CAP 4

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Aquella noche me quedé hasta muy tarde pensando en aquel chico.  A la mañana siguiente, Viernes, me levanté muy tarde.
Mi madre nunca me despertaba, de modo que desperté sobresaltada con sus manos en mis hombros, me quedé un poco confundida.

      —Son casi las once —me dijo.

      —Dormir va bien para mi salud
          —contesté.

      —¿Te gusta ese chico? —me
          preguntó de repente.

      —¿Te refieres al herpes?.

      —Te pasas, Juraría que te gusta —
          me dijo alzando las cejas, como
          si aquella conclusión solo
          pudiera llegar el instinto de una
          madre.

      Me encongí de hombros.

      —Te dije que el grupo de apoyo te
          compensaría.

      —¿Estuviste esperando fuera todo
          el rato?.

      —Sí. Llevaba algo para leer. Bueno
          ha llegado de plantarle cara al
          día, jovencita.

      —Mamá, tengo sueño, y tengo que
          luchar contra él.

      —Lo sé, cariño, pero tienes que ir a
          clase.

      —Okey, mamá.

      —¿No quieres ir al cine con
          keysha, con Matt o con quien
          sea?.

      Keysha y Matt eran amigos míos.
      Era una buena idea.

      —Claro —le contesté. Voy a
          mandarle un mensaje a Keysha
          para preguntarle si quiere ir al
          centro comercial o algún sitio
          después de clase.

      Mi madre sonrió y apretó el oso
      contra su barriga.

      —¿Todavía se lleva eso de ir al
          centro comercial? —me
          preguntó.

      —Me siento orgullosa de no saber
          lo que se lleva —le respondí.

  Mandé un mensaje a Keysha, me duché, me vestí, y mi madre me llevó a la facultad. Tenía clase de literatura estadounidense, una conferencia de hora Y media, y me resultaba increíblemente difícil no quedarme dormida. A los cuarenta minutos de empezada la clase, keysha me contestó el mensaje.

La vida social de keysha era tan agitada que tenía que organizársela al minuto. Le respondí:

               Perfecto. Estaré en la zona de
               restaurantes.

  Mi madre me llevó en coche directamente de la facultad al centro comercial, donde me dirigí a la enorme zona de los restaurantes y me compré una Coca-Cola light. A las 16.32 en punto ví a Keysha pasando a grandes zancadas por delante. Me vio en el momento en el que levanté la mano, me lanzó una sonrisa, y vino hacía mí.

      —¿Cómo estás, guapa? —preguntó.

      —Bien, ¿Y tú?

      —Ya ni lo sé. ¿Es light?

      Asentí y le pase la Coca-Cola.

      —Ojalá estuvieras en la escuela
          últimamente. Algunos chicos
          Están ahora de lo más apetecible.

      —¿Enserio? ¿Quiénes? —le
          pregunté.

    Me nombró a cinco chicos con los que habíamos ido a clases en primaria, pero no recordaba a  ninguno de ellos.

      —He salido unas cuantas veces con
          Derek —me dijo, Aunque no creó
          que dure. Es un crío. Pero
          dejemos ya mi vida.

      —¿Qué hay de nuevo en los
          mundos de Samira?

      —La verdad es que nada.

      —¿La salud qué tal?

      —Como siempre, supongo.

      —Entonces vivirás para siempre,
          ¿no?

      —No creó para siempre.

      —Pero casi —me dijo—. ¿Más
          novedades?.

    Pensé en contarle que había conocido a un chico que era Jung Hoseok, porque sabía que le sorprendería que una chica tan desaliñada, torpe como yo pudiera ganarse las simpatías de un chico, aunque fuera por poco tiempo, pero la verdad es que no tenía mucho de lo que presumir, así que me limité a encogerme de hombros.

      —¿Vamos a Anthropologie? —me
         preguntó.

      —La verdad es que debería volver
          a casa —le contesté—. Estoy un
          poco cansada.

      —claro, claro —me dijo—. Tengo
          que verte más a menudo.

Pero no volví a casa. Le había dicho a mi madre que pasará a recogerme a las ocho, quería las dos horas que me quedaban para mí. Me llevaba bien con mi madre, pero el hecho de que se pasará todo el día pegada a mí me ponía aveces de los nervios.

Y keysha también me caía bien, de verdad, aunque, como hacía tres años que no pasaba el día con mis amigas, sentía cierta distancia  insalvable entre nosotras.
En cualquier caso, la verdad es que me gustaba estar sola.

Esa noche me fui a dormir temprano. Me puse unos bóxers y una camiseta, y me metí bajo. Una vez dentro, empecé a leer un libro por enésima vez. Mientras releía el libro, cada dos por tres imaginaba a Jung Hoseok leyendo las mismas palabras que yo. Me preguntaba si le gustaría o si lo descartaría por pretencioso. Entonces recordé que le había dejado mi número, pero aún no llamaba.


 Entonces recordé que le había dejado mi número, pero aún no llamaba

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