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El rey fugaku, tenía costumbre de visitar a su pueblo y pueblos vecinos de vez en cuando y está no era la exención, aparte de ser una buena oportunidad de mostrarle a su hijo menor el territorio que en un futuro el gobernaría y tendría que proteger.

El viaje era tranquilo pero para el joven príncipe era "aburrido", con lo único que contaba era mirar el paisaje desde la ventana del carruaje e imaginar que va corriendo o simplemente admirar.

Cuando llegaron al primer pueblo todos los aldeanos reverenciaban y regalaban objetos, desde frutas hasta telas de seda refinadas, a Sasuke le parecía tonto el ver cómo regalaban sus mercancías, aún si era como agradecimiento le parecía tonto.
Pero más tonto era que lo hacían por obligación que por voluntad.

Así pasaron la tarde llendo de pueblo en pueblo hasta que en el atardecer llegaron al que parecía ser el último, el joven príncipe quería que esto ya acabase de una buena vez.

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Los rumores volaban cual polvo en el aire, todos corriendo de un lugar a otro, arreglándose para alguien o algo importante.

Naruto no entendía, pero sabía que el mundo ya estaba de cabeza así que decidió pregúntale a su madre, a lo cual ella respondió que el rey vendría a visitar el pueblo, él seguía sin entender, "¿que tan poderoso tenía que ser para que todo mundo estuviera de cabeza?", No le dió importancia y salió de casa antes de que su madre le dijera que tenía que arreglarse.

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- ahhh. soltó un suspiro mientras miraba por la ventana.

- que pasa hijo?

- ya me aburri cuánto falta?

- poco... Mira ya llegamos.

Bajaron del carruaje y Sasuke espero lo mismo que los otros pueblos, todos reunidos y con sonrisas pero no fue así, todos los aldeanos estaban en sus puestos atendiendo y ofreciendo sus productos.

Eso le agrado a sasuke, eso quería que su futuro reinado fuera, caminaron y los aldeanos reverenciaban a los reyes y les ofrecían de sus productos, caminaron hasta un lugar que parecía ser restaurante, ahí ya tenían sus comidas listas y cierta pelirroja miraba con ternura al príncipe menor.

Comían tranquilamente entre risas y pláticas entre ambos padres, hasta que la puerta trasera se abre y deja a la vista a un pequeño niño que subía sigilosamente las escaleras.

- qué bueno que llegas.

- vamos hijo ve a arreglarte un poco tenemos visitas.

{ El Destino Que Nos Une }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora