CAP 1

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A finales de terminar la preparatoria, mis padres llegaron a la conclusión de que estaba deprimida, seguramente por qué apenas salía de casa, pasaba mucho tiempo en la cama, leía el mismo libro una y otra vez, casi nunca comía y dedicaba mi tiempo a pensar en la muerte.

Cuando en realidad la depresión no es un efecto colateral del cáncer. La depresión es un efecto colateral de estar muriéndose. Aunque mi madre creía que debía someterme a un tratamiento, así que me llevó a mi médico de cabecera, el doctor Jimin, que estuvo de acuerdo en que estaba hundida en una depresión total y paralizante, que había que cambiarme la medicación y que además debía asistir todas las semanas a un grupo de apoyo.

El grupo de apoyo era de lo más deprimente, por supuesto. Se reunía cada miércoles en el sótano de una iglesia episcopal de piedra con forma de cruz, dónde habría estado el corazón de Jesús.
Me di cuenta porque Samuel, él líder del grupo de apoyo, hablaba sobre el corazón de Jesús, y decía que nosotros, como jóvenes supervivientes del cáncer, nos sentábamos justo en el sagrado corazón de Cristo, y todo ese rollo.

En el corazón de DIOS las cosas funcionaban así: los seis, o siete, o diez chicos que  formábamos el grupo entrabamos a pie o en sillas de rueda, nos sentábamos en el «circulo de la confianza» y escuchábamos a Samuel, que nos contaba por enésima vez la miserable y depresiva historia de su vida: que tuvo cáncer y pensaban que se moriría, pero no se murió, y ahora aquí está, todo un adulto en el sótano de una iglesia.

"DEJA TODO EN MANO DE DIOS Y VIVIRÁS TRANQUILO"

Luego nos presentábamos: nombre, edad, diagnóstico y como estábamos en ese momento. « Me llamo Samira—dije cuando me llegó el turno—. Dieciochos años. Al principio tiroides, pero hace mucho hizo metástasis en los pulmones. Y estoy muy bien.»

Una vez concluido el círculo, Samuel siempre preguntaba si alguien quería compartir algo. Y entonces empezaban las pajas en grupo, y todo el mundo hablaba de pelear, luchar, vencer, retroceder y hacerse escáneres. La mayoría de ellos no estaban muriéndose.

(Eso implica que había bastante competitividad, porque todo el mundo quería derrotar no solo el cáncer, sino también a los demás personas de la sala. Ya sé que es absurdo, pero es como cuando te dicen que tienes, pongamos por caso, un veinte por ciento de posibilidades de vivir cinco años. Entonces entran en juego las matemáticas y calculas que es una posibilidad de cada cinco... Así que miras a tu Alrededor y piensas lo que pensaría cualquier persona sana: «Tengo que durar más que cuatro de estos capullos.»)

Lo único positivo del grupo de apoyo era Maycol, un chico de cara alargada, flacucho y con el pelo rubio y liso cayéndole sobre un ojo .

Y sus ojos eran el problema. Tenía un extraño y poco frecuente cáncer de ojos. De niño le habían extirpado un ojo, y ahora llevaba unas gafas de culo de botella que hacían que sus ojos parecieran inmensos (los dos, el real y el de cristal.)

Maycol y yo nos comunicábamos casi exclusivamente con la mirada. Cada vez que alguien hablaba de dietas contra el cáncer, de esnifar aleta de tiburón molida o cosas por el estilo, me lanzaba una mirada. Yo movía ligeramente la cabeza y resoplaba a modo de respuesta.

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~ Espero que les guste y puedan sentir miles de emociones con el transcurso de los siguientes capítulos que estaré subiendo.🥺💖

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