02: Mercurio

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Esos seres eran fascinantes.

El joven príncipe sonreía con satisfacción mientras observaba las imágenes que se reflejaban en el agua frente a él. Heredar ese maravilloso poder de su progenitora le había caído como anillo al dedo.

Desde que era una pequeña cría, Jungwoo había mostrado interés por lo que sucedía fuera de Mercurio: esos ocho planetas con los que compartía el sistema solar. Le daba mucha curiosidad saber cómo se veían las criaturas que habitaban en cada uno de ellos y el estilo de vida que llevaban. Su madre, al darse cuenta, le enseñó a dominar el poder de la visión, utilizando El Manantial de las Visiones que se encontraba en el palacio. A simple vista parecía una fuente común y corriente, pero sólo aquellos que poseían la habilidad de ver más allá podían utilizar el agua iridiscente que brotaba de ésta para poder observar a través del cielo púrpura del planeta.

La primera raza que el príncipe de cabello negro y ojos violetas pudo conocer fueron los Venus, provenientes del planeta vecino. Pudo comprobar con sus propios ojos que, tal como los libros de astrología mencionaban, eran una raza con una belleza inmensurable. También parecían tener gran inteligencia, ya que podían construir diferentes tipos de máquinas y solucionar problemas de manera instantánea, y su fuente de energía eran esas gemas que reflejaban la luz del sol, emitiendo un bello color nacarado.

A través de los años, Jungwoo pudo conocer muchas cosas sobre los demás asteroides a su alrededor, como los Marte, conocidos por su agilidad y trabajo en equipo; o la raza que habitaba en Plutón, tan pequeños que cabrían en la palma de su mano, pero con una fuerza que fácilmente podría derrotar a los gigantes que vivían en Júpiter.

Pero, de entre todas las criaturas que había observado, los terrícolas eran los que habían captado su total atención. Humanos, como los nombraban los libros de astrología. No parecían tener ningún tipo de habilidad especial, su inteligencia era mucho menor en comparación con otros planetas y muchas veces se hacían daño unos a otros, pero había algo que le maravillaba: cada uno intentaba resaltar y ser feliz al mismo tiempo, algo que no había podido ver en ninguna otra de las razas del sistema solar. Tenían un espíritu individualista pero, al mismo tiempo, trabajaban en equipo cuando la ocasión lo requería. Era fascinante.

Lo que más le gustaba de la Tierra era que estaba a un planeta de distancia, así que le era bastante sencillo poder observarlos con más detalle. Hacerlo con planetas que estaban más lejos como Júpiter o Plutón era posible, pero tenía sus dificultades: en primer lugar, le tomaba el doble de energía, así que no podía contemplarlos por mucho tiempo y, además, ninguna criatura en ese sistema solar era tan asombroso, en especial ese humano. 


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Ese día, el chico se encontraba en aquel lugar de polvo blanco y agua cristalina: "la playa", según recordaba haber leído en alguno de los libros escritos sobre la Tierra. Estaba allí con un grupo de personas con los que reía y bromeaba de vez en cuando pero, a diferencia de ellos, el sólo estaba sentado sobre la arena, bajo la sombra de un parasol, leyendo un libro. No parecía una actividad que los habitantes hicieran en un lugar así, pero ese muchacho parecía estar completamente sumido en su lectura, lo que le causaba gran interés al príncipe. Esa era una de las razones por las que había decidido observarlo con más detenimiento, a él, de entre todos los siete billones de humanos. Se sentía atraído a él.

Sonnensystem ᵈᵒʷᵒᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora