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Para entonces tenía casi 23 años y jamás había tenido sexo. La mayor parte de mi clase había dejado de ser virgen poco antes de salir de preparatoria, incluso aquel obeso chico de la clase, al que nadie prestaba atención, aseguraba haberse acostado con alguna desafortunada prima en un campamento cuando tenían catorce años. Estaba a punto de graduarme de la facultad, faltaba menos de un mes para despedirme de ese sucio colegio que presumía su excelencia académica, pronto saldría al mundo como una persona preparada, como una persona que poseía todas las destrezas que necesitaba para no morir lejos de casa, como una persona capaz, inteligente, audaz... Y virgen.

Charlé con algunas amigas sobre esto, algunas me decían que era algo bastante superficial y sobrevalorado, otras más respondían "está bien" y había un grupo selecto de chicas como yo que no tenían la más remota idea. Estaba confundida, necesitaba respuestas y conocía el lugar donde podría encontrarlas.

Era la hora del almuerzo, estaba sentada en una mesa justo en el centro de la cafetería y tenía los auriculares puestos. Mi blusa se había manchado con el café instantáneo que calló sobre mi cuando trataba de ponerle la tapa, usaba una falda color negra y un par de tenis deportivos de un color azul celeste que me encantaba. Tenía en mis manos el reproductor de música, escuchaba Grey Room de Damien Rice, bebía café y esperaba, en cualquier momento llegaría, sólo tenía que esperar un poco más.

Hola - dijo una voz detrás de mí.

Empezamos a salir hace un poco más de dos meses, nos conocimos precisamente allí, en la cafetería, en el auditorio, en los jardines mientras fumaba un cigarrillo; nos habíamos visto tantas veces que para el momento en que comenzamos a hablar no necesitamos una tarjeta de presentación. Aún no había nada en concreto, me invito a tomar un café un día, ahora venía a por mí todos los días y me acompañaba a mi departamento.

Llevaba puesta una playera color marrón y un par de Jeans rotos que le sentaban bastante bien, usaba el cabello corto, un reloj de pulsera color plateado y traía una mochila con un llavero que simulaba un ancla. Era de estatura más alta que el promedio y con un cuerpo bastante esbelto, se ejercitaba a diario y se notaba en la forma de sus piernas y su torso. Era como cualquier otra persona, escuchaba la música que ponían en la radio del colegio y tenía un carácter más o menos volátil, bastante enérgico, decidido y con un aire de líder que le hacía verse aún más deseable.

Me has dado un susto de infarto - mentí, la verdad sentí como se acercaba a paso acelerado

Perdón, pero en el fondo de verdad deseo que un infarto te arranque de la tierra - dijo para después abrir paso a una sonrisa que era su principal atractivo

Te quedarías sin novia - respondí, arqueé las cejas y di un largo trago a mi café

No respondió nada, se limitó a acercarse un poco, me acomodó el cabello y me besó con suavidad, cuando el beso terminó y sus labios empezaban a alejarse empecé a buscarlos con los ojos cerrados, aun así desistí cuando empezó a hablar; siempre ha tenido esa caprichosa forma de dejarme con ganas de un beso más.

Empezó a contarme como le había ido en el juego de hoy, empezó a charlar conmigo de forma acelerada, como queriendo que yo no dijera ni una sola palabra, tal vez en el fondo sabía que diría algo inapropiado o demasiado íntimo. Conté hasta tres, de verdad lo hice, cerré los ojo y respiré a profundidad, abrí los ojos y le interrumpí

¿Quieres tener sexo? - dije de forma acelerada y cortando algún comentario que hacía alusión a algún partido en que algún idiota había jugado sucio

Claro - respondió después de una enorme pausa

Entonces vamos ¿Conoces algún sitio? - dije con toda tranquilidad

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