Bello, precioso, lindo, esplendoroso, radiante, deslumbrante... y cualquier otro calificativo relacionado con la belleza, lo suficientemente adecuado como para describir a semejante ser celestial en el que tenía puesta la mirada.
No, ahora que lo pensaba bien, no existían palabras exactas para describirlo. Era el hijo de venus justo en estos instantes, de la mitología romana y a la vez, la especie que se denominaba de la misma forma.
Venus.
¿Cuál es el nombre de venus?
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Ser un ladrón y estafador intergaláctico no es exactamente el trabajo ideal o lo que podrías tener como aspiración en la vida. Bueno, tal vez sólo para unos pocos.
Para Doyoung, las posibilidades de un estilo de vida común terminaron hace mucho, cuando aún era un crío de dieciocho que recién se daba cuenta de lo mal que estaba la situación en su enforno familiar; más que nada a causa de su terrible economía, la cual los delataba como gente de escasos recursos. Eran solamente su madre, su hermanito Jisung y él. Ella daba todo por ellos: incluso cuando, en más de una ocasión, aquello significó el perderse la segunda y tercera comida del día. Por supuesto que esto se lo guardaba para ella y no dejaba que sus hijos se enterasen, para no preocuparlos y provocar un problema que claramente no tendría solución en un futuro cercano. Doyoung pronto comenzó a notar más los detalles, lo que su progenitora sacrificaba por su bienestar.
Y en un día de invierno, estando tan cerca de las celebraciones navideñas, su madre cayó horriblemente enferma. Al principio era un simple resfriado... que al poco tiempo terminó por complicarse. De pronto, se había convertido en una enfermedad que requería de un tratamiento especial, demasiado caro como para poder costearlo con un salario mínimo. Siendo realista, Doyoung pensó que no lo lograría, no podría ayudar a su madre ni vendiendo su alma al Diablo.
Pues qué equivocado estaba con respecto a lo último.
La oportunidad se le presentó tal cual designio de un ser de luz supremo, recién salido del universo mismo. Sólo que Mr. Oh no lo era, jamás lo sería; Doyoung lo había imaginado de esa forma, pues eran tiempos desesperados que requerían de medidas desesperadas.
―Si me traes este artículo a más tardar la próxima semana, obtendrás el dinero suficiente para salvar a tu mami. En realidad, si cumples con todo lo que te pida, podrás mantenerla a tu lado por muchos años más. ¿Tenemos un trato? ―había dicho aquel hombre de anteojos y pulcra vestimenta que le había ofrecido un desayuno, al igual que a su pequeño hermano, mientras estaban en el hospital donde la señora Kim aún permanecía al cuidado de los médicos. Seguían a la espera de que Doyoung confirmara lo que verdaderamente importaba: el tratamiento.
