Rosas II: Un efímero encuentro

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     Luego del efímero encuentro entre el taciturno peliverde y el chico con heterocromía, ninguno pudo continuar su vida con total normalidad, algo en ellos cambio, ese algo inexplicable. Cuando sus miradas chocaron, sus mundos también lo hicieron, y en cada uno surgió un extraño anhelo. Fue como si hubiesen encontrado algo único en el universo. Un indescriptible sentimiento que se grabó en ambos. Serendipia sería la palabra más acertada para describir lo que sentían.

     El chico esmeralda observaba embelesado el ramo de rosas, aunque algunas ya empezaban a marchitarse. Cada una de ellas le parecía grata a la vista e indudablemente le recordaban al chico misterioso que se las obsequió. Ahora se encontraba inmerso en un abismo de dudas sobre quién podría ser joven de mirada bicolor. Mientras tanto el chico de la cicatriz se miraba en el espejo, tratando de averiguar que causó las extrañas sensaciones cuando estuvo cerca del joven peliverde. ¿Por qué actuó de tal extraña manera? Desconocía que fue lo que le sucedió, sin embargo, estaba casi seguro que no sería ninguna enfermedad pues lo síntomas no se presentaron desde ese memorable día.

     El singular encuentro desarrolló en su interior un nuevo sentido -de necesidad, quizás-. Era como si estuvieran condenados a buscarse una vez más. Ambos tenían el presentimiento de que si volvían a encontrar podrían aplacar aquella sensación que existía en lo más profundo de sus almas. Pero ¿cómo se encontrarían de nuevo? No sabían nada del otro, solo existía una mínima posibilidad de reencontrarse, cuya única pista era el dulce donde todo inició.

     Y así como muchos otros días se encontraba el peliverde sentado en el mismo lugar, aquel lugar donde recibió rosas. De nuevo tan sumergido en sus pensamientos que le resultó imposible notar el ameno ocaso tiñendo el cielo. Una tenue luz emanada por un foco enmarco frente a él a un chico de cabellos similares a las rosas que le obsequió, esos mechones rojos y blancos tan únicos. Sus miradas se cruzaron como si hubiesen hallado el más valioso tesoro. Entonces el resplandeciente Helios desapareció y el vehemente deseo de escuchar al otro los obligo a pronunciar algo, así se quebró el silencio.

—Hey. —Dijo con una brillante y temeroso sonrisa el chico esmeralda.

—Hola. —Respondió con una pequeña sonrisa involuntaria casi invisible, pero que el peliverde notó.

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