4

60 4 0
                                    

Era tarde, faltaba poco para que el sol cayera y se ocultara detrás de las montañas, su madre la había estado llamando hacía ya varias horas pero la niña cada vez la convencía de que la dejara jugar cinco minutos más.

¡Pero mamá!...

Sin peros señorita, ya es demasiado tarde. Entra a la casa

Ella quería seguir jugando, hacia un par de minutos que había encontrado en su jardín una madriguera de ratones. Vio como un pequeño ratoncito atravesaba el patio desde el garaje hasta su madriguera, entonces hizo lo que cualquier niña de 7 años con ojos cafés haría: Fue en pos de él.

Era una madriguera bastante pequeña, o eso era lo que pensaba, no creía que dentro de un diminuto orificio en el que apenas entraba la mitad de su puño, vivieran más ratones además del pequeño amiguito que había visto. Observo la madriguera en medio de los rosales de su madre, uno de ellos estaba empezando a marchitarse y ahora sabía porque. Mientras el sol seguía cayendo.

¡Sarah, te he dicho que vengas! No puedes simplemente ignorarme, tampoco querrás obligarme a salir. – dijo su madre

Ya voy – Dijo la pequeña en un tono tan suave que nadie la escuchó, quizá el pequeño ratón haya sentido sus palabras y por eso mismo habrá salido de su escondrijo. Solo lo miro un par de segundos y entro corriendo a la casa.

Su madre era una mujer de treinta y cuatro años de cabello corto que le llegaba hasta las orejas, siempre usaba un broche color blanco y un anillo que le dio su padre cuando era joven, estaba cocinando espárragos y eso no era necesariamente algo emocionante; Sarah odiaba los espárragos. Su padre aún no había llegado del trabajo, era contador y trabajaba a un par de millas de su casa pero siempre se detenía en el camino por lo que él llamaba “pequeños inconvenientes”. Hubo un tiempo en que su madre considero la idea de que su esposo tuviera un amorío con alguna secretaria, las novelas que veía en la  T.V empezaban a nublar su juicio y a causar especulación pero no había nada de qué preocuparse.

Sarah entro corriendo a la casa, fue directo a la cocina y observo a su madre por un momento, la observo con una cara de asombro, quizá un poco de curiosidad. Al ver a su madre a través de la puerta se dio cuenta de que  la misma era mucho más pequeña que el muro en que se encontraba sostenida, entonces se dio cuenta también de que todas las puertas eran mucho más pequeñas que la habitación hacia la que habrían paso, entonces pensó también en que había personas más altas que la puerta que tendrían que agacharse para poder pasar y siguió pensando. Recordó que el ratón se había metido a su madriguera a través de un orificio muy pequeño, pero que podría ser mucho más grande por dentro, que el tamaño podría ser enorme y si seguía construyendo caminos por debajo del suelo podrían acabar con los rosales, incluso pensó que tanto espacio vacío debajo del suelo podría hacer que la casa se viniera abajo después de un mal cálculo hecho por sus bigotitos, entonces pensó en que ¡Miles de ratones en el mundo podrían estar organizando una conspiración para traer a todos los humanos a lo más profundo de la tierra!... Pero eso no era algo de qué preocuparse, confiaba en que los ratones no eran malos como los humanos que su mamá veía en televisión, un ratón Juanito jamás engañaría a su ratoncita Isabel porque la torpe de Pamela le dio un beso <<los ratones son mejores que los humanos>> pensó. Lo único en lo que tenía que preocuparse ahora era en los malditos espárragos 

Bajo Relieve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora