Castigo Equivocado

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—¿Por qué tenemos que hacer esto?

Tal cómo ordenó la directora, el profesor Angel se encargaba de nuestro castigo.

—Porque tú iniciaste la pelea más divertida en mucho tiempo y tus amigas están castigadas por espiar nuestra conversación con la directora —explicó el profesor—. Ahora atrapen esas hadas de pantano.

Debido a ello, nos encontrábamos en una ciénaga artificial en uno de los jardines de la escuela.

—Eso lo entiendo —repetía Mavis—. Pero ¿con qué objetivo las atrapamos? Además... Si vio la pelea de las chicas ¿por qué no la detuvo antes de que escalara tanto?

—¿Estás loca? Nunca hay que meterse en un conflicto de mujeres peleando por ropa. Yo aprecio mi vida.

—Es increíble que un profesor que puede ahuyentar un basilisco le tema a unas estudiantes.

—Honestamente, prefiero pelear con cien basiliscos antes que con una alumna enfurecida —el profesor se encogió de hombros.

—¿Y para qué hacemos esto? —Avelin repitió la primera pregunta de Mavis.

—Porque llegó el momento de limpiar la ciénaga y es difícil hacerlo con las hadas allí. Ellas lo saben, pero les gusta tanto jugar que no dejarán que alguien la limpie sin divertirse primero.

—Malditas hadas...

—Ahora vayan —el profesor aplaudió y las chicas y yo nos adentramos a la ciénaga.

Yo tuve que ponerme pantalonsillos que cubrían hasta el muslo y una blusa ligera.

La gótica usaba un traje de baño negro de una sola pieza y cubierto de cintas que rodeaban su cuerpo.

Avelin, por otro lado, usaba un traje de baño de abuelita al cual era difícil encontrarle sensualidad.

Tan pronto pusimos un pie adentro, Avelin y yo hicimos cara de asco; el agua estaba babosa y el fondo resbaloso; incluso había cosas moviéndose entre mis dedos.

—Solo espero no encontrarme con un monstruo de tentáculos.

—¿Qué? —preguntaron las chicas.

—Nada.

—Menos charla y más caídas —el profesor aplaudió para apresurarnos.

Las hadas comenzaron a volar a nuestro alrededor y a entrar y salir del agua para retarnos mientras nosotras agitabamos nuestras redes de mariposa alrededor.

Por alguna razón idiota, parecía que ellas no podrían usar su magia dentro de las redes.

Mientras nos concentrabamos en atraparlas con las redes, algunas de ellas embistieron la parte trasera de mis rodillas a toda velocidad y dado que el suelo estaba resbaloso, caí al agua.

—¿Estás bien? —hice una cara de asco por el agua mientras Avelin se acercaba a ayudarme.

Las hadas la empujaron y cayó con sus pechos sobre mi cara... El asco de había ido.

—Chicas, dejen de jugar y apurense —Mavis nos instó a levantarnos. Ella seguía tratando de atrapar, sin éxito, a las hadas.

Una de las pequeñas se había sentado en una de las coletas de Mavis; sacudía sus cabellos cafés que parecían rastas mientras acariciaba su piel verdosa como si no tuviera preocupación alguna.

Se burlaba de nosotras.

—¡Te tengo! —y caí en su provocación atrapando la cabeza de Mavis con mi red.

Transferida a una escuela de brujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora