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Yuri gemía y se revolcaba en su cama durante varios minutos hasta que la pesadilla se hizo demasiado intensa y despertó aterrorizada. El corazón le latía aceleradamente, miró alrededor en la oscuridad, momentáneamente confundida por el ambiente desconocido. Los números rojos del reloj despertador la alumbraron, mostrándole que era muy tarde. Maldición, no esta noche no. Silenciosamente suplicó para que el sueño no siguiera eludiéndola. Frustrada, se enderezó y trató de alcanzar sus cigarrillos y encendedor. Segundos más tarde el humo gris formaba remolinos alrededor de su cabeza. Es solo porque es mi primera noche en un lugar nuevo, se dijo a sí misma. El pensamiento no le sirvió de nada a Yuri para relajarse y se encontró encendiendo la lámpara, permitiendo que la ligera luz pálida alejara las sombras y le ayudara a disipar su miedo. Miró el reloj de nuevo.

—Creo que Yena no regresará esta noche.—

Apagó su cigarrillo en el cenicero, abrió el cajón de su mesita de noche y sacó una pequeña pipa de metal y algo de incienso. Después de asegurar el incienso lo encendió, Yuri llenó la pipa con marihuana que tenía escondida en una pequeña lata. El deseo de despejar sus sentimientos era demasiado fuerte como para resistirse. Su organismo finalmente se relajó bajo la influencia de la droga, las imágenes de su pesadilla se iban disipando. Tenía la vista ya nublada y con el dorso de su mano se limpió con enojo a través de sus ojos mientras las lágrimas comenzaban a caer.

Habían pasado casi dos meses desde la última pesadilla y había tenido la esperanza de que desaparecerían para siempre. Debí haberlo imaginado. Pensó amargamente mientras volvía a llenar el pequeño tubo. Las pesadillas... y los recuerdos que las causaban habían estado con ella por más de doce años ya y Yuri temía que nunca la dejaran. La droga le pegó duro después de su tercera calada y cuando por fin llegó el sueño a la stripper, lo hizo ya sin las pesadillas.

                            • • • • •

Yena llegó a casa a la mañana encontrando a Yuri sentada en la terraza, fumándose un cigarrillo y leyendo el diario de la mañana. —Buenos días.—

—Buenos días.— la stripper contestó, colocando el periódico en la mesa.

Yena miró ceñudamente de manera fortuita las secciones del periódico por la forma revuelta en que estaban apiladas. ¿Por qué nadie pone las cosas de la forma en las que estaban antes? Reflexionó silenciosamente.—¿Has terminado con este?—

—Sí.— Yuri dio una larga calada de su cigarrillo soltando el humo a través de la verja de hierro.—¿Oye, te importaría si compro una cortina nueva para el baño? No me gusta la que tienes.—

—Um... seguro.— Yena se encogió de hombros. —Esa sólo tiene algunos meses de uso.—

—Sí pero no puedo soportar todas esas flores y holanes.— La stripper se levantó y metió su paquete de cigarrillos en el bolsillo de sus vaqueros. — Escogeré una nueva esta tarde de camino al trabajo.—

Mirándole los pechos ciñéndose contra de la blusa de algodón, Yena se sonrojó ante el recuerdo de Yuri haciendo oscilar sus pechos para el público en el Tom Cat Club.

—¿En donde trabajas?— Preguntó, esperando iniciar una conversación entre las dos.

—En el centro.— Yuri contestó, tomando el resto de su café.

Yena dejó que evadiera la conversación, teniendo sospecha de que el tema seguro no le era nada cómodo a la joven mujer.—Compraré tacos esta noche para la cena, ¿Te gustaría que comprara algunos para ti también?—

—Naa, no me gusta la comida de conejo.— Yuri miró su reloj de pulsera.—Me tengo que ir.—

—Bien, que tengas un buen día.— Yena recibió un gruñido como respuesta de la stripper mientras le pasaba por un lado y entraba al apartamento. No puedo creer que accedí a esto, pensó para sí. Sus ojos miraron el desorden sobre la mesa. Yuri había dejado ahí su taza de café, un plato lleno con migajas, una toalla de papel arrugada, y el periódico desorganizado. Incapaz de dejar todo en completo desorden, Yena llevó los platos al lavaplatos y puso en orden el periódico. Cuando se sirvió una taza de café, observó una marca que dejó la taza en el mueble de la cocina.—¿Te cuesta tanto tomar el paño y limpiar el mueble?— Yena murmuró maldiciones por varios minutos mientras limpiaba el mueble y la cocina. Cuando terminó su tarea, descolgó el teléfono y llamó a la oficina de Jaemin solo para enterarse que había tomado el día libre. Entonces marcó a su casa.

El Corazón de Yuri.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora