protestar pero sabía que no serviría de nada, si hay algo en lo que mi madre es buenísima es en la cabezonería, así que me levanté abruptamente y me fui a mi habitación cerrando la puerta de un portazo.

Lo único bueno de irme a Australia es que no tendría que ver a nadie y no tendré que actuar porque, seamos sinceros, la prima de mi madre tendrá seguramente su edad y no creo que quier salir conmigo, no es que yo sí que quiera, pero estaré sola, en otro continente, lejos de todos. ¡Era como un sueño para mi!

Me aburría por lo que cogí un libro de mi biblioteca y empecé a releérmelo. El libro trata sobre una adolescente que se muere atragantada por un osito de goma y se convierte en fantasma. No era un libro muy feliz y por eso me gustaba.

Miré mi móvil para ver la hora, 5:27. El tiempo vuela cuando leo. Alguien me sacó de mis pensamientos llamando a mi puerta y antes de que pudiera decir nada Ana y África entraron a mi habitación y yo susurré un "Sí claro, pasad." para mi, a lo que ellas rieron.

---

Cuatro horas después ambas se fueron. Estuvimos hablando todo el rato, bueno, ellas hablaban y yo escuchaba, pero nos gustaba de esa forma.

Media hora después, más o menos de que Ana y África se fueran, mi madre me preguntó si quería cenar. Iba a decirle que no quería nada pero si lo hacía empezaría a hacerme preguntas y yo me estresaría y terminaríamos pelándonos. "Me haré un sándwich." dije yendo a la cocina. "Ah... yo estaba pensando en, tal vez, pedir un poco de sushi. A ti te gusta el sushi..." mi madre dijo con un tono esperanzado. "No. Me gustaba el sushi. Ya no me gusta." dije con un tono un poco duro. "Si quieres sushi para ti, adelante, pero no cuentes conmigo." terminé con mi cena y me fui al salón a ver algún programa estúpido que echarían en la tele mientras me comía mi sándwich. No me gustaba tratar así a mi madre, pero no lo podía evitar. Sé que me quiere, y yo a ella, pero supongo que las personas a las que más queremos son a las que más daño hacemos.

11:11, make a wish.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora