Introducción

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La muerte siempre fue mi fiel compañero, no sé porque desde los inicios la sentía tan cercana a mí. Desde el tacto helado de mi padre, la misteriosa serenidad de mi madre y la protección que me brindaba mi hermana mayor. En todo eso la muerte se asomaba y cantaba mi nombre, no como una amenaza, no, más bien como un viejo amigo que se preocupaba por cada paso que daba. Ahora creerás que estoy loco, pero me dejo de importar lo que opina la gente de mi desde hace tiempo, algunos me dicen que tengo un alma vieja y que pareciera que he vivido más cosas de las que digo, otros ni siquiera se atreven a acercarse a mí por mi mirada de pocos amigos que ya manejó a la perfección para alejar a la gente.

Es que, yo sólo quiero encontrarme con mi amigo la muerte pero parece tardarse en recogerme.

-Di Angelo-no me acordaba de como se llama esa chica, pero ella recibía el correo en ese pequeño edifico. -Te llego una carta de tu padre- se acercó a mí para entregarme un sobre rojo, sellado y con una pulcra letra al frente... Ese viejo siempre le gustaba ser extravagante.

-Gracias- conteste secamente y tome la carta.

Saque las llaves de mi bolsillo para abrir la puerta de mi pequeño departamento y encontrarme con mi desastre al verlo por dentro. Ropa negra por todas partes y muchas cajitas felices de McDonald's "Debo dejar ese hábito" pensé al ver la pila de los juguetes que varias veces me gastaban una mala broma al tropezarme a medianoche con ellos.

-Veamos, que basura escribiste hoy- alce la carta y aventé mi mochila a un sillón que tenía un muñeco de acción, del cual no recordaba el nombre.

Abrí la carta rompiendo el sello descuidadamente y dejando caer el sobre a una papá frita de color verdoso que se encontraba en el suelo.

-Me pregunto cómo no he muerto aún- comente como si la papa fuera un ser vivo.

-Lo que sea- desdoble la carta, y me encontré con la letra pulcra de mi padre "si viera el desastre de mi departamento le daría un infarto" solté una risita por ese pensamiento, una risa que sólo yo podía escuchar y nadie más, así debían ser las cosas.

Comencé a leer la dichosa carta;

"Nico ¿qué tal te esta yendo con tus estudios? Espero muy bien, he querido ir a visitar Italia de nuevo, pero he estado muy ocupado los últimos días, espero y me perdones.

Iré directo al grano, te puedo conseguir un lugar en una escuela americana y seguro en este momento pondrás esa cara de niño amargado que tienes, pero quiero que vivas conmigo y Hazel, tu media-hermana... Realmente desea que seamos una familia, haya en Italia estas muy lejos de nosotros y comprendo que es el país donde naciste, pero ¿no recuerdas a tus amigos americanos? Percy Jackson por ejemplo..."

Detuve mi lectura en ese momento, una escena de ese joven con hermosos ojos verdes invadió mi cabeza "¡Salte de mi cabeza!" ¿Cómo se atrevía mi padre a darme como referencia ese chico en específico? Yo volví a mi tierra natal para no torturarme más por el enamoramiento estúpido que tenía por ese joven. Además de otras cosas, pero sin duda alguna él era una de las principales.

"Regresa, vuelve a confiar en mí,

Mi dispiace, per favore.

-Alecto di Angelo"

Cerré los ojos un momento, ¿por qué quería curar el daño ahora? Ya había pasado hace tanto tiempo, esas cosas que me hicieron ser este chico cerrado, frío y misterioso ¡Años de aquellos acontecimientos! Aventé la carta a la mesa y por el enojo me dieron ganar de devorar una hamburguesa de McDonald's, maldito hábito, por eso no crecía más, estaba todo enano y flacucho, sorpresivamente no era como un niño gordo, si no todo lo contrario.

Buscando una... segnaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora