δύο

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15 años después...

Hades la había visto hace 5 años, seguía siendo menuda e infantil. Su rostro la delataba, pero era bella. Siempre alejada de los hombres e incluso de él. Incluso de Zeus, sabiendo lo pervertido que era. Pero los ojos esmeraldas de ella no metían, lo veían y parecían sonreírle.

La súcubo ahora llegaba con el ultimo reporte que tendría. Se inclinó haciendo una reverencia y le dijo todos los detalles posibles, como siempre lo había hecho.

-Mi Lord, Lady Perséfone ha madurado bastante, pero sigue siendo algo infantil. Se ve toda una mujer, tiene bastantes atributos. Sale a menudo con las ninfas a recoletar flores o a jugar, Démeter ha llegado a asesinar a dos mortales que han tratado de acercarse a la joven.

-Oh... Dime más.

-Lady Perséfone sabe el nombre de casi todas las flores, exceptuando la única que crece en el inframundo. Ya no quiere estar más bajo el yugo de su madre, se siente prisionera. Bastante de hecho.

-Gracias. Quedas libre de este trabajo, ve por el original ¿vale? - La súcubo asintió -Puedes retirarte.

Hades se levantó del trono para ir a vestir sus mejores ropas. Preparó un carro de sus caballos oscuros y le pidió a Tánatos que no se le saliera ninguna palabra.

Esperó el medio día, donde Démeter no tenía sus ojos cerca de aquella diosa de la cual se había sentido atraído. Ésta se encontraba en un bosque frondoso donde veía las plantas y flores que crecían. La observó desde lejos y la oía cantar, mejor que una musa.

Perséfone se encontraba a pies descalzos, cantando algún himno, recoletaba pequeñas margaritas para ponérselas en el cabello. Sus ojos se posaron en uns rara flor, se acercó con suavidad y la tocó. La tierra se abrió y de ella salieron caballos oscuros al igual que el carro. La joven se sobresaltó y casi chilla, pero de sus labios solo salió un suspiro. Vio a Hades en el carro, se veía bastante bien. Él la agarró del brazo y se la llevó. Las tinieblas parecían ahogarla, lo que hizo que se desmayara.

Despertó en una habitación más o menos oscura. Las paredes eran de un tono púrpura y la cama era carmesí. La puerta se abrió sola, sin mostrar a alguien hasta que se oyó algo y era su tío. Se había quitado un casco. Su capa de dos tonalidades lo hacían resaltar, al igual que esa piel de nácar.

-¿Qu... Qué hago aquí? -dijo ella dudosa.

-Oh, querida sobrina. Solo es una larga estadía en el Inframundo... Alguna vez te prometí traerte, pero para ese entonces eras tan pequeña que no creo que lo recuerdes.

-Hades, devuélveme donde mi madre. -Exigió la menor.

-¿Así que me tuteas y me exiges? Creo que esos no son modales que te ha enseñado Démeter... -Las manos de Perséfone temblaban en ese momento. La oscuridad del inframundo la asustaba bastante. -Tranquila, pequeña. Al principio da miedo oír que las almas estén bajando o sean juzgadas. Pero créeme que luego logra ser algo de menor importancia. Verás que este lugar luego se vuelve agradable, te recibe con los brazos abiertos.

Perséfone miró los ojos azules de Hades, quedando perpleja. Incluso su voz ronca y su rostro le parecían bellos. La sangre que compartían no importaba para ella. Pero no le diría lo que estaba sintiendo. Él chasqueó los dedos y en la cama apareció un vestido azul de lino.

-Tendrás casi todo lo que desees. Te espero en 20 minutos en el comedor.

Dicho eso él se puso el casco y se fue, desapareciendo de la vista de la pelirroja quien estaba algo confundida. Se quedó pensando un buen rato y luego se puso el vestido y se dio cuenta al verse en el reflejo del agua que sus flores ya no estaban. Se lavó el rostro, lo secó con una toalla y luego salió de la habitación.

-Lady Perséfone, le espera Lord Hades en el comedor. -Era un demonio de 2 cabezas quien le hablaba y le guiaría. Ella asintió con su cabeza y fue detrás de él.

Sobre la elegancia del inframundo podría dar buenas notas. Todo combinaba a la perfección. Cuando llegó vio que la mesa era bastabte larga para dos personas. Había mucha comida, se veía bastante deliciosa. A ella le sonaron las tripas y se avergonzó por ello.

-Lady Perséfone. -dijo el demonio que la había guiado. -Desde este plato hasta donde está usted le es permitido comer, si come de los otros se quedará para siempre en el inframundo. Con su permiso. -Él hizo una reverencia y se retiró.

-¿Es cierto lo que dice? -preguntó a Hades con cautela. Él asintió.

Ella comenzó a comer, como con desesperación. No comía hace bastante rato y todo era tan delicioso. Hades comía con calma. Los ojos azules le observaban con detención, cada movimiento era grabado. Cuando ella quedó satisfecha agradeció y esperó que él terminara.

¿Cuánto tiempo estaría en esos lugares? Ni ella lo sabía. Pero hasta el momento sentía un poco más de libertad que con su madre... No sabía porqué.

El Rapto - Perséfone x HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora