El Armario Equivocado

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Algo desanimada, regresé a las clases mientras pensaba en que hacer luego de dejar a Lidia apresada en la habitación; llevaba puestas unas bragas que no eran mías y tenía a una chica atada en mi recámara.

¿Lo peor del asunto?

No es el día más raro que he tenido en esta escuela ni de cerca.

—¿Qué estoy haciendo con mi vida? —me pregunto mientras camino y antes de darme cuenta, estoy de regreso en la clase de magia.

—¡Erika! —una sonriente Mavis me saluda junto a una deprimida Avelin desde la distancia y empiezo un ligero trote para acercarme.

—¿Llevas puestas mis bragas? —pregunta la gótica confundida cuando llego junto a ella.

—¿Cómo lo sabes? —rápidamente sujeto mi falda con la mano.

—Bueno, vienes trotando y usas una minifalda. Estoy segura de que no soy la única que lo vio.

—Soy una idiota —llevo la mano a mi rostro por la vergüenza—. Espera ¿entonces en la batalla de antes?

—Nadie vio que no usabas bragas. Tuviste más cuidado en ese entonces, aunque eso no explica porqué usas mis bragas favoritas.

—Lo siento, pasaron muchas cosas y no tuve elección.

—No te preocupes —sonrió—. Solo asegúrate de regresarmelas antes de lavarlas.

—¿No será "después de lavarlas"?

—¿Y qué objeto tendría eso? —preguntó como si la extraña fuera yo—. Ya dinos que pasó.

—Cuando termine la clase, por ahora ¿ya tuvieron sus batallas?

Ambas asintieron.

—Demonios, yo quería verlas —me quejé mientras maldecía internamente a Lidia—. ¿Ganaron?

—Yo perdí —por eso Avelin estaba deprimida; ahora que la veía bien, su vestido y su rostro lucían sucios y algo maltratados, mientras que Mavis parecía tan pulcra y arreglada como siempre.

—Yo gané —la gótica movía sus hombros con orgullo—. Soy una chica de barrios bajos. Obviamente ninguna de estas frágiles brujas de algodón podría ser un cerillo para mí.

—Genial, ¿contra quién peleaste?

—¡Contra mí! —y Avelin comenzó a llorar.

—Ya, ya —la consoló la gótica—. ¿Qué dices si te llevamos a comer más tarde a la cafeteria para que te sientas mejor? Pedirás uno de esos pasteles de avellana que tanto te gustan.

—De acuerdo —respondió la chica de algodón un poco más tranquila.

—Tú invitas —pero por supuesto que Mavis no iba a asumir los gastos.

—¿Qué? ¿Pero no dijiste que me ibas a llevar?

—Y lo haré, te llevaré hasta allá, pero los perdedores invitan, es la regla.

—Pero...

—Oigan —interrumpí algo divertida—. Yo invito esta vez.

—Genial —Mavis celebró y Avelin parecía preocupada.

—¿Segura? Yo puedo pagar mi parte.

—Hey, ¿por qué conmigo no querías hacer eso?

—Sí quería, pero no me gustó que me obligaras a invitar, yo también tengo un poquito de dignidad.

—¿Entonces qué te parece si tenemos otra batalla? La perdedora invita la comida de hoy.

—No creo que sea buena idea, chicas —de lejos, ya podía prever el resultado.

Transferida a una escuela de brujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora