Ένα

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Hades subía al Olimpo cada 10 años, había sido engañado por Zeus, ya que éste le dio a probar una granada, atándolo para siempre al Inframundo. ¿Por qué? Muchos se preguntaban eso en secreto. La razón era bastante simple: Hades era poderoso, más que Zeus, lo que era una amenaza.

Los dioses del olimpo lo recibieron esa vez, a pesar de que a sus espaldas hablaran tantas tonterías. A veces por envidia, otras veces por ocio. Él llevaba su armadura negra junto con su cabellera tan oscura como la misma noche. Sus ojos eran de un azul claro y brillante, llegaban a penetrar el alma de cada ser que lo miraba directamente. Los rasgos de su rostro eran delicados, pero si uno se dedicaba a ver el cuerpo de aquel dios, estaba muy trabajado, más que el propio Zeus.

Una niña pelirroja corría por el gran salón, tenía 5 años. Lucía una túnica de color blanco y llevaba en su cabello algunas flores. La pequeña se tropezó cayendo ante los pies de Hades, quien la levantó sin esfuerzo. Los ojos de color esmeralda brillaron y sus labios de color rojizo sonrieron agradeciéndole por levantarla. Era una sonrisa sincera, sin nada de hipocresía.

La pequeña encontró a aquel caballero oscuro algo misterioso y le daba curiosidad. No lo había visto antes en su vida, no recordaba a ningún hombre así. Ella se presentó con educación.

-Mi nombre es Perséfone, hija de Démeter y Zeus. Diosa de las flores.

-Yo soy Hades. Señor del inframundo y tu tío. -mencionó mientras mostraba sus colmillos. -Soy hermano de tus padres. ¿Qué haces tan sola por acá? Los dioses aún no se reúnen.

-Antes estaba jugando, pero prefiero conocerte, tío.

La pequeña era bastante cariñosa, de hecho antes de que la reunión empezase hizo crecer una flor de narciso y se la entregó con una sonrisa. Todo marchaba bien hasta que Démeter, exagerando, la tomó en brazos apartandola de Hades. Los ojos de él miraron fijamente de su hermana.

-Perséfone. -dijo con suavidad. -¿Qué te he dicho?

-Mamá, pero él es mi tío. Es bueno.

-Hablaremos en casa, pequeña. Por ahora ve con Afrodita ¿vale? No te despegues de tu prima.

La pequeña refunfuñó y corrió hacia su prima, pero antes de irse se despidió con un beso en la mejilla de Hades, su piel era fría, aunque agradable al tacto de la chica. Démeter frunció el ceño.

-Okay, no sé porqué tan hostil con tu hermano preferido. -dijo susurrando. -Sabes que yo no soy como él.

-Lo sé. Pero debes entender que no quiero lo mismo para mi hija... He tratado de alejarla de todos los hombres posibles y lamento esto, pero no eres la excepción.

-Tú hija es maravillosa. No pasaré el límite que pones, pero has de entender que no podrás evitar que se enamore.

Ella suspiró pesadamente. Se escuchó un trueno, Zeus había hecho presencia en el lugar junto con su esposa, Hera. Cada dios tomó asiento en la larga mesa, los primeros puestos eran ocupados por los olimpos. Luego venía Hades, seguido por los dioses que eran repartidos por la tierra. El dios de dioses habló para ponerse al día de cada hecho de los últimos años, cada ser supremo daba sus reportes y luego de ello se hacían planes para los siguientes años.

Atenea quería evitar las guerras, pero Ares tenía sed de aquello. Démeter solo se encargaría de la fertilidad de la tierra, etc. Cuando llegó el turno de Hades solo dijo lo mismo: sería responsable con las almas, con los niveles y no permitiría que nadie vivo llegase a sus aposentos, pues el Cerbero los devoraría.

Dionisio dio vino a cada dios con un chasquido de sus dedos. Bebieron de la copa y Afrodita de vez en cuando coqueteaba con sus ojos dorados a Ares, cuidando de la pequeña. Antes de la puesta de sol Perséfone se despidió agitando su manita de Hades. Luego, cuando la oscuridad reinaba él bajó a sus aposentos. El Cerbero ladró de alegría al verlo y él le lanzó un cabrito. Entre las tres cabezas se peleaban por éste. Tánatos saludó al amo del Inframundo estrechando sus manos.

-Lord Hades. ¿Cómo le fue en su reunión?

-Lo mismo de siempre, a excepción de que Démeter tuvo una hija. No deja que ningún hombre se le acerque, es bastante celosa.

-Ah, la pequeña Perséfone. Era de esperarse de Démeter. No querría que le sucediera lo mismo.

-Sí. Incluso yo siendo su hermano favorito no me deja acercarme a ella. Pero bueno. Es tema de Démeter.

Hades miró las granadas que estaban en el frutero. Todo era demasiado rutinario para él. Se acostó en su cama, sintiéndose algo raro por la sonrisa que la pequeña le había dado horas anteriores. Cerró sus ojos y luego los abrió de golpe para llamar a una súcubo. La demonio era bastante agraciada, incluso se podría comparar más bella que las ninfas.

-¿Desea algo mi Lord?

-Necesito que investigues sobre Perséfone. Pero no quiero que sea un día, quiero que sean años indefinidos hasta que yo te diga que termines ¿okay? Necesito saber sus rutinas, etc. Incluso el detalle más mínimo de aquella diosa.

-Está bien mi Lord. Le traeré reportes lo antes posible.

La súcubo se fue del lugar y Hades decidió dormir. Esos años serían interesantes.

El Rapto - Perséfone x HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora