El grupo de apoyo era un coñazo, y a las pocas semanas casi tenían que llevarme a rastras. De hecho, el miércoles que conocí a Samuel había hecho todo lo posible por librarme de él mientras veía con mi madre la tercera etapa de un maratón de doce horas de "America's Next Top Model", un reality show, tengo que admitir que ya había visto, pero me daba igual.
Yo: Me niego a ir al grupo de apoyo.
Mi madre: Uno de los síntomas de la
depresión es no tener interés en
nada.Yo: Déjame ver el reality, por favor.
Es hacer algo.Mi madre: Ver la televisión no es
hacer algo.Yo: Uf, mamá, por favor.
Mi madre: Samira, eres una
jovencita.Ya no Eres una niña
pequeña. Tienes que hacer amigos,
salir de casa y vivir tu vida.Yo: Si quieres que sea una jovencita,
no me mandes al grupo de apoyo.
Cómprame un DNI falso para que
pueda ir a la disco, beber vodka y
fumar porros.Mi madre: para empezar tú no
fumas porros.Yo: Mira, eso lo sabría si me
consiguieras un DNI falso.Mi madre: Vas a ir al grupo de
apoyo.Yo: UFFFFFFFFFF.
Mi madre: Samira, te mereces una
vida.Me callé, aunque no llegaba a entender que tenía que ver ir al grupo de apoyo con la vida. Aún así, acepté ir después de negociar mi derecho a grabar los episodios del reality que iba a perderme.
Fui al grupo de apoyo por la misma razón por la que hacía tiempo había permitido que enfermeras que solo habían estudiado un año y medio para sacarse el título me envenenaran con productos químicos de nombres exóticos: quería que mis padres estuvieran contentos. Solo hay una cosa en el mundo más jodida que tener cáncer a los dieciocho años, y es tener un hijo con cáncer.
Mi madre se paró en doble fila detrás de la iglesia a las 16.56. caminé lento solo para perder tiempo.—¿Quieres que te ayude?
—No, está bien—contesté.
—Te quiero—me dijo mi madre
cuando salí del carro.— Y yo a ti, mamá. Nos vemos a las
seis.—¡Haz amigos!—exclamó por la
ventanilla mientras me alejaba.No quise coger el ascensor porque en el grupo de apoyo coger el ascensor significa que estás en las últimas, así que bajé por la escalera. Cogí una galleta, me llené un vaso de limonada y me di vuelta.
Un chico me miraba fijamente.
Estaba segura que no lo había visto antes. Como era alto y agarrado. Tenía el cabello de color caoba, liso y corto. Parecía de mi edad, quizá un año más, y había pegado pegado el culo al fondo de la silla, en una postura lamentable, con una mano metida en el bolsillo.
Miré hacia otro lado, porque de pronto fui consciente de que iba hecha una pena. Pero le lancé una mirada rápida y vi que sus ojos seguían clavados en mí.Me dirigí al corro y me senté al lado de Maycol, a dos sillas de distancia del chico. Volví a hechar un vistazo y seguía mirándome.
Os digo una cosa: estaba buenísimo. Saqué el móvil para ver la hora y el corro había terminado, y entonces Samuel empezó la oración de la seneridad: «Dios, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que puedo cambiar y sabiduría para entender la diferencia». Él chico seguía mirándome. Sentí que me ruborizaba.Al final decidí que la mejor estrategia era mirarlo yo a él. Al fin y al cabo, los chicos no tienen el monopolio de las miradas. Así que lo observé detenidamente, y enseguida la cosa se convirtió en una competición de miradas. Al rato el chico sonrió y desvío por fin sus ojos marrones. Cuando volvió a mirarme, alcé las cejas para darle a entender que yo había ganado.
El chico encogió los hombros. Samuel siguió hasta que por fin llegó el momento de las presentaciones.
—Maycol, quizá te gustaría empezar hoy. Sé que estás pasando por un momento difícil.
—Sí—contestó—. Me llamó Maycol y tengo Dieciocho años. Parece que tienen que operarme dentro de dos semanas. No me quejo ni nada de eso, porque sé que muchos de ustedes están peor, pero, bueno, en fin no poder ver es una mierda. Aunque mi novia me ayuda, y mis amigos como Hoseok. Señaló con la cabeza al chico, que ahora tenía nombre.
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NUESTRO PEQUEÑO INFINITO ⚡
Bilim KurguA Samira le gustaría tener una vida común. Algunos dirían que no ha nacido con una estrella, que su mundo es injusto. Samira solo es una joven, pero si algo le enseñado el cáncer que padece es que no hay tiempo para lamentaciones, porque, nos guste...