Capítulo 7: La reina abeja
No sé cuánto tiempo llevábamos ahí encerrados, nos habían asignado
habitaciones, eran bastantes cómodas y los baños parecían de hotel, la comida
estaba deliciosa: todo contribuía a que estuviese aún más sorprendida por el
hecho de que nos hubieran secuestrado. El primer día, la chica que vino,
entonces aprendí que era dura, estaba al mando y parecía despreciarnos
aunque si la hacías caso era buena contigo. Cuando ya nos soltó de las cuerdas
empezó a relatarnos lo que pasaba.
-No os hemos secuestrado para haceros nada malo, así que no hay ninguna
razón para que temáis por vuestra salud. Dentro de poco: el tiempo que dure se
decidirá respecto a vosotros, esto se terminará. Y lo que vais a hacer en este
tiempo será trabajar... - hizo una pausa (que dramática es)- ¡Por la causa!
Al mismo tiempo que hablaba empezó a abrir unas bolsas que había al lado de
la mesa grande y redonda donde comemos. Mientras metía la mano para sacar
lo que sea que había dentro vi el miedo en las caras de mis compañeros.
Continuó:
-A mí me podéis llamar 'jefa'- se rio- para vosotros soy la reina abeja.
Empezó a sacar unos trajes iguales que los suyos y los repartió por toda la sala.
Cuando nos dieron el traje, en ningún momento se me pasó por la cabeza que
nos fuesen a rapar también:
Me di cuenta una semana después de Halloween en el dormitorio de las chicas
-Amanda Torres – dijo un entrenador
La recién nombrada le siguió.
- ¿Porque la habrán llamado? - dijo una voz detrás de mí, una voz que conocía
muy bien.- ¿¡Paula!?- grité sin poder aguantar las ganas.
- Amiga - desde hacía un tiempo me llamaba 'amiga'. A mí me solía molestar
mucho, pero en ese momento no me importo.
Vino hacia mi corriendo y la levanté, en ese momento pensé que a pesar de
todo no estaría sola.
-Paula Fernández- alguien nos interrumpió.
- Solo espero que el pelo lo donen, lo tienes tan largo que si se usa en pelucas
ganarías un pastizal- me susurró al oído antes de irse, y entendí que seguía
siendo la misma de siempre.
La hija del alcalde siguió al entrenador que acababa de dejar a Amanda en la
sala, cuando andaba hacia su cama se podía ver el dolor en sus ojos, las niñas
pequeñas empezaron a llorar. La habían rapado toda la cabeza.
Nos empezaron a llamar uno a uno a una habitación donde no había estado
todavía, llamaron a los más mayores primero y vimos como volvían sin pelo en
la cabeza, nosotros consolábamos a los niños pequeños. Para el momento en el
que todos los secuestrados fueron rapados, nosotros estábamos igual en
imagen y semejanza a la reina abeja. Ahí fue el verdadero inicio de todo.
En el curso de los tres meses aprendimos a hacer todo tipo de cosas, gracias a
dios los más pequeños no tuvieron que hacer ningún trabajo duro. Al principio
iban a clases (guardería) impartida por ellos donde les enseñaban sus ideales y
lo que iban a hacer cuando estuviésemos lo 'suficientemente preparados', se lo
contaban como si fuese un juego y los chicos y chicas de cinco años no pudieron
hacer nada para impedir el síndrome de Estocolmo. En noviembre las clases a
los bebes las dábamos nosotros en contra de nuestra voluntad, aunque he de
decir que dar clase a niños pequeños era mucho más divertido, y menos
estresante que otros quehaceres en la guarida...
A los que teníamos más de diez años y menos de 17, Paula y yo entre otros, nos
enseñaban distintas actividades: tiro con arco, escalada, a cazar (sin animales), a
crear explosivos, armas, a disparar, correr, saltar... Los mayores también íbamos
a clase
La reina abeja nunca daba clase, los entrenadores, con los que estábamos más
en contacto tenían menos anillos que ella y parecían normalmente mayores.
Como suele ocurrir, algunos eran majos (a pesar del hecho de que nos habíansecuestrado) y otros eran muy estrictos. El que tenía más 'poder' de los
entrenadores era un chico de alrededor de treinta años, estaba cojo de una
pierna, era muy pequeñito y de hombros anchos. No sabía su nombre (ni el de
cualquiera de los entrenadores) pero era amable con nosotros.
Lo que me daba verdadera curiosidad, era, no el porque nos habían
secuestrado, si no todos esos símbolos que se podían ver por todas partes, en
los anillos, en las paredes, a veces en los cuadernos que nos daban, y una vez vi
uno en un cubierto. A nadie más parecía molestarle eso. Una noche, seria
noviembre, aunque contar los días era muy difícil en aquel sitio, estaba
hablando con Paula con la luz apagada.
- ¿Crees que nos van a dejar aquí para siempre? - me preguntó.
- No lo sé, no creo, si hacen todo esto por nosotros tiene que ser con algún fin -
- Oye, que a lo mejor les gustan mucho los niños y no los pueden tener –
susurró Paula y me reí por lo bajo.
- Paula, ¿tú has visto esos símbolos? – la dije con curiosidad.
- ¿Los que tienen en los anillos? -
- Si, pero no solo en los anillos. Los he visto por todas partes, no puede ser solo
decoración, tiene que tener algún significado, ¿tú qué crees?-
Espere su respuesta, pero la hija del alcalde se había quedado dormida.***
Supe que había llegado navidad. Tampoco es que fuese muy difícil deducirlo, los
calcetines rojos, estrellas, y muérdago hacían que la guarida (como habíamos
llegado a llamarla Paula y yo) pareciese menos aterradora. Era difícil decir si los
entrenadores estaban de mejor humor, pero la reina abeja estaba más animada,
y se notaba.
-¡Navidad, Navidad, dulce Navidad, es un día de alegría que hay que celebrar!...
Nos miró expectantes mientras un grupo y yo poníamos la mesa.
-¡Eyyy!- respondimos contrariados.
Por mucho que los días que estaban cerca del año nuevo fuesen una época feliz,
yo no lo estaba y dudo que fuese la única, porque en un pueblo así, como Illánde Águila, siempre pasábamos las navidades en familia y nos habían arrebatado
a nuestros padres. Pero algo hico que mis pensamientos dejasen de estar
atormentados por la añoranza a mi madre: había dos nuevos...
- Como habéis sido tan buenos os voy a traer un regalo de navidad- anunció la
reina abeja sonriente.
- Redoble de tambor por favor- añadió como si fuese obvio.
La hicimos caso, y aunque había algunos niños que estaban asustados la
mayoría estaban divertidos.
-¡TACHAAN! – dijo cuando hicimos el ruido suficiente. Mientras movía las manos
entraron dos personas a la sala, ya tenían puestos los trajes y avanzaban
lentamente. Se presentaron como Lorena y Oliver, hasta ahí todo normal, eran
del pueblo, los había visto alguna que otra vez, pero no eran niños; debían de
tener más de 20 años.
Todo hasta ese momento había sido sorprendente pero cuando ellos dos
llegaron pensé que todo lo que había creído entender de la situación era
mentira y no servía de nada entonces.
Después de esa emotiva presentación como explico ella, todos comimos la cena
de navidad juntos. Explicar navidad etc.
Al día siguiente no vimos por ningún lado a la reina abeja, no era raro porque
había días que solo la veía una vez de casualidad, pero en los días siguientes
todos nos dimos cuenta de algo. Ya no estaba.
ESTÁS LEYENDO
El primero en caer
Mystery / ThrillerManuel, el alcalde de "Illán de Águila" se ve metido en un aprieto cuando empiezan a desaparecer niños del pueblo, entre ellos su hija, Paula.