Rosas III: Tonos Cálidos

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¡¡¡¡Hola!!!! He regresado después de mucho tiempo, lamento la demora.

Espero que lo disfruten y disculpen si hay faltas ortográficas, ya luego me haré cargo.

Muchas gracias por leer.

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Izuku se encontraba en aquel parque, aunque ahora le parecía monocromático y solitario, su cabeza daba mil vueltas. No sabía exactamente que sentía era una mezcla de tristeza, decepción, dolor... ¿Para qué querría las rosas?

—Si me disculpa debo marcharme. —Sin más el hombre se marchó.

Aún seguía en el parque, mas sus divagaciones lo mantenían perdido de la realidad. Sin embargo, debía volver a su hogar antes de romper en llanto, aquella tarde le pareció la más fría de su vida llena sensaciones inefables entremezcladas con cientos de dudas. ¿Qué haría esperaría al semi-albino? A caso eso no era demasiado ingenuo.

Al llegar no pudo hacer más que dejar el ramo sobre la mesa y correr hacia su cama a refugiarse en sus sabanas, al mismo tiempo que abrazaba fuertemente el suéter que nunca le devolvió a Shoto, podía sentir el tenue olor de su fragancia que se mantenía impregnado en la prenda. Sin más solo dejo fluir toda su tristeza a través de sus ojos, notaba como se humedecía su almohada debido a sus sollozos y llanto ahogado. Se había prometido así mismo no volver a llorar tras lo ocurrido con Katsuki Bakugo. No volvería a ser débil.

El tiempo pasa increíblemente rápido, como hojas secas que se lleva el viento. Las lluvias tenues y frías de primavera habían quedado ya en el tiempo. El peliverde se prometió a sí mismo que solo esperaría a Shoto hasta que cayese el último pétalo de las rosas que recordaban a su amado. Actualmente, los colores naranja y amarillo se apoderaban de estación y los vientos fríos de otoño volvían. Hacía mucho que las rosas habían muerto. Su decisión era irreversible y aunque si bien es cierto no se encontraba con nadie, tampoco anhelaba ver al chico de la cicatriz como lo fue hace un par de estaciones.

Desde un mes atrás trabajaba en una librería, se sentía cómodo allí en compañía de los libros y de la música clásica con tonadas pacíficas de fondo que siempre mantenía ese lugar, su alma se deleitaba con este ambiente. Quizás una parte de el se resignó a que no se volvería a encontrar con Shoto e inclusive ya no frecuentaba el parque, donde todo inicio, como la hacía las primeras semanas con la fe de encontrar allí al joven de aspecto serio.

—Midoriya-san

No hubo respuesta.

—Midoriya —dijo con voz Yaoyorozu, fuerte la encargada del negocio.

—Ah...ah...ah s...sí —titubeó un poco.

—Tienes la tarde libre.

—Pero ¿Qué?

—Tengo una cita con un amigo, así que cerraremos por hoy.

—Puedo hacerme cargo solo, no tienes por qué cerrar la tienda. —Respondió tranquilo.

—Tómate el resto del día. —la chica sonrió. —Aprovecha y descansa.

—Está bien.

Luego de un rato Midoriya estaba listo para irse de la tienda, pero su jefa lo detuvo y le obsequio un libro o más bien un diario. Era simplemente hermoso, de color vino con letras doradas y detalles en color dorado, sus paginas de un bellísimo color café pálido semejando a la de los libros antiguos. En la portada destacaban rosas que enmarcaban las esquinas. Con solo verlo Izuku sabía que era bastante costoso.

—Lo siento, pero no puedo aceptarlo.

—Midoriya, aunque desees devolvérmelo no puedo tomarlo, ya que el obsequio no es mío.

—A qué te refieres.

—Llegó el día de ayer luego de que te marcharas, además creo que deberías al menos abrirlo.

Así lo hizo. La primera página decía con una hermosa caligrafía

"Al final, el destino nos lleva de nuevo a donde fuimos felices

quizá mil rosas no sean suficiente, sin embargo,

estamos atados por un hijo de color escarlata como el de las

rosas."

Reconoció de inmediato la caligrafía y le preguntó por el remitente a su amiga, a lo cual respondió que no sabía nada al respecto, ya que llego a través de un servicio de entrega. No tenía más pistas sobre Shoto, pero en su cabeza resonaba "donde fuimos felices". Sin decir más corrió al parque. A sus espaldas solo quedó una Yaoyorozu con sonrisa culpable diciéndose para sí misma "Te debía una Todoroki, me alegro que hayas encontrado con quien ser feliz."

Izuku corría tan rápido como podía. Al llegar al parque estaba tan agitado que se detuvo a respirar, aspiraba fuertemente y en su estomago mis mariposas revoloteaban de nuevo, qué acaso no se había decidido a olvidar ya a Shoto. Se tomó rumbo a la banqueta donde siempre se encontraban y esta estaba llena completamente de rosas, más de las que había visto en toda su vida, buscó por todas partes a su amado, pero no había rastros de él.

—Onii-chan. —Dijo una niña que le acercaba un sobre.

La carta decía: "Aún es pronto para encontrarnos, sin embargo, te dejo estas rosas. Son mil, quería darte una por cada vez que te pensé, cada vez que te extrañé, aunque ni todas las rosas del mundo representarían la falta que sentí con tu ausencia. Pd: Las rosas serán llevadas a tu casa, pero antes busca la más grande."

Así lo hizo, casi al centro había una majestuosa rosa de un tamaño que duplicaba a las demás y al sacarla noto como en su tallo estaba atado, por una pulsera roja, un sobre muy pequeño. La dedicatoria citaba "Tengo un hilo rojo en mi derecha, es un pacto", esto basto para que se anudará su pulsera en la izquierda.

—Así que aceptaste mis sentimientos, a pesar de que tardé demasiado en volver.

Conocía esa voz, sabía perfectamente de quien se enontraba a su espalda, solo dejo caer una lágrima.

Rosas [TodoDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora