Comienzo

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Adam Young no era una persona que creyera mucho en el destino, porque él sabía que muchas fuerzas movían los hilos de las personas.
Adam Young no creía ser un chico tonto ni mucho menos alguien que se dejara engañar fácilmente.
Y definitivamente, intentaba con todas sus neuronas diabólicas entender porque su amigo creía que un bate de béisbol sería suficiente contra él.

Para entender lo que sucede, debemos remontarnos veintiún años atrás, cuando en la orden satánicas de monjas, la Hermana Mary Loquacious cometía el único error para el cual no se habían preparado.
Tres bebés, un gran problema.
Warlock Dowling, Greasy Johnson y Adán Young, esa fue la ecuación que detonó el porqué de esta historia. Aunque bueno, Greasy no estaría presente más que como un simple bebé perdido.

Cuando Adam Young cumplió quince años, entendió porque sus padres sonreían al mirarse, reían a escondidas en la cocina o simplemente se besaban cuando creían que nadie los estaba viendo. Ellos se gustaban, se amaban profundamente y él comprendía que encontrar eso, era sumamente difícil por cómo estaba el mundo.
Sabía además, de la boca de Brian, que al parecer a Pepper gustaba de uno del grupo, ¿Pero quién? No creía ser él ya que discutían constantemente, Brian, era muy idiota para el gusto de su amiga y por último, Wensleydale... ¿Wensleydale?
No entendía cómo funcionaba eso del amor y trataría de evitarlo por un buen tiempo.

Cuando Adam cumplió diecisiete años, un gran regalo envuelto en papel blanco llegó a sus manos por un repartidor algo extraño, aunque muchas cosas eran extrañas desde sus once años.
Así que no se alarmó al ver la firma del presente, Aziraphale y Crowley le enviaban sus mejores deseos con un presente de una extensa serie de Sherlock Holmes y unos paquetes de cigarrillos con sabor a manzana, sin duda, ellos lo querían.

En su cumpleaños número veintiuno, se encontraba con sus compañeros de universidad en Oxford en una entusiasta competencia de quien podía beber más sin desplomarse, algo que se le daba muy bien con ciertos dones demoníacos.
Con un cierto grado de alcohol y Queen sonando en el fondo, Adam salió del departamento hasta uno de sus balcones donde encendió un cigarrillo de manzana, detalle que había descubierto al terminar la última cajetilla, estos volvían a aparecer, lo que le ahorraba un buen dinero.

Estaba feliz de cumplir un año más sin haber muerto en alguna extraña -y sobrenatural- circunstancia, pero sentía que algo no iba bien, no como un presentimiento de algo extraño, algo mucho más natural que eso, se sentía solo.
Brian, su amigo más leal estaba viviendo en América donde había abierto la más grande heladería de su Estado, por lo que simplemente se hablaban por video chat. Pepper, que había entrado a estudiar en la universidad de la reina Mary en Londres lo llamaba de vez en cuando contándole anécdotas de los pacientes que tenía que atender y finalmente, Wendsleydale, seguía en el pueblo donde había abierto una cafetería con ayuda de sus padres -no muy felices-, pero sin duda era el mejor haciendo cupcakes.
Le dio otra calada a su cigarro pensando en ese extraño sentimiento que no lo abandonaba ya hace varios meses.


Cuando Warlock Dowling cumplió once años, sabía que había tenido la mejor fiesta de cumpleaños del lugar, ninguno de sus amigos -o mejor dicho, solo compañeros- habían tenido una guerra de comida y eso lo posicionaba como el mejor dando fiestas, porque eso era lo que su padre le había enseñado, debía ser el mejor.

Cuando Warlock cumplió diecisiete, no se sorprendía al estar sin sus padres en la mansión con un pastel horneado por su tutor Cortese, que tenía algunos pedacitos faltantes, obra de su otro tutor, Harrison. Ambos lo habían acompañado ese día, Cortese, le había obsequiado un libro de magia con una suave sonrisa, mientras que Harrison le regaló una gran guitarra eléctrica de color azul metálico, juntos lo abrazaron deseándole buenos presagios para su último año de escuela, juntos le cantaron y le aseguraron que sus amigos tenían muchos regalos para él, pero él sabía que no era así, ¿Cuáles amigos?

En su cumpleaños veintiuno las cosas no iban mejor para el joven Warlock, que en un viaje de último momento, dejó su hogar en América junto a sus padres emprendiendo rumbo hacia Londres, donde su abuela lo esperaba para despedirse de él y su familia. Ese día, cuando ella se despidió besándole el rostro, pidiéndole que se cuidara y por sobre todo, que fuera feliz, entendió cuan valioso es el tiempo y como lo estaba desperdiciando en tutorías y cursos diplomáticos que odiaba, incluso, podía asegurar, que él se odiaba tanto como esos cursos.

Buenos Presagios y un poco de VinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora