Shiro y Keith

271 14 1
                                    

Abrí los ojos hinchados y enseguida, sonreí. Había pasado de verdad, podía sentirlo no sólo en mi cuerpo, si no, en toda mi alma. Por primera vez me sentí pleno, con un nuevo deseo que no sabía que tenía. Estiro los dedos de los pies preguntándome cómo podía vivir sin esto. Los ojos me picaban por estar despierto toda la noche. La espalda me mataba y no se diga las caderas. Me ardía las zonas en donde la boca de Shiro había estado. Pero todo ese dolor era tan bienvenido que lo invitaba a quedarse por toda la vida.

Parpadeó lentamente y tardé unos minutos en darme cuenta de que no había nadie a mi lado. Me incorporé de golpe ignorando el dolor agudo de mi cuerpo quejándose ante el reflejo repentino. Entré en pánico y se me llenaron los ojos de lágrimas con el pensamiento de que estaba soñando otra vez y mi mente está jugando conmigo haciéndome creer que este dolor es real.

Me vuelvo a dejar caer en la almohada y doy la vuelta. Justo al lado de la cama, está Shiro. Un Shiro de carne y hueso haciendo lagartijas en el suelo de madera. Me muerdo los labios y no puedo dejar de ver la escena de sus músculos contrayéndose, el sudor corriendo por su piel y sus pantalones cayéndole por las caderas. Conocí cada línea y bulto de su cuerpo hace unas horas. Ese cuerpo ahora me pertenecía.

—Ciento cuarenta y siete...

Apoyé mi cabeza en mi mano, las ganas de correr a abrazarlo se desvanecieron recordando que mis brazos habían estado por sus musculosos hombros más de 8 horas.

Shiro siguió subiendo y bajando con la ayuda de sus brazos. Tardé un par de segundos percatarme de que las marcas de anoche estaban presentes y latentes ahí. Rasguños en su espalda, marcas de mordiscos y hematomas en su cuello. Estiro un brazo para estudiar las marcas de sus dedos en mi piel, luego vi mi torso igualmente explorado por sus labios y visiblemente notable. Y sin contar su esencia personal aún en mi pecho y dentro de mí.

—Ciento cincuenta... —Shiro cuenta en susurros rápidos y cambia de dos manos a sólo una. Siento que podría ver esa escena por años, hasta el fin de los tiempos.

Shiro por fin nota mi mirada y se levanta rápidamente.

—Keith —exclama con una sonrisa radiante en el rostro, de alguien que acababa de hacer el amor—. Lo siento, ¿te desperté?

—¿Nunca duermes?

—Sólo cuando te tengo entre mis brazos —dice con sinceridad antes de inclinarse y besarme—. Pero supongo que me he acostumbrado a la rutina. No dejé que el horario terrestre me abandonara.

Echo un vistazo al ventanal que llega hasta el techo y noto que aún hay estrellas en el cielo manchado de nebulosas violetas. Suspiro y sacudo mi cabeza cuando pensamientos de vivir aquí llegan a mí como estrellas fugaces.

—¿Qué piensas? —Shiro toma mi mano y se la lleva a los labios.

—Nada importante.

—¿Es así? —Su semblante cambia de feliz a nostálgico y comienza a jugar con mis dedos—. Lo siento tanto —dice—. Debiste estar tan desolado cuando me fui. Ambas veces, soy un egoísta.

—No —replico sentándome al borde de la cama—. Eres un espíritu libre, y no puedo detenerte de eso.

—Pero yo no puedo seguir si tú no estás a mi lado de hoy en adelante.

Miro a Shiro directo a los ojos. Shiro se arrodilla para seguir tomando mi mano y mirarme al mismo tiempo.

—Estar lejos de ti me hizo darme cuenta de que puedo vivir sin ti, pero verte después de estar tan lejos me hizo darme cuenta de que espero nunca tenga que hacerlo.

—Ya no lo hagas.

—¿Me dejarás quedarme contigo?

—¿Quieres quedarte conmigo?

The Only Boy In The Galaxy | VOLTRONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora