EL PAVOTE DEL SILLÓN

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EL PAVOTE DEL SILLÓN

Por Espartaco Posse Varela

"La fama es la suma de los malentendidos 

que se reúnen alrededor de un hombre." 

– Rainer Maria Rilke (1875–1926) – 

Había entrado al supermercado, muy seguro de mí, llevaba una bata de toalla azul, unas pantuflas polares a cuadros marrones y beige, un peinado totalmente despreocupado. Y tranquilamente me dirigí a donde estaba ese hermoso asiento blanco de $ 7.580 pesos –que vi la semana pasada–, me senté allí, crucé las piernas, saqué de bajo el brazo un libro naranja, me puse a releer mientras disfrutaba de esa lujosa silla anatómica... Al rato, una cajera rubia con cejas de pavo real, pasó por mi lado, y me clavó el visto coqueteándome, luego de un cruce de miradas, siguió, el panzón de seguridad, pero el no me presumía sino me increpó con:

—¡Señor, que cree que hace allí sentado?...

(No ves que estoy leyendo, boludo, pensé en decirle... Pero no quería líos...)

—Estoy probando este sillón de oficina, como si estuviera en mi casa...

—Pero Señor, no puede estar de bata así en este gran comercio mayorista. ¿Quién te creés que sos?

—Vamos ¿No te diste cuenta quién soy? Pero no te preocupés en una hora me retiro si no es lo suficientemente cómodo como para que pueda disfrutarlo a mis anchas...

— Y, en ese instante, unos celulares comenzaron a filmar la situación. El guardia se dio cuenta, que mejor sería consultar primero al gerente general, quíen no había llegado aún... La supervisora comenzó con urgencia a llamarlo... Yo seguí leyendo:

"La teoría de las necesidades de Abraham Maslow"

Mientras un par de chicas comenzaron a sacarme fotos. Me hice el tontín, quizás me haga muy popular por las redes sociales por ser un lector empedernido. Hasta que una jovencita con sindrome de Down, encendió la mecha cuando en tono de broma gritó:

—¡Él... es... Ergün Demir!— Y yo le guiñé un ojo para no desilusionarla, pero ella se lo creyó, luego, lo afirmó. El rumor pasó entre el pasillo de los pañales hasta el pasillo de las sardinas y comenzó a correr y correr hasta llegar a la panadería, carnicería, el sector de las comidas hechas, personal de limpieza, etc. Entonces, una jubilada visca y canosa con unos anteojos de culo de botella dijo:

—Claro, que es ¡Demir! Yo veo bien! Y lo reconocí por su cabellera ondulada...

— Y eso generó otra afirmación de un rumor –En este caso era positivo hacia mi persona...–. Y en la zona de cobranza ya se disputaban las coquetas cajeras quién iba a cobrarme a mí, y jugaban a "piedra tiquet y tijera", entre las más rápidas. La supervisora excitada mensajeaba al gerente esperando las directivas de desplegar una oportunidad de venta aprovechando mi presencia... Luego de un momento, una nena muy dulce y simpática se acercó tímidamente y me tocó el hombro:

—Senor yo quero sacarme una foto con vo...— Yo le pregunté:

—Para qué quería la foto...

—Yo quero ser como vo, cuando sea gande una etatua viviente...

— Sonreí, y le corregí:

—¿Niñita, usted querrá decir un maniquí para ropa?— Y, la madre sonriente me convenció con su simpatía y accedí a la primera fotografía. Y parece que una foto atrae a otra foto y otra abuela muy entusiasmada me pidió otra imagen congelada para mostrarle a la Charito, la más chismosa de todas las vecinas de su barrio, y como efecto dominó se acercó otra pareja pidiéndome otra imagen más. Flavia, la repositora de la gaseosa más vendida, también insistió una instantánea.

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