Presente

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Aziraphale miraba con gusto, como un grupo de jovencillas entraba a su librería con verdaderas intenciones para comprar –seguramente- algún libro de romance, que estaban siendo vendidos con mucho éxito desde que los había traído por recomendación de Crowley, al cual tendría que darle las gracias más tarde.

 Mientras sus ojos azules paseaban por sus estantes y clientes, tratando de encontrar a alguien al cual ayudar, sus ojos chocaron con una cabellera oscura atada en un medio moño, un traje de azul oscuro y unas manos pálidas, sosteniendo un libro que él conocía bastante.

 -¿Disculpa? ¿Puedo ayudarte?

 -Oh no... yo solo...

-¿Te interesa la magia?

-Bueno sí, yo...

Ambos chocaron la mirada y Aziraphale no pudo evitar soltar un jadeo ahogado al reconocer esos pillos ojos verdes que confundía con el gris del cielo nublado.

-¡Joven Warlock!

-¿Disculpe?

El joven entrecerró los ojos, tratando de recordar esa voz, ese rostro, había algo en él que resonaba en lo recóndito de sus memorias.

-Oh santo cielo, no espero que me recuerdes –Comentó Aziraphale entusiasmado- eras tan solo un niño cuando nos conocimos y bueno... me fui mucho antes de que puedas record-

-¡Eres... eres el hermano Francis!

-¡Sí, soy yo!

El ángel estaba dichoso, ver al jovencito que alguna vez creyó que era el anticristo trajo muchos buenos recuerdos en su mente, muchos de ellos relacionados a un niño de cabello oscuro corriendo por los jardines tratando de cazar caracoles y mariposas, tropezando, hurtando flores para regalárselas a su madre... como había disfrutado cuidarlo y enseñarle. Sin embargo, un poco de culpa floreció en su pecho, luego de que él y Crowley descubrieran que no era el verdadero anticristo, no habían ido a ver al muchacho nunca luego de su onceavo cumpleaños.

El joven, que ya no era más un niño, lo miraba boquiabierto con el libro de magia entre sus manos.
-¿Có-cómo estás? Digo... ¡estás muy grande! Yo... -Aziraphale, sentía como su pecho se apretaba con un gran sentimiento de amor y afecto, ver al niño que alguna vez había corrido a abrazarlo y entregarle coronas de flores había llenado sus ojos de lágrimas que amenazaban con caer.

-U-usted está... muy diferente... no, no es como lo recordaba... -Warlock dejó el libro a un costado y paso una de sus manos por su propio rostro sin creer con quien se había encontrado.

El hombre que lo miraba, era tan distinto al hermano Francis que tenía en sus recuerdos. Éste hombre, vestía un impecable traje color crema, no una chaqueta desgastada con un sombrero roto, tenía un sano color de piel, sin quemaduras del sol y sus dientes, oh aquellos dientes de los que reía de niño, ya no eran más que una brillante y bonita dentadura.

 -Oh bueno... muchas cosas han cambiado... -Soltó Aziraphale indeciso, ¿Podía abrazar al joven sin que este creyera que esto fuese extraño?

 Antes de que pudiera decidir, el joven lo abrazó con fuerza, tanta fuerza que lo hizo trastabillar.

-¡Oh me alegro mucho de verlo, Francis! ¡No sabe cuánto lo extrañé cuando se fue de mi hogar!
Y sin más, Aziraphale no pudo con la alegría y la culpa, dejando escapar sus lágrimas devolviendo el afectuoso abrazo.

 -Creí... estuve muy molesto cuando dijeron que se había ido, pero luego me dijeron que usted mismo había renunciado... ¿Por qué? –Preguntó el varón abrazándolo.

Buenos Presagios y un poco de VinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora