Capítulo V

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Circe

Llevo casi seis hermosos meses de relación con Gerald y París. Cada día más hermoso que el anterior y el día es incierto porque no puedo imaginarme que tan feliz seré hoy. Cada día los amo más y más, y los amare por mucho tiempo más.

Ambos están trabajando con mi padre, todo parece marchar de la mejor manera. Esto de vez en cuando interfiere en que estemos juntos, es por eso que ellos decidieron comprar una casa donde hasta ahora viven solo los dos. Desde hace un mes que viven ahí me han insistido para mudarme con ellos y aunque en ocasiones me convencen, después me detengo a reflexionar si es lo mejor y entonces mi mente comienza a sacar líos enormes de pequeñísimos "problemas", pero sin duda el mayor problema es mi padre, no quiero causarles ningún problema con él.

Nunca había sido tan feliz como lo soy ahora. Jamás me había sentido tan libre de hacer lo que quisiera, ya no me siento vigilada, ya no me siento aquel corderito indefenso que tiene miedo de salir de su corral porque el lobo puede matarlo, ya no más.

Si me dan la oportunidad de aconsejarlos, solo puedo decir que no tengan miedo de intentar. Nunca es muy tarde ni muy temprano para hacer lo que quieras. A veces las mejores relaciones son las que inician rápido, porque entonces significa que su destino siempre fue estar juntos y este fue el mejor momento para reunirse.
París y Gerald me han enseñado todo esto, jamás debes tener miedo de cometer errores, porque equivocarse también es de humanos y nadie en el mundo es perfecto. Hasta la persona más inteligente ha cometido errores, pero de ellos se aprende. También me convertí en una persona más responsable, porque sí, la libertad es lo mejor, la diversión también pero siempre la responsabilidad es la base para hacerlo de la mejor manera.

En el mundo hay relaciones de todo tipo, de dos mujeres, de dos hombres, de dos hombres y una mujer, y por qué no, de dos mujeres y un hombre. Y ninguna es mejor o peor que la otra, es solo amor, y sí, quizás el amor es una locura, pero si no lo fuera entonces sería aburrido, no tendría sentido.

Hoy visitaré a mis dos amores en su hogar. Casi siempre nos vemos por las noche, que es cuando ambos se encuentran en casa.
Su hogar es pequeño pero hermoso, cálido y acogedor para tres amantes.

En cuanto entré comenzamos con la cena. La tomamos en la sala mientras veíamos televisión, y por si se lo preguntan, no era más que pizza y soda.

—Odio esa película— dije mientras colocaba mi vaso sobre la mesa de centro.

—¿Por qué? ¿Por el escándalo que generó?— me pregunto Gerald.

Me acomode nuevamente en el sofa en medio de ambos.

—Odio a ese hombre, es un personaje tentador. No entiendo cómo puedo simpatizar con alguien como él, es repudiable ¡Indignante! Lo que hace con ella— expresé.

—Bueno, yo también me enamoré de una jovencita— insinuó París mientras recargaba su cabeza sobre la mía.

—Ya era mayor de edad cuando me conocieron. Y yo no soy como ella, ¡Yo soy Circe Jane!

—Eres una niña que se porta seductora sobre su enorme y redondo sofá y frente a dos hombres mayores— dijo París.

—Creo que sé la palabra con la cual quieres describirme— conteste— Pero yo no soy una adolescente y me siento ofendida entonces.

—No es una ofensa— dijo Gerald— esa es la verdad.

Gerald

Circe me sonrió, se deslizó desde el sillón hasta a el suelo. Se quedó ahí de rodillas y con su mirada gacha. Entonces, acercó sus mano a mi rodilla, y su otra mano a la rodilla de París, comenzo a acariciar nuestras piernas de una manera muy dulce pero también atrevida.

—Yo no soy como ella, yo soy Circe— repitió ella.

La mirada de Circe se transformó, de repente parecía que estábamos conviviendo con una verdadera adolescente, atrevida y coqueta con las ganas de vivir la vida al máximo. De aquellas que no le tienen miedo a los comentarios de los demás pero que ante ellos son una princesita con buenos modales, pero en la intimidad de una oscura habitación dejan salir todos sus deseos, su voz es cambiada por una seductora y su mirada juguetona se mezcla con el ambiente de pasión.

Circe recargo su rostro en el espacio que quedaba libre entre París y yo, está vez extendió sus brazos sobre nosotros.

—No puedo hacerlo— dijo.

—Claro que puedes, solo hazlo— contestó París mientras acariciaba la nuca de Circe.

Ella levantó su rostro, quito sus manos para ponerla ahora sobre el suelo y suspiro.

—Nadie nos vigila— hablé— y tú sabes que nunca se habla de todo lo que se hace aquí.

Circe continuó en el suelo con aquella posición sumisa.

—Soy capaz de darlo todo.

Circe tomo nuestras manos mientras hacía contacto visual con nosotros.

—Saben que nunca podría decirles que no. Pero tengo tanto miedo de lo que pueda ocurrir después— ella suspiró, se dio vuelta y continuó sentada en el suelo, abrazando sus rodillas mientras continuaba viendo la película.

Tranquilizate, que nada malo ocurrirá pequeña niña. Que ahora todo da igual, al final de todo nadie puede controlar nuestra vida, las personas van y vienen, y nadie merece sufrir en la soledad.
Sabemos que esto no podrá cambiar jamás y no queremos esperar un triste final, no podemos dar guerra a la paz. No te quedaras sola si es a lo que le temes

Amando a CirceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora