5. Día de sorpresas.

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Lo bueno tarda en llegar, ya saben lo que dicen.

Gracias por la eterna paciencia! ❤️

→Capítulo editado (07/04/22)








MACKENZIE.

Mientras que Kelsey, una de las niñas a las que le doy tutorías, hace sus ejercicios de matemática, me dedico a revisar mi agenda.

Me ahorro el suspiro frustrado al observar todas las anotaciones con tinta negra y cartelitos de colores pegados en todos lados. Apenas es lunes y está semana está completamente ocupada. ¿Cómo se supone que voy a encontrar tiempo de ver a Marcus este domingo si pospuse para ese día redactar un trabajo?

—¡Terminé! —exclama Kelsey y al mismo tiempo suelta el lápiz dejándolo caer sobre su hoja. Eso fue rápido. Respira hondo, exhala haciendo volar unos cuantos mechones rubios y recarga su espalda contra la silla—. Aún no entiendo porque mi mamá piensa que necesito ayuda en matemáticas. Soy buena.

Me gustaría decirle que eso me dicen todos los niños a quienes les doy tutorías. Le sonrío y me pongo a corregir los ejercicios. Al primer vistazo, detecto dos errores básicos de ecuaciones. Kelsey pone una mueca cuando me ve señalarlos con un marcador rojo.

—Va a ser una tarde larga, ¿verdad? —inquiere rendida cuando marco el quinto error.

—Síp —contesto tan abatida como ella.

***

A eso de las cinco de la tarde estoy saliendo de la casa de Kelsey con la paga en mi bolsillo. Me despido de su madre luego de quedar un nuevo horario para la semana que viene, y comienzo a caminar hacia la parada de autobús más cercana.

Me encantan los niños y enseñarles. Aunque si hay algo que detesto, son las distancias. Siempre trato de que no se vaya mucho de mi radar, pero siempre termino viajando un mínimo de treinta minutos. Tampoco que pueda ponerme muy quisquillosa, necesito el dinero.

Subo el volumen de la música porque hoy fue un día particularmente cansador.

Llego a la parada y me siento. Solo hay una mujer con ropa deportiva a mi lado. Fijo mi mirada en la calle, rogando que no se demore mucho porque necesito llegar a la residencia antes de las seis. Al cabo de un rato, me aburro y bajo la mirada mi celular para cambiar la canción. Hasta mi lista de reproducción me irrita.

Por encima de la música oigo una bocina. Elevo la cabeza por curiosidad.

Me congelo. Tiene que ser chiste.

Entrecierro mis ojos para chequear si mis ojos no están jugando conmigo.

Al otro lado de la calle, está la camioneta negra de Sawyer. De Sawyer, ese Sawyer Evans que no veo hace una semana después de esa incómoda salida al bar. Veo como su ventanilla termina de bajarse hasta que puedo ver su rostro por completo. Esboza una sonrisa.

¿Qué demonios? Pero es que... Realmente, me cuesta entender qué es lo que pinta Sawyer en una zona residencial tan alejada a la universidad.

Finalmente salgo de mi confusión, me levanto y camino a pasos inseguros hacia Sawyer. Tampoco sé que más puedo hacer. Se detuvo aquí. Me está mirando.

Una vez que cruzo la calle, me acerco a la ventanilla abierta.

—¿Qué haces aquí?

—¿Sin mentir? Vine a buscarte —contesta.

Noto que está un poco avergonzado. Aunque quizás no lo este y solo sea mi imaginación inventando cosas. No sería la primera vez.

—Uhm... —balbuceo confundida—. ¿Cómo sabes que estaría aquí?

La Conquista. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora