LOS TACOS DEL VALS
Por Espartaco Posse Varela
Escritor jujeño, Argentino."Nunca es igual saber la verdad sobre
uno mismo que tener que escucharla por otro."– Aldous Huxley –
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Cuando comenzó el vals a correr por mi oídos más el murmullo de los invitados, mi corazón se volvió loco y dejé caer algunas lágrimas indiscretas que descendieron por mis enrojecidas mejillas. Había llegado mi momento inolvidable, la hora de bailar el vals con Ramiro. La ley de Morphy me presagiaba que no iba a ser una noche tranquila de esas soñadas de niña, porque hace días que intuía que Alejandro pudiese presentarse: ¡A dar batalla! Como hace dos noches atrás, donde nos despedimos con una tremenda cama, donde aún, mis caderas lo recuerdan muy bien. Dicho y hecho. Alejandro apareció para reclamar mi amor, pero si le dije:
"¡Mil veces! Que quería algo serio con él o me pierde ..."
Y así, fue que cumplí con mi sentencia porque ya me encontraba bailando en mi vals de recién casada...
Tal vez, me siento culpable porque fui yo quién lo agregué a la lista de invitados, sin invitarlo a conciencia, y fue para que no haga líos en la entrada del salón, por si después, caía a la fiesta como un loco y posesivo argumentando:
"¡Déjeme pasar Señor, vengo por mi mujer!..."
Porque me conocía más que ninguno...
Para qué voy a mentir si hace dos días estuve en su "castillo del placer" y temía que muestre alguna foto nuestra, al guardia de entrada, en in infraganti..." Pensé que si leía:
"Casamiento de Patricia y Ramiro. Te invitamos a nuestra..."
Lo lógico es que no se presentase y daría por asimilado el rompimiento amoroso para que ninguno de los dos sufra descomunalmente... Pero mi Ale, no entendió, o se hizo el tonto porque aquí estaba llegando a mi festejo, tan calmado, bien afeitado, peinado y perfumado. Y tuve que retar a mi primavera para que no se le vayan los ojos sobre mi sorpresivo invitado especial...
(¡Estaba tan hermoso como para darle toda la noche!).
Con esos ojos intensos que me aman con locura, cómo hace dos días atrás, donde me hizo suya con todas las formas posibles e imaginables. ¡Y hasta lo hicimos en el balcón bajo la luz de la luna!... Si esa cama hablase o esas paredes blancas azulejadas...
(O alguna vecina envidiosa...).
Aquella noche lluviosa nos amamos fogosamente hasta gastar nuestros cuerpos debajo de la ducha. ¡Cómo enloquecí!... Y antes de acabar siempre él repetía mi nombre y me susurraba:
"¿Cómo me llamo yo?..."
Pero ahora él estaba en otro territorio social ¡En mi noche de boda! Y no sabía cuál eran sus verdaderas intenciones y me sentía amenazada por parte de su despecho... También, temía a que todos los familiares de Ramiro podría alguno darse cuenta de la fuerza de sus pupilas sobre mi sonrisa o cómo nos deseamos cuando nos encontramos bajo del velo de nuestras andanzas o de la mesa... ¡Rayos! ¡Qué estupidez haberle dejado la invitación!
(¿Por qué no hice caso al consejo de mi hermana menor?).
Pero, cuando ingresó con su planchado esmoquin, camisa blanca, moño elastizado pegado al cuello y con ese porte de actor de cine. Lo repensaba:
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Relatos Flantásticos
Ficción GeneralRelatos largos y divertidos, con mucho ingenio y humor. Al mejor estilo de los finales inciertos, abiertos o impredecibles