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Jungkook bajó del auto con cuidado y observó con detenimiento y curia. Una enorme y preciosa casa esperando por él.

Era amarilla, con decorados en cedro, una gran puerta y ventanales de cristales.
—Papá Jimin, ¿Yo puedo vivir aquí?— preguntó inocente, el pequeño azabache.
—¡Por supuesto que sí, Jungkookie! Esta será tu nuevo hogar, para siempre.—Respondió esbozando esa característica sonrisa que sólo Jimin podía dar, cálida y acogedora.
—¡Finalmente, la familia está completa!— Avanzó Yoongi a ellos. —¿Quieres ver tu habitación? Aún debemos pintarla y comprar muchas cosas, no queríamos adelantar nada para que todo fuera a tu gus—
—¡Sí quiero!— Entró corriendo dentro, prestándole la máxima atención a todo lo que veía. Había fotos de sus papás en la sala color helado de vainilla, y un gran televisor. El sonido de una cámara lo distrajo, sonrió para Jimin que tomaba montones de fotos de Jungkook por todos lados.
—¿Dónde es mi habitación?— preguntó curioso.
—Es arriba, ven— tomó la mano de Yoongi y subieron juntos las escaleras.
—¿Te gusta? ¿Qué color crees que quede bien? Jimin estuvo limpiando y buscando muebles todo el día en Internet—
Jungkook abrazó una de las piernas del pálido hombre. Con los ojitos llorosos.
—¿Qué es lo que pasa, Jungkookie?—
—Gracias por salvarme del monstruo, papá—

Pero esa batalla no terminaba aún.

¡Min Yoongi, quiero hijos!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora