Capítulo IV

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Gerald

Circe nos ha revelado a mi hermano y a mi sus sentimientos, lo hizo con una indirecta muy directa, no se si me explico.
París y yo ya habíamos hablado de esto antes, justo después de salir de su departamento, revelamos que nos sentíamos atraídos hacia ella. Entonces puede que esto sea como un experimento, ambos hemos tenido parejas pero jamás hemos compartido. Llegamos a un acuerdo de quizás intentarlo, intentar enamorar a Circe al mismo tiempo, sin saber que ella también ya se había enamorado.

—Ellos te aman igual— respondí.

Circe levantó la mirada sorprendida.

—Y tú los puedes amar igual— dijo Paris.

El rostro de Circe se iluminó con una gran sonrisa y entonces nos abrazo.

—¿Seguros que esto no está mal?— cuestionó susurrando en nuestros oídos— No quiero equivocarme.

Se separó de nosotros.

—A veces esta bien cometer errores— conteste.

—Si no quieres nadie debe de saberlo, será nuestro secreto— dijo París.

—Entonces será nuestro secreto. Circe, la hechicera de los hermanos Killam— bromeó ella.

Los tres comenzamos a reír.

—I'll tell you somethin'— cantó de repente Circe mientras miraba al cielo con su gran sonrisa— I think you'll understand.
When I say that somethin' 
I want to hold your hand 
I want to hold your hand 
I want to hold your hand
Oh please, say to me 

—You'll let me be your man— canté yo esta vez.

—And please, say to me— me siguió París— You'll let me hold your hand 

—Now, let me hold your hand— cantó por último Circe para después tirarse en el pasto— ¡Es un día hermoso! Vengan, recuestense conmigo.

Lo hicimos, junto con Circe empezamos a observar el cielo mientras intentábamos tomar formas a las nubes.
Ella tiene razón, es un día tan hermoso.

—Circe ¿Sabes que comenzaremos a trabajar con tu padre?— cuestioné.

—¿Es en serio? ¿Entonces tampoco tendrán tiempo para mi?— pregunto preocupada.

—Por supuesto que sí— aseguró París— siempre estaremos para ti. De esto se trata esto, apoyarnos mutuamente.

—Somos un equipo, tú la reina y nosotros los reyes— dije.

—¿Esto no es demasiado rápido? Nos conocimos ayer y hoy estamos comenzando con esto.

—Circe, la vida es muy corta. No tengas miedo de intentar, de equivocarte porque no sabes si vivirás otros veinte o treinta años, o si morirás mañana— dijo París.

—Si voy a morir quisiera hacerlo ahora que estoy feliz. Así no me arrepentiria de nada.

—Pero jamás te vas a arrepentir.

—Hablanos más de ti Circe. ¿Por qué no nos cuentas lo de Bárbara?— pregunte.

—Bien. Esta historia comienza con mi madre, ella dejó a su familia cuando tenía veintidós años. Siempre se limita a decir que lo que quería era independencia y nunca entra en detalles de mis abuelos o mis tíos. Lo único que sé de mis abuelos es que están muertos— comento Circe— Mi madre comenzó a trabajar como la secretaria de mi papá, pero ya saben, con el tiempo ambos se enamoraron y nací yo. Conocí a Bárbara hace seis años, cuando se convirtió en modelo, después creó su línea de ropa y mi madre me comentó que ella estaba casada con uno de sus hermanos. Pero supongo que jamás la conoceré más a fondo, aunque sea mi "tía", mamá ya no quiere saber nada de su antigua familia.

—Quizás tu madre tiene razones fuertes para decidir no estar con su familia— dije.

—Mientras tanto, esto es difícil. Es decir, la diseñadora de modas más famosa de los sesenta es mi tía y ella ni siquiera sabe de mi existencia— expreso Circe para después suspirar— supongo que mi madre, después de llegar hasta aquí en el camino, ya no puede volver, no pretende salir. Me pregunto si yo también tendré un camino tan largo con ustedes.

Circe se dio la vuelta para acostarse boca abajo. Recargo su cabeza sobre sus manos y nos sonrió. Acaricié su mejilla, me acerqué a sus labios, estaba a punto de besarla.
Una chica pasaba caminando frente a nosotros, no le tome tanta atención por que ahora estaba concentrado en Circe. La chica se detuvo.

—¿Gerald? ¿Eres tú?— dudo aquella mujer.

La miré, es Agatha una amiga. También vivía en Francia pero hace más de cinco años llegó a Estados Unidos.
Es linda, de cabello negro largo y que siempre peina en una trenza, ojos verdes y grandes, tiene la nariz un poco grande, sus cejas de vez en cuando se pierden con el color de su piel, es blanca pero no tanto. Alta, muy, muy delgada y sus piernas son tan largas pero delgadas con palos de escoba.

—Agatha, hola— la saludé.

Me puse de pie y me acerqué hacia ella.

—¿Qué están haciendo aquí?— me pregunto mientras observaba a París.

—Nos mudamos— conteste.

—¿Y ella?— cuestionó al ver a Circe.

—Es Circe. Una amiga nuestra.

Agatha se quedó observándola durante unos segundos, con una mirada fulminante, como si en su mente juzgará cualquier pequeña imperfección, pequeña porque en Circe jamás se encontrara una gran imperfección.

—No importa, ¡Me alegra verlos aquí! ¿Qué les parece si vamos a caminar o algo así?— propuso Agatha con una sonrisa enorme e inclinando un poco su rostro, tratando de convencerme.

—Lo siento Agatha, no podemos ahora— me negué.

Su sonrisa se borró. Lamento rechazar su invitación pero ahora estamos con Circe y ella está sobre todos ahora.

—Ah pero ¿por qué?

—No podemos dejar así a Circe— contesté.

—Esta bien.

—Perdón.

—No, no, tranquilo. Espero podamos vernos pronto— Agatha se dio media vuelta lentamente para continuar con su camino— Adiós.

Se fue decepcionada. Pero ya habrá otra ocasión para hablar con ella, por lo mientras es nuestro momento y nadie tiene por que intervenir ahora que estamos tan felices, tan enamorados. Sabiendo que la vida es tan hermosa solamente quiero estar aquí a su lado, no quiero buscar algún sitio para pertenecer, ahora que estamos de pie para dirigirnos en nuestro camino el uno al otro, hoy y siempre.

Aunque vivimos de una forma diferentes a los demás nuestra vida y nuestra relación es hermosa, es tan bella como el cielo y como los angeles que en el habitan. Y hoy vamos a tomarnos entre nuestros brazos y volaremos juntos esta noche

Amando a CirceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora