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Basura

¿Qué esperas encontrar en un basurero? La respuesta rápida: Basura.

Hay personas que utilizan la frase “vivir entre la basura” para hacer referencia a la vida de porquería que creen tener o al caos que encuentran al llegar a casa y encontrarse una sala de estar convertida en campo minado por los niños que llevan tus apellidos. Siempre tratamos de victimizarnos y de que la gente nos reciba con los brazos abiertos para obtener un poco de consuelo. 

Vivir entre la basura, vivir como ratas, vivir como desperdicio, ser parte de las personas que viven aisladas y que todo mundo finge que no existen. Vivir entre la basura.

El pequeño niño de no más de nueve años se hacía llamar Daniel, aunque ningún documento daba testimonio de ello, tenía cabello oscuro, ojos pequeños y vestía con los últimos ropajes que le dejaron sus padres antes de morir en medio de toda esa basura hace un par de semanas y traía consigo una figura de acción a la que le falta la mitad de la pierna y un brazo. El niño estaba solo ¿Con quién más estaría? La gente del basurero no era necesariamente la más hospitalaria ni la más interesada en adoptar a un niño, ellos tenían que preocuparse por su propio pellejo y vivir al día recolectando desechos.

No tenía un rostro bello, estaba sucio, siempre había sido alguien delgado pero ahora que nadie cuidaba de él se podían ver los bordes de la mandíbula en su rostro y unas piernas tan delgadas que en cualquier momento podrían romperse. Vestía con un suéter de estambre rojo que habían encontrado dentro de una bolsa semitransparente justo antes de que comenzaran las lluvias, sus pantalones estaban tan gastados que ya le llegaban hasta las rodillas y del calzado mejor no hablemos. Hacía varios días que las plantas de sus pies se habían llenado de llagas y cada vez que el niño daba un paso el dolor le recorría el cuerpo. Era bastante tímido, no sabía leer y no tenía a nadie con quien hablar.

Habían pasado ya dos días desde su última comida; encontró una hamburguesa a medio comer cubierta con una servilleta de un McDonald’s que algún malcriado niño había echado al cubo de basura, tenía un par de pelos y estaba húmeda pero había cosas peores y él moría de hambre.

Había perdido fuerza en los últimos días, no es como si fuera un niño bastante fuerte anteriormente. Las enfermedades con las que vino al mundo se hacían cada vez más presentes. 

La anciana que vivía cerca del lugar donde él también lo hacía, antes de que una pareja de recolectores lo botaran de ahí, lo había estado observando con bastante frecuencia y a todo mundo le causaba terror, no solo a él, era una anciana a la que le faltaban casi todos los dientes, vestía de color negro con una falda floreada que en algún pasado debió ser bastante bonita pero que ahora estaba cubierta de manchas color marrón que daban una cierta idea de los hábitos de la mujer, las cataratas le habían dejado ciega de un ojo y siempre que alguien pasaba cerca adoptaba una posición inhumana y salvaje tratando de proteger esa repulsiva guarida.

Daniel estaba buscando comida, en este punto hasta las cascaras de plátano que estaban tiradas al por mayor parecían tan apetitosas que incluso comió unas cuantas después de no encontrar nada. 

Siempre que pasaba a un lado de la casa de la anciana procuraba pasar bastante rápido y corriendo pero esta vez su pie cayó justo en los cristales esparcidos de una botella rota, el dolor subió desde su pie hasta la boca del estómago y cayó justo delante de la anciana, se puso de pie en un instante pero antes de que pudiera salir cojeando de ahí la mujer lo tomo del brazo y empezó a morderlo. La vieja chiflada del basurero lo mordió con tanta fuerza que sentía como los dientes que aún conservaba le desgarraban la piel y un pequeño chorro de sangre empezaba a correr por su mano. Grito con tanta intensidad que la garganta empezaba a doler mientras forcejeaba para liberarse, pero nadie acudió a auxiliarlo, a nadie le importaba lo que a un niño le ocurriera en el basurero.

Pasaron los días y la gente empezó a preguntarse qué había pasado con la señora que aterraba a todo el mundo <<Quizá esté muerta la desgraciada>> decía mucha gente a modo de broma. Había pasado casi una semana y no había ni rastro de ella, parecía haberse esfumado, no se le veía asustando niños por las mañanas ni arrojando gritos al aire por las noches. La gente empezaba a tener curiosidad y querían entrar a la madriguera, no porque les importara la señora, sino porque su muerte o su repentina desaparición significaban un lugar nuevo donde alojarse y eso le interesaba a más de uno.  

Encontraron el cadáver de la mujer en la esquina más lejana del lugar, tenía marcas de rasguños y golpes por todo el cuerpo, pero eso no era lo más inquietante, le habían desfigurado la cara. Había un juguete al que le faltaban las dos piernas y la mitad del brazo, estaba cubierto de sangre. El olor a putrefacción debió atraer a la gente desde mucho antes, pero en un basurero todo huele igual y ese no era más que un fétido aroma que podría compararse con el de los muchos animales que caían muertos ahí a diario.

***
Podría ser las seis de la tarde, quizá las cuatro o incluso las tres, aunque para este punto no importaba mucho en realidad. El niño estaba aterrado, la mujer lo mordía mientras el forcejeaba. Daniel estaba llorando, estaba desesperado, de su mano empezaba a brotar cada vez más y más sangre. Estaba mareado, estaba solo… Estaba enojado.

Su juguete estaba en el suelo, a un par de centímetros de su mano, y no perdió el tiempo; lo alcanzo, lo apretó con fuerza y lo uso para golpear a quien intentaba comerle vivo. La mujer lo soltó y retrocedió un poco pero eso no era suficiente para el niño, empuño el muñeco con ambas manos y empezó a golpearla, empezó a golpearla de un modo bestial y con bastante rabia, empezó a golpearla con todo el coraje y resentimiento que tenía guardado desde hace ya varios años. No se fijó en donde caían los golpes, algunos caían en el rostro de la mujer, en el suelo o algunos ni siquiera llegaban a impactar y hacían que el niño perdiera el equilibrio. Los gritos cedieron pero él no se detuvo, siguió arrematando en contra suya hasta que no pudo más de tan casado que estaba y cayó sobre sus rodillas, levanto la mirada un poco y observo la masacre que había hecho, había dentro de si toda clase de emociones excepto arrepentimiento.

Con sus últimas fuerzas la volvió a meter en su madriguera, arrojo el ensangrentado juguete dentro y salió de ahí. Camino unos cuantos metros hasta llegar a una enorme pila de basura un tanto alejada del lugar, se dejó caer al suelo, giro sobre sí mismo para ponerse boca arriba y se quedó dormido. La basura fue cubriéndolo de a poco, empezó por su rostro y termino en sus rodillas, dejando al descubierto las monstruosas  llagas y cicatrices que una vida de pena habían formado.

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