Capítulo 2: El secreto deja de serlo

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Mientras, Manuel estaba sufriendo un dilema moral. No quería dejar al pueblo sin alcalde a la espera de una dictadura, Sabía que la policía no encontraría a su hija, pero tenía esperanza o eso se decía a sí mismo. Manuel era muy amigo del profesor de plástica de Paula, se puede decir que gracias a él, Sergio, Paula
había entrado a ese instituto. Manuel y Sergio se conocían de pequeños, eran vecinos y nunca se separaban. A Manuel le tentaba la idea de ir a contárselo todo a Sergio y poder llorar en su hombro, pero si lo hacia lo más probable es que perdiese a Paula y el pueblo.
Al día siguiente Manuel recibió dos llamadas: una de María y otra mía. Yo había estado toda la tarde intentando contactar a Paula, cuando vi que no respondía ni a los mensajes deduje que la habían castigado, y llame a Manuel.
- Hola Manuel, soy una amiga de Paula - dije cuando escuche que había cogido la llamada.
- Ah sí, hola - respondió Manuel algo indiferente.
- Bueno… es que la he intentado llamar toda la tarde y no lo cogía, ¿la has castigado? - Le pregunte algo nerviosa. ¿Porque estaba el alcalde actuando tan
raro?
- Si, si la he castigado por…. no recoger su habitación- dijo no muy seguro, luego añadió- ¿Necesitas algo?
- Solo iba a preguntar qué deberes había, pero no se preocupe.
- Hasta luego – dijo con sequedad.
- Adiós.
Manuel colgó y una lágrima recorrió su mejilla. Esperaba que los alumnos no pensaran nada raro cuando Paula no fuese al colegio ese lunes.
A continuación llamo a María, ya que el alcalde había recibido una llamada de la policía en el medio de la mía.
María parecía muy alarmada cuando al coger el teléfono dio los buenos días, sin esperar un
saludo de parte de Manuel:
- Se han reportado tres secuestros mas, no sabemos si están relacionados pero todos son más o menos la misma edad que Paula.
- Gracias por informarme, supongo que no habéis encontrado signos de mi hija ¿no?- pregunto el alcalde sin mucha esperanza.
- No. Señor torres, ¿quiere que contemos al público los secuestros?
- Preferiría que todavía no se comunicase el tema a la gente, a menos que por alguna razón las familias lo quieran distinto.
                               ***
Unos días después de esas llamadas, los nervios del Alcalde, la policía y algunos padres estaban constantemente a flor de piel. Los alumnos veían las tristes
miradas de sus papas y mamas cuando, con sudor frio recorriendo sus espaldas se veían obligados a decirles adiós a sus hijos antes de que entrasen al colegio.
Esto era los que todavía no habían presenciado desapariciones.
Manuel no sabía que había hecho mal. Había seguidos todos los pasos. A lo mejor no debería haberle dicho a la policía que Paula había sido secuestrada, debería haber mentido a los profesores y decir que Paula estaba mala. El caso es
que era el 29 de octubre y habían desaparecido casi toda la clase de Paula. Yo no, estaba segura en mi casa. Al menos todavía. Aunque sabía bastante bien lo
que estaba ocurriendo. Con tanta inseguridad los habitantes pedían entre
sollozos explicaciones al alcalde, el cual no tenía respuesta e intentaba
reconfortar a la gente ocultando las lágrimas de sus ojos.
Manuel estaba desesperado, y una noche después de haber tenido unas
bebidas de más después del trabajo en el que no consiguió nada, decidió
contarle a alguien sobre la carta que había recibido. Se dirigió a casa de Sergio y
mientras envió un mensaje a María comunicándola que fuese a casad de su
amigo, cuando los tres estuvieron allí, Sergio y María se dieron cuenta de que el
alcalde estaba borracho. Se dice que los borrachos nunca mienten pero aun así
cuando el profesor y la inspectora escucharon el relato de Manuel no sabían si
reír o llorar, si creerle o no, si alarmarse, o mandarle a la cama.
- Manuel, esta semana ha sido muy difícil para ti, nada de lo que está
ocurriendo es tu culpa- intervino Sergio mientras daba un largo abrazo a su amigo.
- A veces pasan secuestros seguidos en ciudades sin mucha razón, seguro que están todos a salvo y los veremos pronto.- intervino la policía para
reconfortarle.

María acompaño a Manuel a su casa y cuando le dejo tumbado en la cama, ya roncando decidió buscar la cata. No fue muy difícil encontrarla, es lo que el señor Torres usaba de marca páginas en su libro. Estaba leyendo ‘Frankenstein’, pero desde que llego la carta estaba en la página 204, no había avanzado. Esto era porque leía más él marca páginas que el libro en sí. Cuando María se decido a buscar la carta lo hizo con la esperanza de que no hubiese tal cosa. Pero ahora se le cayó el mundo a los pies.

Había que actuar.

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