CAPITULO 4

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Sabía que no estaba permitido entrar a aquella vieja casa ni alguna otra, pero como dicen la curiosidad mato al gato y el gato murió sabiendo. 

El hombre de bienes raíces había comentado que mi jardín y el de la mansión estaban comunicados, no obstante a sus palabras, jamás encontré esa conexión o tal vez era por las grandes a enredaderas.

Agarre mi mochila, una botella de agua y un par de galletas era hoy o nunca.

En la orilla que se pegaba al vergel se encontraba un muro de piedra de aproximadamente tres metros de alto, desgastado y con musgo a su alrededor, esté rodeaba la mansión, se suponía que su trabajo era dividir el terreno con la casa vecina y proteger para que nadie accediera a ella, en cambio se encontraban lugares ya muy deteriorados, gracias a ello no sería tan fácil escurrirme por alguna zona, podría derrumbarse y caerme encima. Necesitaría una escalera.

Después de varios intentos y rasguños logre cruzar.
Alrededor de la mansión tenía hierbas que se pegaban a la ropa, que picaban y dejaban arañazos, era de esperarse tantos años sin ser habitaba que me encontraría con cientos de alimañas y quien sabe que otro tipo de cosas.
El jardín poseía un invernadero, o eso parecía ser en su tiempo, un atrio sucio lleno de hojas, plantas secas y demás. La puerta trasera desgastada y por ende sin mantenimiento estaba sellada con cintas amarillas con la palabra "CLAUSURADO". Una de las pocas cosas del articulo eran ciertas.
No fue difícil abrir, esta conducía a un estrecho pasillo con dirección a la sala, la cocina y al parecer las escaleras, camine con temor aun sabiendo que no habría nadie allí dentro, pero aun siendo así el miedo se apoderaba de mi cuerpo.
Se que alguna otra persona no habría sido capaz de entrar en cambio yo no formaba parte de ellas.

Me encontraba parada justo a la mitad de la sala observando cada detalle de la vivienda, el polvo se había acumulado durante años y a causa de ello las pocas decoraciones que la adornaban no se distinguían, la mayoría eran pinturas, se podían apreciar aun estando con aquella fina capa de tierra.
Me preguntaba por que siendo una casa tan enorme, bellísima y además con expropietario famoso la dejaron morir.

Comencé a quitar las sabanas que cubrían los muebles, una tras otra, estaban en buenas condiciones a pesar del desuso. Aun extremo de la sala se encontraba otra puerta, era el despacho, un despacho con hojas por doquier, desde el escritorio hasta el suelo, hojas con notas, escritos ya no perceptibles debido a la tinta corrida, periódicos viejos sobre la muerte de su hijo -cientos de ellos- agendas, libros, vasos, plumas, todo en un mismo lugar y todo totalmente deshecho. El librero era el piso y el mueble donde deberían estar era un espacio vacío para un par de arañas ya muertas ¿Qué demonios había sucedido aquí? ¿A qué se debía tal desastre? ¿A la muerte de su hijo? Mil preguntas rondaban mi cabeza cuantas de ellas tendrían respuesta al salir de aquí.
Camine hacia el escritorio, traté de abrir uno de sus seis cajones y gracias a su vieja cerradura solo sirvió un poco de fuerza para que este se abriera, dentro suyo se encontraban más libretas, tome una de ellas, sin pensarlo pase rápida y ligeramente las hojas, entre ellas había números telefónicos, recibos de pagos y uno que otro cheque, nada interesante. Me la llevaría. La guardaba dentro de la mochila cuando cayó una hoja doblada en cuatro, la desdoblé y leí:
"¿A cuántos más tengo que mentirles sobre Ansel?" -¿Quien era Ansel?
"¿Qué dirán de nosotros después que regresemos?"
"¿Dónde lo ocultaremos de ellos?"
Cada una de sus incógnitas solo eran eso, incógnitas ¿A quién mentían, que ocultaban? ¿Ansel era su hijo?
Había indicios de que algo no estuvo bien en aquellos tiempos y si el artículo estaba en lo cierto tendría que a ver pistas de la supuesta muerte de Dumont si es que estaba muerto.

Después de un rato pase a la cocina el mobiliario estaba intacto, la vajilla de una porcelana perfecta, cubiertos de plata y las alacenas de una madera fina con aspecto rústico, demasiado lindo a mi parecer.

Finalmente llegue a la parte de arriba, todo lucia en mejores condiciones a comparación de la planta baja, aunque con un tiempo tenebroso y sombrío, con un silencio sepulcral, una luz tenue y un frió extraño. Perfecto para una película de terror. El pasillo que encaminaba a cada cuarto tapizaba de retratos, no me detuve a mirarlos, ya bastante tenia con una presencia detrás mío.
Abrí puerta tras puerta, nada solo habitaciones sucias, cada una de ellas era la repetición de la pasada – idénticas – Doble la esquina y allí se encontraban otras tres puertas, estas últimas si eran distintas, la primera contaba con una enorme cama- como la de las demás recamaras- sin tender, sin embargo, el baño tenía ropa sucia y vieja en una cesta que se ubicaba en la esquina, el closet contaba con gran variedad de trajes y ropa de chico, zapatos en la parte inferior y una caja que también me llevaría -La recamara del chico desaparecido, pense- revise su escritorio, nada, revise su mesa de noche encontrando solo un par de gafas, un libro que metí a la mochila y un álbum de fotos. Esto de robar cosas estaba mal, muy mal. Aunque yo diría que es pedir prestado.

Salí de ahí y me dirige a la siguiente -observé- recamara normal, cama gigante, baño "limpio" y un closet lleno de una gran variedad de vestidos y trajes-esta fue la habitación de los señores Dumont- hice lo mismo que en la anterior, pero en esta no encontré nada interesante -salí de ahí-

Camine a la siguiente y última puerta gire el pomo, este rechino y me dejo a la vista de un gran ventanal, consistía en una cuarto de trabajo,una especie de taller de pintura para ser exactos- había mesas llenas de pinturas, pinceles, brochas con residuos de pintura seca, papel periódico cubriendo el piso, lienzos y cuadros en cada esquina, y por último estaba un caballete con un cuadro encima suyo que supongo era un retrato aún sin terminar, faltaba el rostro. Solo eso faltaba. En cambio, sabía perfectamente que era la cara de una mujer además de que el cuello y parte del boceto aun no pintado lo decía también.

Regrese a casa alrededor de las cinco de la tarde, cansada y hambrienta. Mi intuición de reportera me decía que tenia que regresar aun que me diera miedo estar ahí dentro, asimismo me decía que Dumont no estaba muerto, mas que nada me lo confirmaba la hoja que su padre o madre hayan escrito.
Saque todo lo que había tomado prestado, coloque el bloc y el libro en mi escritorio mientras que el álbum y la caja la guarde en el fondo de mi armario. Se suponía que la intención de este viaje era publicar un libro no investigar de un muerto que supuestamente seguía vivo.

LA MANSIÓN VERNONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora