Capítulo 22 (Maratón 3/3)

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—Y tú cuándo te casarás? —pregunta después de un rato de estar sumidas en un silencio incómodo, pero no tanto como su pregunta.

—Abue... Nunca dejarás de hacer tus preguntas que son incómodas?

—Nunca —responde firme—. Además, no te hice una pregunta incómoda, sólo te pregunté cuándo tienes pensado casarte.

—No quiero casarme, abuela —respondo en un suspiro frustrado.

    Estamos en el siglo XXI, por favor! Por qué la gente sigue pensando en casarse? Los matrimonios no son de verdad, siempre terminan por cansarse de estar atados y luego se terminan divorciando. Nunca le vi un sentido a la frase felices por siempre. Por eso nunca me gustaron los cuentos de princesas y dragones y todo eso. Siempre me pareció un sin sentido de que las princesas debían esperar a su príncipe azul a que las rescate de un dragón, o las saque de una torre sin salidas para después casarse y tener mil hijos y comer perdices.

Nunca me lo he tragado. Simplemente uno se cansa de ver el mismo rostro por mucho tiempo, y es un instinto humano el querer probar cosas nuevas con gente nueva.

—Y por qué no? —me pregunta mi abuela, haciéndome salir de mis pensamientos.

—Porque es todo una puta mierda. Mírate a tí. Nunca te casaste con el abuelo, y aún así fuiste feliz a su lado. No se necesita de un anillo que diga que estás atada a una persona de por vida para ser feliz con ella.

—Tienes razón. Yo no me case con tu abuelo, pero porque él no quiso atarse al matrimonio porque tenía el mismo pensamiento que tú —sonrío—. Aunque sí tuvimos nuestra unión...

—Unión? —le pregunté con el ceño fruncido, ella rió.

—Tú abuelo no creía en el matrimonio, pero sí en el amor. Un día, él me llevó a un bosque y con una pequeña ramita que encontró en el suelo hizo un anillo, me lo dió y luego me dijo que cuando yo sintiera que se acabara el amor, las pequeñas hojas de esa ramita iban a comenzar a morir lentamente. A marchitarse. Y es hasta el día de hoy que la sigo conservando.

—Y se marchitó? —ella niega con la cabeza.

—Está como si fuera ayer que la hubiéramos recogido —sonrío—. Tu abuelo era un viejo terco, pero tenía su lado romántico y pasional. Y las cosas así, que significaban nada para todos, para él significaban todo.

    Mi abuelo... Pocas veces pienso en él, pues no lo recuerdo mucho. Tengo muy pocos recuerdos con él, y son de cuando yo era niña. Él murió cuando yo tenía doce. Recuerdo que él me enseñó a cortar leña y a preparar pasta casera.

—Recuerdo cuando eras niñas y no te gustaban los cuentos de princesas que te regalaban tus amigos. Siempre tuviste pensamientos similares a los de tu abuelo —reí.

—Era todos un cliché, no me gustaban —protesto haciéndola reír.

—Igualita a tu abuelo.

    Luego de almorzar, Chris llegó y, como él necesitaría su auto para volver aquí de vez en cuando, debíamos ir en autos separados. Me despedí de mi abuela, prometiéndole de que volvería pronto y luego subí a mi auto, para comenzar con el viaje. Unas horas después llegamos al DF, nada había cambiado, la gente caminando por las calles, los autos atascándose en las calles y los dolores de cabeza. Observo que Christopher me esté siguiendo y me dirijo hacia mi departamento.

Llegamos y yo me bajo del carro para subir mis cosas, pero Chris se baja del auto y me detiene, tomando su maleta y la mía. Sonrío y ambos subimos a mi depa. Cuando abro la puerta tomo una bocanada de aire, extrañaba estar en mi casa, en mi lugar.

—Dul? —me doy la vuelta y veo a Christopher sosteniendo ambas maletas— Dónde las dejo? —pregunta.

—En la habitación —digo señalándole la dirección.

    Abrí las puertas corredizas de vidrio para pasar al pequeño balcón y ver el cielo, estaba atardeciendo. Sentí sus brazos rodear mi cintura y sonreí cuando sus labios se posaron sobre mi mejilla.

—Qué piensas?

—Pues... —suspiro— En que extraño la tranquilidad del pueblo —él ríe.

—Tal vez, pero aquí también está muy lindo —dice observando a la distancia.

—Qué quieres cenar? Debo ir a hacer las compras —le pregunto.

—Voy contigo y lo decidimos en el camino —sonríe y yo le respondo con el mismo gesto.

    Después de hacer las compras nos decidimos por cocinar una pasta con salsa de queso ya que ambos estábamos un poco cansados y no teníamos muchas ganas de cocinar. Luego cenamos entre risas mientras miramos una película que encontramos en la televisión, cuando terminamos de cenar, Chris se dispone a lavar los trastes mientras yo lo espero en el sofá viendo la televisión. Ni siquiera me doy cuenta cuándo me quedo dormida pero siento como Chris me carga en sus brazos y me lleva hasta mi cuarto, donde me arropa y me abraza pegándome a su cuerpo.

    Al día siguiente, me dispongo a ir a ver a Joan, Christopher decide quedarse en mi depa para trabajar con su computadora. Llego a la casa de Joan y cuando me abre la puerta me da un abrazo efusiva.

—Yo también te extrañé, pero no puedo respirar —digo exagerando, ella me da un golpe suave en la espalda y se separó de mí.

—Una semana es mucho tiempo —dice cerrando la puerta detrás de nosotras.

—Ajá —dejo mi bolsa en el sofá—. Estás sola?

—Sí, Fred fue con su hermano a comprar el traje —sonrío.

—Y cómo van los preparativos de la bendita boda?

—Bien, aunque ya no encuentro tiempo ni para respirar —bufa.

—Debes relajarte —sonrío—. Después de todo, van a terminar felices para siempre y comerán perdices —reí.

—Aish —gruñe y me golpea un brazo—. No seas mala conmigo.

—Auch! —dramatizo— Cuidado que si me rompes el brazo no tendrás dama de honor —sigo bromeando.

Ella toma un cojín y me golpea.

—Oh! —la miro sorprendida tratando de aguantar la risa— No acabas de hacer eso.

—Oh sí, acabo de hacerlo —dice mientras yo tomo otro cojín y luego la golpeo.

Así comenzamos con una pelea de almohadas mientras reímos y corremos por toda la casa.

****
Bueno, este ya es el final de la maratón.

Qué les pareció el capítulo? Les gustó? Chris y Dulce ahora están en el DF, qué creen que pase?

Espero que les haya gustado!

Las quiero!💖
Besos!✌😘

La Misión Secreta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora