XXIV

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Martes 31 de diciembre de 1973

Me gustaría pensar que nada de esto era difícil, pero claramente lo era, olvidarse de todo, hacer de cuenta que esas personas jamás existieron, qué tal vez ya jamás existirían en tu vida me hacía querer correr para siempre de absolutamente todo, pero mi corazón me guiaba diciendo que lo que estaba haciendo era lo correcto.

Comenzaba a preguntarme cómo sería la vida después de esto, ese nuevo capítulo para ambos siendo quienes somos sin ninguna máscara. Siendo sincero me sentía completamente nervioso, con demasiadas dudas en mi mente, también podría decirse a estaba ansioso. No lo sé, mis pensamientos estaba revueltos. No sabía si quiera si este era yo. Si no era una confusión.

Me estaba mareando con todo esto.

Caminaba de un lado a otro esperando que Emilio se hiciera presente antes de entrar a la iglesia, era necesario para mi poder poder contar todo aquello a dios, poder decírselo al padre y que el rogara por piedad para mi, por todo lo que el amor me había llevado a hacerle a todas esas promesas que se convirtieron en palabras banales que le hice a él en nombre de mi familia.

No podía evitar caminar de un lado a otro, mis dedos están por sangrar, no podía evitar morderme las uñas, toda la ansiedad me estaba matando, todo era un lió y comenzaba a fastidiarme de la espera, había pasado bastan tiempo ya, o al menos así me lo decía mi noción, probablemente me estaba engañando, quería propinarme unas buenas bofetadas yo mismo, pero no podía, menos fuera de una iglesia, parece ya un loco de atar, estaba molesto.

Maldita sea Emilio, a buena hora de te ocurre hacer idioteces.

Habían dos opciones.

1-. Estaba llegando tarde
2-. Me había dejado plantado.

La sola idea de la segunda opción me dejo atemorizado molestándome hasta en mis mas profundos pensamientos comenzando a crear escenarios tristes con el final de un corazón roto.

Trate de alejar todo eso de mi mente, solo estaba creando paranoia en mi sistema.

Un punzante dolor en mi cabeza me saco del trance en el que me había metido. Hice una mueca de dolor tocando la sien para luego llevar mis dedos al pinte de mi nariz, trataba de mantenerme sereno y no explotar mi furia pero no podía más con toda la carga de mentiras que estaba llevando sobre mis hombros.

Jodida mierda.

Pronto mis piernas flaquearon al ver la figura de Emilio acercándose a mi con rapidez mientras trotaba, se veía cansado y su cabello alborotado, un moretón adornaba su mejilla izquierda y solo sentí opresión en mi pecho, ahora sintiéndome mal por estar hace un segundo con ganas de golpearlo yo mismo, ahora sabía que se le habían complicado las cosas y el tardar en nuestra cita.

—Perdón por el retraso, mi papá estaba enojado, me encerró ayer en la noche, luego logré abrir y esto me pasó - rio con amargura.

Toque su mejilla con suavidad tratando de sanarla con el tocar de mis dedos, con la simple esperanza de que con ese fino toque sanara y el color violosaceo desapareciera y probablemente el dolor punzante que sentía lo hiciera también.

Jamás pasaría.

Y me sentí inútil al no poder calmar su dolor y esa marca que cubría su fina piel que tanto me gustaba.

—Tranquilo, todo esta bien - comenté con algo de culpabilidad, joda mierda Emilio —Necesitamos entrar.

Su mano tomó la mía entrelazando sus dedos mientras caminábamos para entrar por la gran puerta de ese lugar han concurrido, que hoy estaba vacío por ser las 6 de la mañana, caminaba con algo de inseguridad, pero eso me Orillaba a apretar la mano de Emilio débilmente, quería buscar protección y claramente la tenía.

—Recuérdame por que es tan necesario que hagamos esto - soltó con fastidio mientras bufaba y hacía una mueca de aburrimiento.

—Porque es importante para mi.

Fin de la discusión, y al decir aquello sabía que con eso le bastaría para dejar de replicar y querer que diéramos media vuelta y nos fuéramos a hacer el tonto por otras partes como imbeciles, pero hoy no era un día para eso, por fin sellaríamos el quieres somos para déjarlo en el quienes fuimos y poder pasar al quienes seremos.

Al poner un pie dentro de la iglesia solo podía pensar en el amor que le tenía a dios.

Con cada paso que daba sentía que el aire se atrofiaba en mis pulmones dejándome sin el poder respirar, mis piernas se debilitaban y los nervios crecían, comenzaba a sentir los músculos de mis piernas adormecerse, estaba a punto de caer de rodillas y arrepentirme de todo solo estando aquí para disculparme por mis delirios.

Maldita sea, joder.

Un ligero apretón en mi muñeca. Volví a la
Realidad y sentí el calor que emanaba su mano con la mía, trayéndome de nuevo a la vida misma desatando esas mariposas en mi estómago, mostrándome que aún en la casa de Dios me era imposible no quererlo como lo quería, haciéndome dar cuenta por milésima vez que si dios me había hecho así es porque de esa manera el me amaba y no se equivocó conmigo.

A cada paso que daba para llegar a donde estaba el sacerdote sentía cómo iba a explotar, mis mejillas estaban calientes y aún podía sentir la cercanía de Emilio sin ningún tipo de restricción, las ideas martillaban en mi cabeza, en qué podría decirnos el sacerdote ahora mismo.

—¿en que les puedo ayudar muchachos? - comento con amabilidad, notando la mano de Emilio entrelazada con la mía.

—Bueno... emm - no sabía cómo decir todo aquello, estaba nervioso y comenzaba a tartamudear, las palmas de mis manos sudaban y podía sentir el calor en mi cuerpo.

—Venimos a pedir la bendición de Dios.

La voz de Emilio fuerte y clara me hizo entrar en una ensoñación. El estaba haciendo esto por mi, era un acto especial ahora.

—Queremos casarnos, como Emilio y como Joaquín - el aire salió de mis pulmones sintiendo como el aliento se iba de mi, comenzando a morir lentamente.

El padre seguía mirándonos con tranquilidad. Moriria de una crisis nerviosa si seguía con toda esta incertidumbre.

Nos cedió el paso hacia el altar, camine con lentitud y dificultad, estaba anonadó con lo que acaba de pasar, el sueño estaba a pocos minutos, me iba a casar.

Con Emilio.

Podía decir que estaba a minutos de estar ligado con el amor de mi vida hasta que la muerte nos separe, era perfecto, precioso, tal y como lo imaginé.

—Bien...

—Emilio y Joaquín - parecía que el estar hoy aquí a Emilio le daba algo de felicidad pues se veía cómodo estando en una iglesia por primera vez.

—Haré esto rápido antes de que empiecen a llegar para la misa de 7am - comento el padre con gracia —Hermanos, hoy estamos aquí reunidos para unir en matrimonio a estas dos almas que se quieren, que espero que se quieran, se respeten y se cuiden mutuamente, estoy aquí para unirlos en sagrado matrimonio, en la salud y en la enfermedad, en lo próspero y en la desgracia, en la felicidad y en la tristeza - el sacerdote puso sus ojo en mi —tu Joaquín ¿Aceptas a Emilio como esposo?

Respire ondo y luego sonreí torcidamente.

—Aceptó - solté con gentileza y seguridad observando a Emilio directamente a los ojos, el agachó la mirada aún sin soltarme de las manos.

—Y tu Emilio, ¿Aceptas a Joaquín como tú esposo? - la cara de Emilio estaba insegura, sus ojos dieron directo a los líos y trato de sonreírme dándome una mueca, apretó mis manos ligeramente y odié sentir su sudor en mis palmas.

Joder.

Por un momento mi corazón se detuvo, al escuchar ese suspiro tan sonoro, mi corazón se detuvo y pude sentir como moría por segundos tan cortos pero eternos a la vez.

—Perdón.


Ya al fin actualice, perdón):
Entre en crisis y luego la perra puta asquerosa escuela, pero ya aquí está el capítulo
Gracias por leer, le queda muy poquito.
No me odien.

Haven Or Hell [Emiliaco] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora