No todo podía ser felicidad

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Milan

Quien haya osado decir que estar embarazo era la etapa más dulce, embriagadora y hermosa que cualquiera pueda vivir, es una gran y jodida mentira.

Es la etapa más incómoda, desesperante y hasta dolorosa que he vivido.

Solo quiero que esto termine, mis pies están hinchados al igual que mis pezones que escosen con el más ligero roce de la más delicada tela, mi vientre ha crecido tanto hasta formar un perfecto circulo, lo cual me impide usar cualquiera de mis vestidos existentes anteriores al embarazo, no puedo aguantar más de cuatro horas sin querer dormir, mi lívido ha caído tanto que a veces me pongo a llorar en silencio por no poder complacer a mi marido como es debido, tengo gases y marcas horrendas han empezado a rodear mi vientre.

He llegado a una conclusión: este será mi único hijo.

No me importa lo que me digan mis amistades y hasta mis mismos padres, no pienso pasar por esto otra vez, mi cachorro será el ser más amado y mimado de la manada, tanto que no necesitara un hermano, lo rectifico no volveré a pasar por esto.

Ese fue mi último pensamiento, acostado en mi cama, con el sonido de la ventisca tras las ventanas, la mano de mi esposo formando círculos en mi vientre hinchado, me entregue a un delicioso sueño, lleno de lobeznos que me perseguían.

Esos eran los agridulces pensamientos del doncel peliblanco, que ahora alejado del mundo real, retozaba contra el tibio cuerpo de su amado esposo, sumergido en el mundo de los sueños.

Ahora recorramos un poco las paredes del castillo, todo esto para comprender como eran las cosas antes de "ese" suceso.

Como hemos visto, en el lado este del castillo tenemos al mayor (el que se encontraba por ahora en casa) de los hijos, a tan solo tres habitaciones de él, teníamos al pequeño ratón, Maxwell se enroscaba en un silencio prohibido con su amante, aprovechando el clima, que obligaba a las personas a permanecer todo el tiempo que se pueda en la cama, el ratoncito gemía quedamente contra el oído del hombre que lo cabalgaba, disfrutando y exprimiendo hasta el último minuto que pudieran pasarla juntos.

Cruzando el pasillo, a dos cuartos podíamos encontrar a Steven, observando con verdadera preocupación la jofaina en la que acababa de vomitar, rogando a todos los dioses que no fuera lo que él pensaba, los escalofríos le recorrían y sus ojos se inundaban de anhelo al ver no, sin algo de trabajo, al otro lado de la ventana, el borroso mar que se difuminaba con los violentos copos de nieve, esperando ver una cara que nunca podría encontrar entre tal ventisca.

En el cuarto contiguo, estaba Charlotte, en una ceñida bata plata, con el cabello recogido en una coleta, repasando y examinando cualquier avance hasta ahora de la investigación referente a su hermano, así es, todo este tiempo la única mujer de la familia, había estado en un silencio angustioso con el temor y dolor del desconocido paradero de su hermano mayor.

Y aun cuando la investigación se hubiera detenido por órdenes de su padre, ella había guardado un silencio sumiso y obediente, pero nunca dejaría de buscar, aun si tuvieran que pasar años, ella nunca se rendiría, se negaba absolutamente a resignarse nunca aceptaría ese vacío que dejó atrás su hermano mayor, después de todo él era el que le ínsito su pasión por las espadas aun siendo mujer, le regalo su primera espada, una especialmente forjada a su tamaño para su cumpleaños número diez, Godric era el único que noto su mirada anhelante por las armas y las peleas, el que convenció a su padre para darle el cargo de capitán, el jugo con ella en el barro y con su juego de té, fingiendo ser una señorita alagada por ser invitada a tal honor de compartir una taza de té con ella, una niñita de seis años; él la consoló en las noches de pesadillas, cuando Claude estaba demasiado ocupado con el pequeño y enfermizo Maxwell, Godric siempre fue especial para ella.

AÚLLA CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora