Los Estados Unidos Mexicanos un lugar creciente en varios aspectos, pero es ese momento, estaban preocupados por un grupo de "rufianes", o almenos así les decía México, un chico de una familia muy respetada.
En ese momento, se preparaba para su "cita" con la casamentera, pues sus padres habían decidido que viviría la vida de una dama, nadie estaba en contra, pues con él en el ejército, todo se iría abajo.
—Llegarás tarde —habló su padre tomando su té de cada mañana.
—¡Cierto! —México se levantó rápidamente y montó su caballo— Volveré luego papá
—¡Suerte!
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—México —habló la casamentera.
—¡Presente! —habló feliz.
—Hablando sin pedir permiso
México camino cabizbajo, no había iniciado aún y ya la estaba cagando, dejó su paraguas —así le decía él— a su madre y entró.
Hicieron las pruebas, siendo arruinadas por su colibrí, quien siempre lo acompañaba para todo, la última prueba, la más fácil, servir el té, su amigo comenzo a volar por todo el lugar como ya lo había hecho, provocando que la casamentera se pusiera nerviosa y cayera sobre rocas calientes con fuego.
En cambio, afuera del lugar todos se encontraban confundidos, pues los ruidos de adentro eran extraños. Esperaban a que aquellas puertas se abrieran y continuarán con las demás, y así fue, pero la casamentera tenía fuego en sus ropas, México en pánico le dejó carta el té.
—¡Desgracia, ni para esto sirves! —grito la casamentera histérica.
México salió corriendo con lágrimas bajando de sus ojos, tenía razón, no servía como Guerrero y su única oportunidad de poder dar honor a su familia se fue.
Cabalgó a su hogar, ignorando los llamados que le había dado su querida madre Imperio Azteca junto con Mexica; su abuela. Llegó a su hogar dejando a su caballo en su establo.
—¿Cómo te fue? —le preguntó España.
—No quiero hablar de eso
Camino al jardín que tenían junto un kiosco con sus ancestros. Observaba las hermosos pétalos de jacarandas caer, pensando en que podría ser bueno, por obvias razones no lo mandarían a la guerra y el pueblo había aceptado que fuera Tratado como una chica, no rechisto, ya que por su cabeza paso la idea de que con un hijo así, no lo mandaran a la muy pronta guerra.