Capítulo 3

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 Sabía que mis primeras noches serían difíciles, pero no tanto. Ahora sé qué es eso del jet lag. Son las 3 de la mañana de mi primera noche aquí y aun no he pegado ojo, y todos en la casa ya estaban durmiendo. Había probado todo lo que podía, leer, hablar con Ana y África, con mi madre… Nada funcionaba. Echo de menos mi cama, echo de menos mi habitación, mis sábanas… y apenas llevo un día aquí.

 Después de media hora mas de dar vueltas en la cama decidí que era hora de dar una vuelta por la casa o hacer algo que me pudiera dar sueño. Cuando era pequeña y no podía dormir mi padre siempre sabía como solucionarlo.

 “Papi, papi” dijo la pequeña Eli en un susurro “papi no puedo dormir.” susurraba en el oído de su padre mientras le estiraba de la sábana. Ben, su padre, abrió un ojo para ver a su princesita a los pies de su cama. “Pero bicho, ¿que haces aquí?” dijo susurrando también para no despertar a su mujer. Cogió a la pequeña en brazos y la sacó de la habitación. “No puedo dormir, los monstros vienen a por mi.” dijo la pequeña, con un tono asustado.

 Ben ya sabía que hacer cuando esto pasaba. Llevo a Eli a su despacho y se sentó enfrente de su piano, no sin antes cerrar la puerta, sentando a la pequeña en su regazo. La pequeña se acomodó acurrucándose en el cálido pecho de su padre, escuchando los latidos de su corazón mientras el empezaba a tocar una preciosa melodía que Eli ya se sabía de memoria.

 Mierda. Cuando llegué a la cocina mis ojos estaban empapados en lágrimas. Solo con pensar que él ya no estaba aquí para tocarme esa melodía mientras yo me quedaba dormida en su pecho, me dolía mucho. Ojala él siguiera aquí. Si él no se hubiera ido yo no estaría aquí, y ahora estaría durmiendo, o tocando el piano con él. Pero, la verdad era ésta, yo, tirada en el suelo de una cocina desconocida, en un continente desconocido para mí. La vida es una mierda. Estuve tirada en el suelo durante unos buenos quince minutos, hasta que alguien encendió la luz. Yo me levanté rápidamente y me sequé las lágrimas.

  “Ah, Eli. Eras tú. ¿Estabas llorando?” Era Ashton. No quería decirle que sí que había estado llorando, pero por mi cara hinchada y ojos rojos supongo que era evidente. “¿Estás bien?” preguntó sentándose en una de las sillas de la isla de la cocina. “S-si, es solo que… echo de menos a mi madre.” dije, en un tono seco, secándome algunas lagrimas que seguían cayendo por mis mejillas. Me iba a ir. Pasé por su lado pero el me agarró de la parte superior del brazo y me detuvo. “Ey,” me apartó un mechón de pelo de la cara, “sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites, ¿no?” dijo en un tono amable. No necesitaba su lástima, la verdad. Y sé que lo hacía con buenas intenciones, pero no necesito la ayuda de nadie. Sé lo que me pasa, sé que mi padre no va a volver y nadie va a hacer que vuelva. “No necesito tu ayuda, ni la de nadie. Estoy bien.” me solté de su agarre y subí a mi ‘habitación’, aunque no se sentía como tal. Se sentía como una habitación más. Fría. Desconocida. Diferente.

 Me sentía un poco mal por Ashton, pero no quería su ayuda. No es mala persona, ni mucho menos, se le nota en los ojos. Pero yo no soy una buena persona, y no quiero hacer más daño del que ya he causado. Yo vine aquí para estar sola, aislada del mundo. Mis planes no eran hacer amigos, y siguen sin serlos.

 No quiero conocer a gente nueva. No quiero tener que volver a contar mi historia. Solo quiero que la gente me entienda, quiero estar sola. No me gusta la gente, me gusta mi soledad. No soy buena socializando, no soy buena para el resto de las personas. Lo único que hago es hacer daño, una y otra vez. Por eso estoy mejor sola, porque a todo lo que me acerco  le hago daño.

 Miré otra vez la hora, 3.56 de la mañana. Mis ojos empezaban a pesar, seguramente por las lágrimas de hacía unos instantes. Abrí las sabanas de mi cama por décima vez en la noche y me metí en ella, mirando al techo, con la mente en blanco, hasta que mis ojos poco a poco se fueron cerrando hasta que caí en las manos de Morfeo.

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 Un rayo de luz atravesó mi persiana. Perezosamente abrí un ojo, gruñendo y revolcándome por la cama, estirándome hasta la mesita de luz para coger mi móvil. Eran las 10 de la mañana. Solo había dormido seis horas, lo cual para mi era como si hubiera dormido la mitad. Hice mis estiramientos matutinos y antes de salir de mi cama revisé mi whatsapp. Tenía unos cuantos mensajes de mamá y dos de Ana. Decidí dejarlos para mas tarde. Salí de mi cama y me dirigí a la cocina, con la esperanza de no encontrarme a nadie, lo cual era casi imposible teniendo en cuenta que en esta casa vivían cuatro personas más.

 Cuando llegué al piso de abajo, el olor a tostadas inundó mi nariz, haciendo rugir a mis tripas. Pasé por el salón y Harry me saludó sin quitar su mirada de la televisión, yo correspondí con una especie de susurro raro. Cuando llegué a la cocina me encontré a Anne preparándose unas tostadas. “Buenos días Eli, ¿Qué tal has dormido?” Pues solo he dormido seis horas, las cuales han sido una grandísima mierda. “Bien.” contesté.

 Anne me acercó una taza que ponía ‘Today is going to be a great day.’ , mucha fe no le tenía hoy a esa frase. Me indicó donde estaban todas las cosas y me hice mi pequeño desayuno y me senté a la mesa a comer. Apenas tenía hambre así que fui comiendo despacio, más de lo normal. Anne me estaba contando cosas sobre ella, sobre lo que hacía, sobre Australia, y demás cosas a las que apenas hacía caso cuando entró Ashton a la cocina. “Hola mamá.” le saludó con un beso en la mejilla. A mi no me miró y ni me dijo nada. Se hizo su desayuno y se sentó enfrente de mi a comérselo en silencio. “Voy a ir a comprar, ¿necesitáis algo?” nos preguntó Anne. “Un poco de amabilidad no nos vendría bien…” escuché a Ashton susurrar. A ver, no lo culpaba, ayer no fui muy amable con él, pero así sería todo mucho más fácil. Por lo menos eso es lo que quería creer. Anne no se dio cuenta de la tensión que había entre su hijo y yo, y al no obtener respuesta de ninguno se dirigió a la puerta, gritando un “Adiós.” antes de salir.

Terminé de comerme mi pequeña tostada y lleve mi plato y mi taza al lavadero y me puse a lavarlos. “No hace falta que actúes. No conmigo.” escuché a Ashton decir. Me giré para verlo y vi que tenía su mirada fija en su taza de cereales. “¿Perdona?” dije sorprendida. “Ya me has oído. No hace falta que actúes conmigo. Con el resto puedes ir de dura, de que no te pasa nada, de que esta todo bien. A lo mejor con suerte te creen. Pero yo no me creo que estés bien, ni que eches de menos a tu madre. Y créeme, que no me das lástima.” Wow. Eso me había dejado sin palabras. No me lo esperaba para nada. ¿Qué iba a saber este de lo que me pasaba a mi? ni que hubiera estado conmigo y me conociera toda la vida, de hecho sólo había estado conmigo menos de un día.

 “No hables de lo que no sabes. No me conoces, no sabes mi historia. No sabes que pasa por mi mente, no sabes que cosas me gustan y que cosas no, no sabes mis miedos, no sabes nada de mi, no me conoces, así que no me digas que no actúe porque no sabes quien soy en verdad.” contesté abandonando la cocina.

 A estas alturas, ni yo sabía quien era.

11:11, make a wish.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora