Tengo el corazón roto. No está hecho añicos ni se ha partido en mil pedazos. Está resquebrajado tan adentro que no se ve. Y no, no sirve una puta tirita para arreglarlo. No es un corte en la rodilla y no se le pueden dar un par de puntos y mandarlo a casa. Porque está tan roto que pienso que no tiene cura, que nunca volverá a ser el de antes, que yo no volveré a ser igual. Pero las cicatrices, esas invisibles que solo tú sabes que tienes, hacen el carácter. No hacen a la persona, pero marcan sus decisiones, para bien o para mal.
Por eso no quiero tu puta tirita, ni un par de puntos mal dados ni todo el botiquín. Quiero aprender a amar mis cicatrices, porque no volveré a ser igual que antes. Porque sé que marcarán mis decisiones. Me gustaría descubrir cómo reaccionará mi nuevo y resquebrajado corazón cuando alguien lo hurgue. Ahora sé que me duele y mañana escocerá, al día siguiente quizás solo pique. Así hasta que me olvide que está. Ojalá olvidar que existe.
Te hago una propuesta. Húrgame la herida hasta que me sangre.
ESTÁS LEYENDO
Microcuentos para pensar el rato [COMPLETA]
De Todo20 relatos sobre amor, desamor, vida, muerte y otros menesteres. Basado en los hechos reales de vidas ficticias. Quizás descubras a través de éstas que ya no hay nada que hacer. O tal vez que nada está perdido, solo espera a que no lo busques. Y bie...