τρία

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Hades en ese momento había sido todo un caballero con su sobrina. Le complacía en casi todo. Incluso le permitió modificar el sombrío jardín que tenía.

El césped se veía más vivo, las flores crecían con delicadeza y el gran árbol de granada se veía más colorido. El Cerbero se había encariñado con Perséfone. Incluso Hades había quedado enamorado profundamente de aquella joven tan dulce, que veía como disfrutaba sus dominios.

Unas notas melancólicas se oyeron a lo lejos. El oído melomano de Perséfone lo escuchó al instante. El Cerbero dejó pasar a aquel mortal, sintiéndose roto por las melodías, nadie detuvo el paso de ese hombre, quien llegó al trono de Hades, dando una reverencia y terminando de tocar las últimas notas de aquella melodía. Perséfone miró a aquel mortal, su rostro parecía afligido.

-Dios Hades, amo y señor de estos terrenos. -dijo con un tono de respeto permaneciendo a los pies de Hades. -Mi nombre es Orfeo, soy un músico que se le ha muerto a su amada por culpa de una serpiente...

-¿Qué es lo qué deseas, Orfeo?

-Quiero el alma de mi amada... Quiero volverla a la vida. He cruzado el río, he estado con su Cerbero y ahora estoy de pie ante usted. Si pudiera concederme el favor de pasarme el alma de mi amada... Le agradecería tanto.

Hades se llevó la mano al mentón y Perséfone lo miró, suplicante.

-Está bien. -Con un movimiento el alma de su mujer apareció. -Pero desde ahora no te des vuelta para confirmar de que ella está detrás de ti. Ella si lo estará. Si te giras su alma volverá conmigo y no la recuperarás.

-Muchísimas gracias, señor.

Orfeo se retiró y su esposa iba detrás de él. Perséfone los miró hasta que desaparecieron y luego volvió su vista a Hades.

-¿Crees que podrá estar con ella?

-Si no desobedece mi condición podrá pasar el resto de su vida con su mujer.

-Hades, solo debiste dársela...

-Mi querida Perséfone. -Dijo él acercándose y tomándola por el mentón. -Si a un humano no le muestras algo de crueldad no valorarán lo que tienen, jamás. Si eres estricto con ellos te adorarán sin refutar. ¿Entiendes, cariño? -Su pulgar rozó los labios carnosos de ella. -Por ahora no debes de preocuparte...

Mientras tanto Orfeo caminaba hacia la salida, se sentía nervioso por recuperarla. Cuando pisó la suave tierra, se dio vuelta para ver a su esposa, olvidándose del trato. Ella rozó su piel chillando, su alma volvió volando al inframundo, sin ninguna oportunidad de recuperarla. Él gritó, rasgó sus ropas y se echó tierra en el cabello mientras lloraba, acurrucado.

Perséfone vio el alma de ella volver y quedó perpleja.

-Creo que no pudo... Lo lamento por él, pero quizá más tarde se reencuentre con ella.

Hades se levantó de su trono y se retiró a su habitación, era hora de dormir. Perséfone había dicho que haría lo mismo. Pasada la media noche se levantó con una camisa larga y con cuidado caminó de puntillas para salir de su habitación. Bajó las escaleras que conducían a los lugares donde estaban las almas, las oía entrar con un sollozo, se le erizaba la piel.

La buscó con cuidado, sin meter ruido. Sus pies parecían danzar con suavidad. Cuando encontró a quien buscaba la llamó en un susurro y tomó su mano. La devolvería a Orfeo.

-No le digas a nadie. -susurró mientras avanzaba para sacarla del lugar. Las luces se apagaron de golpe y aquella mujer se había ido en ese instante. Se oyó una brisa espeluznante. Volvió a llamarla con suavidad, pero parecía que no había ningún alma. Ni siquiera alguna que entrara.

Un portazo se oyó y a ella se le cortó la respiración. Se quedó quieta, tratando de respirar tranquila. Las luces se prendieron por arte de magia, ella buscó salir, pero la puerta estaba cerrada. Suspiró hasta que sintió que alguien la tocaba, saltó dando un chillido y se dio vuelta, sin encontrar a nadie. Hasta que Hades apareció con el ceño fruncido.

-¿Qué querías hacer?

-N... Nada. Yo... Estaba paseando, no podía dormir.

-¡No me mientas! -gruñó mientras tomana una de sus muñecas con fuerza. -Sé cuando me mientes, Perséfone. Dime a la cara ¿qué querías hacer?

-Yo... -Los ojos esmeraldas de la pelirroja se inundaron de lágrimas, no podía ver a la cara a Hades. -Quería que Orfeo tuviera un final feliz. ¡Él no merecía que le arrebatases otra vez a su amada!

-Discúlpame, pero asuntos de simples mortales lujuriosos y egoístas no son relevantes. Incluso si Orfeo hubiese logrado quedarse con el alma de ella, de igual manera morirían. Se cumplió el ciclo de ella, él no puede romper las reglas.

-¡Pero escuchaste la canción! Reflejaba lo mal que se sentía.

-No. Reflejaba hipocresía. Conozco las almas de cada humano, estén vivos o no. Él no la amaba.

-¿Qué dices? Atravesó para venir acá y volver con ella.

-No lo entenderías. Tánatos. -llamó Hades. -Llévala a la celda. Yo daré la orden cuando sea libre.

-Como diga usted, Lord Hades.

Perséfone miró atónita al ojiazul y luego frunció el ceño. Le escupió el rostro nácar y él hizo una seña a la cual Tánatos asintió. Ella trató de forcejear camino a la celda. Cuando llegó fue atada con cadenas y el dios de la muerte le dio una manta y algunas frutas de la tierra. Ella lloraba silenciosamente, furiosa por la actitud de Hades. ¿Cómo un dios tan frío podría comprender lo que es el amor?

El Rapto - Perséfone x HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora