Epílogo

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—Perdón - una lagrima rodo por su mejilla —Si acepto.

libere el aire de mis pulmones, mi corazón volvió a latir, una sonrisa se escapo de mis labios, una de esas sonrisas tan anchas que duelen las mejillas, tan inevitables, inocentes y sinceras, podía gritar en ese mismo instante y llorar al mismo tiempo con el nuevo palpito, con la nueva la sangre corriendo por mis venas, como si hubiera vuelto a nacer.

—Por el poder que dios ha conferido en mi, hasta que la muerte los separe, los declaro un matrimonio, ya pueden besarse.

Un segundo, dos, tres, el acercamiento lento y un tímido roce de labios nos sello como esposos.

[***]

Podía sentir esa sensación familiar del calor en todo mi cuerpo, me mantenía feliz, aun con todo lo que pasaría hoy estaba plenamente seguro, al caminar me sentía en el cielo, el aire me era monótono, quizás si no lo hubiera hecho no estaría viviendo realmente, el amor que corría en mi sistema, me era mas que suficiente para seguir viviendo, no iba a rendirme, estaba seguro de lo que estaba haciendo, ojala esto durara para siempre.

Acomodaba mi corbata, un desliz hacia arriba, meterla por el orificio, apretarla y listo, el traje me hacia sentir incomodo, y el estúpido gel en mi cabello me hacia querer comenzar a jalarlo, pero ni con ellos podía olvidar la dicha, de que hoy estaba unido ante dios con la persona que mas amaba, y quizás amare toda mi vida, cada fracción de mi le pertenecía.

Camine escaleras abajo, aun en la ensoñación en la que me había mantenido todo el día, impaciente porque llegara el momento de terminar con todo esto y estar juntos de por vida en un lugar donde solo ambos nos quisiéramos sin restricciones.

Mis manos sudaban, mi corazón palpitaba frenéticamente y todos mis músculos se mantenían tensos, aun con una pequeña sonrisa oculta en mi rostro, con ese pequeño dolor de alma, y una porción mínima de culpa por dejar a mi hermana, a mi madre. Pero en el fondo de mi sabia que era lo correcto para sentirme pleno, feliz, libre.

Necesitaba algo que me desmostrara que todo era real, podía jurar que el aire tenía un aroma dulce y que todo se veía más bonito de lo habitual, quería sonreír hasta que mis mejillas dolerían, con el pálpito acelerado necesitaba correr hasta Emilio y terminar todo de una buena vez, necesitaba correr hacia a él, darle un abrazo, tomar lo poco que tenemos e irnos para ser uno mismo luego de tanto tiempo, como si los meses fueran años. Mi cuerpo y mente dictaminaban que aquellos escasos 8 meses habían sido más que eso.

Renata tocó mi hombro, ella estaba feliz, se notaba en sus ojos, pero podía notar que en esa bella sonrisa me cuestionaba algo, algo así como la razón de porque había pintada una igual en mi rostro. Así era, por la misma razón. Estábamos enamorados.

Con los dedos temblorosos saque de mi gabardina un pequeño sobre azul cielo, entregándoselo a Renata. Su bella cara me demostró con un débil agradecimiento, mi cuerpo se estremeció, un ligero escalofrío recorrió mi espina dorsal colándose a lo más profundo de mis huesos.

—Quiero que la leas mañana.

—Y ¿Por que mañana? ¿Por que no hoy? - su ceño se frunció levemente confundido.

—Porque si la lees hoy no tendrá sentido que te la haya dado - pellizqué su mejilla con cariño.

—Está bien - jugueteo con el papel del sobre.

—Prométeme que la leerás mañana - rodó los ojos —Prométemelo con tu corazón, por mi.

—Te lo prometo, Joaquín - Ella me sonrió y la guardo en la bolsa de su abrigo.

Haven Or Hell [Emiliaco] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora