Nota: he aquí el capítulo estrella de este libro: es un capítulo muy especial. Consciente de su longitud, lo he dividido en dos partes, y por ello la primera puede resultar incompleta si no se lee la Segunda. Sin embargo, doy mi palabra de escritor de que merece la pena llegar al final de la segunda parte, un final que solo leyendo la primera será imposible de imaginar... creedme, dejaros sorprender! Haced un esfuerzo, y leeréis una historia maravillosa (limitada por mi expresión escrita) cuyo final no seréis capaz de adivinar si no llegáis hasta el último punto. Gracias por el apoyo y la confianza, y disfrutadlo!
El paisaje era desértico. La blancura se extendía más allá del horizonte y los pinos, cubiertos de una fina capa de nieve, se camuflaban entre las colinas nevadas. En aquel valle del frío reinaba el silencio, sórdido, impasible, imperturbable a cualquier ser vivo que habitase en aquel paraje. Eduard arrastraba los pies con fatiga, procurando distribuir el peso entre sus dos piernas con el fin de no hundirse hasta la cintura en aquel mar de fango.
Tenía la cabeza resguardada por un gorro de pieles que le cubría las orejas, y las manos enfundadas en unos finos guantes de algodón que le permitían mover los dedos con cierta libertad. Cargaba el fusil a sus espaldas, colgado del cuello por una correa de cuero desgastada y sucia.
El cielo estaba cubierto de nubes, lo que daba una tregua a los atormentados ojos del caminante.
El hombre, a pesar de la lentitud de sus pasos, no dejaba de avanzar, caminando siempre en la misma dirección: el sur, o hacia donde el creía que se encontraba el sur. En más de una ocasión, cuando sus piernas cedían exhaustas ante la resistencia de la nieve, se lanzaba al suelo y, como si de una piscina se tratase, se arrastraba haciendo todo el trabajo con los brazos. <<Lo importante es no detenerse, avanzar ''todo recto hasta el amanecer''. A este mundo blanco no le gusta que sea la mancha negra que estropee su esplendor>> pensaba para sí. <<El momento en el que me detenga, moriré consumido>>.
También pensaba en su mujer. Seguía profundamente enamorado de ella, aún sabiendo que ya no se encontraba con él en este mundo. <<Mari, así se llama>> repetía una y otra vez <<y es la mujer más bella que he conocido. Aún no me creo que un hombre como yo acabase con una mujer como ella, tan fantástica, guapa, encantadora...>> explicaba en un incesable monólogo interior que, una vez acababa, se repetía como un disco que no para de dar vueltas en un gramófono. <<Ella es pianista. Da conciertos alrededor del mundo: Berlín, París, Milán, Londres... incluso llegó a viajar a Nueva York en una de sus giras. Su vida giraba en torno a la música, con quién de verdad se casó. ''Yo solo soy el sujeta velas de vuestra relación'' solía decirle en broma. Pero no le puedo echar nada en cara, sino todo lo contrario. Ella me quiso, me quiso como a nadie más en el mundo, y yo lo sé. La música era su esposo, yo era su amante, y me siento muy orgulloso de haberla apoyado siempre, de haberla entendido en lo bueno y en lo malo, de haberla amado desde esa posición. ''Sin tu apoyo, todo esto habría sido imposible''. Aquellas palabras, que pronunció el día de nuestra despedida, demostraron que todo había merecido la pena. Gracias a ella, mi vida ha tenido sentido. No la cambiaría por nada, porque yo me enamoré de esa Mari, y no de aquella que sólo tenía ojos para mí>> movía los brazos de un lado a otro mientras hablaba, como si el lenguaje no verbal fuese fundamental en aquella conversación que osaba romper el silencio de aquel reino inhóspito. <<Tenías que escucharla tocar... sus rizos eran partituras y su cintura llevaba el ritmo de sus canciones. Unas veces triste y melancólica, otras veces risueña y cómica. Pero lo cierto es que ella era música encarnada>> suspiró.
Su mujer comenzó a tocar el piano a los doce años de manera furtiva, dedicándole algunas horas a la semana justo después de clases, cuando sus padres creían que se encontraba estudiando con su prima. Ella siempre la cubrió. Tocaba en un conservatorio cercano cuyo dueño la acogió como alumna 'especial', titulo que le otorgaba un horario flexible y una cuota bastante reducida. Mari conectó con la música desde el primer momento, y desde que aprendió su primera canción, 'Caresse Oceans', supo que su destino no se podría separar del arte.
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Como la vida misma: una biografía del mundo.
Historia CortaYo soñé, y en mis sueños había paisajes y voces que jamás llegué a conocer. Paisajes arcaicos y persuasivos secretos ansiosos por ser descubiertos. Al punto comprendí la naturaleza de mi misión: debía sacar a la luz esas historias escondidas en el s...