💫Margaritas.💫

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Joshua lo abrazó luego de ver como comenzaba a llorar. Un derrumbe cayó sobre los hombros de Jeonghan, como si el peso que estaba cargando, le pasara la cuenta, agotando su paciencia de dejar pasar las lágrimas. No era normal sostener todo ese dolor, en cualquier momento tenía que dejarlo salir, vomitar ese dolor que raspaba su garganta y cerraba su estómago. 

—Jeonghan, Jeonghan...—Lo abrazaba, estaba encima de él, había soltado el pomo de la puerta, recargando su peso en Joshua.—Está bien, tranquilo...—Cuando sobaba su espalda, se sentía intranquilo, no sabía que decirle. Se sentía mal por su amigo destrozado, y necesitaba una forma rápida de poder sanar su dolor, lo más rápidamente posible. Quería cerrar la herida, no le gustaba verlo así, en vez de ver su faceta osada, chistosa e irónica. 

Joshua cerró la puerta, y con Jeonghan en brazos llorando, se sentaron en el sillón. Pesadamente, el mayor no se separaba de el pecho de su amigo. Él lo arrullaba, moviéndose hacia adelante hacia atrás, tratando de calmarlo con caricias en la espalda, con las delicadas yemas de sus dedos. El llanto era lo único que se escuchaba, junto a pequeñas palabras susurrantes de Joshua, intentando calmándolo. 

El tiempo fue relativo, no le importaban el tiempo que pasaron abrazados. Los segundos no eran necesarios en ese lapso, ni los minutos, ni el reloj, sus caricias eran más importantes. Su calor intercambiado y mezclado, las pulsaciones que arremetían con todo el pecho de ambos. Los aromas de ambos mezclados, sintiendo sus cuerpos juntos, cálidos, como flores bajo el sol, con el calor que hacía extender sus pétalos. Los pétalos que Jeonghan decía que estaban marchitos, que estaban muertos, que no tenían reparación. Sabía que no era así, sabía que esas palabras no eran ciertas, que esos pensamientos no eran así. Joshua también lo sabía, porque lo intentaría remediar, intentaría remediar los pétalos que se estaban quebrando en sequedad. 

—Jeonghan, cálmate y mírame.—Lo separó, mientras ponía las manos en sus mejillas.—Ya no hay vuelta atrás, sigue, sigamos caminando juntos.—Sonrió, limpiando la última lágrima que había sido la culpable junto a otras de empapar el rostro de el mayor dolido, dejando un recorrido de varias de ellas, con dolor, con desesperanza.—Eres fuerte, puedes hacerlo...—Susurró, mientras pasaba sus pulgares por la mejilla, limpiando las carreras de lágrimas que dejaron luego de caer. Las gotas que rodaban sin remordimiento. Sus labios rojos, brillantes e hinchados, sus ojos rojos y su nariz roja, que intentaba no botar mucosidades incómodas. Se sentía débil, se sentía como la persona más débil de todo el mundo. A pesar de que no era cierto. 

—No puedo hacerlo solo. No puedo, me caeré... No quiero caer Joshua...—Susurró, aferrando su puño a su remera.—No quiero hacerlo...—Susurró una vez más, balbuceando, tratando de no liberar más lágrimas que apuñalaban el corazón de ambos, como punzadas incesantes que dolían como nada. 

—No estás solo, yo te cuidaré, te ayudaré. No pasa nada, lo haremos juntos, no te preocupes.—Sonrió, mientras los ojos se le aguaban, sintiendo un nudo que no podía pasar, no podía tragar y deshacerlo como con lo que hace la comida, no podía, y era doloroso, demasiado.—¿Te parece si lo hacemos juntos?—Jeonghan asintió, mientras sonreía, con otra lágrima bajando lentamente.—Eres una hermosa flor Jeonghan... No te arruines...—Acarició su cara, pasando su mano grande por la cara pequeña de Jeonghan. Él asintió, un poco sorprendido por aquel cumplido, pero sólo sonrió, quitando la última lágrima de sus ojos que cayó encima de la mano que pasaba incesante sobre su rostro. 

—Gracias...—Lo abrazó, y sintió su calor mezclarse con él, fundiéndose como hielo bajo el sol, derritiéndose como helado en verano, y mientras sentía el calor ahí, en su cuerpo, a pesar de lo frío y dañado que estaba su corazón. ¿Era justo condenar a Joshua a su mismo suplicio?

Joshua le preparó un café para poder relajarse un poco, y terminó haciendo dos. Se sentía pésimo, le dolía demasiado verlo de esa forma, llorar como si ni hubiera un mañana. Él era su esperanza para ser feliz, no podía mantener esa imagen si sufría igual que él. Sentía como si él fuera completamente inmune a todo mal, pero estaba equivocado. Aún sabiendo que era un humano como él, aún así sentía que era así. Que era una flor hermosa, perfecta y sin espinas, que no sufría dolor, que no padecía el llanto, que sólo era feliz, pero la realidad le golpeó fuerte. 

No pensaba que él fuera perfecto, pero nunca pensó verlo así de destrozado. 

Fue con los dos cafés, le entregó uno a Jeonghan, y se sentó junto a él. Jeonghan apoyó su cabeza en su hombro, se sentía bien. El aroma a limpio que siempre poseía en sí llegó a su nariz, abriendo más sus fosas nasales para poder apreciarlo más y grabarlo más en su cabeza, como el olor inmortal que le traería los recuerdos más puros posibles.

Mientras que Jeonghan grababa su olor a jazmines, sí, sabía como olían, porque su madre los plantaba en su antes jardín bello y colorido. Eran siempre sus flores preferidas, eran las flores que siempre pedía explicación. Siempre le preguntaba, que significaban, y de verdad le pegaba el significado a Joshua. Ese olor característico era tan perfecto, que ahora llevaba el nombre de Joshua en él. Un olor específico que lo hacía gozarse y retorcerse de alegría como gato con hierba para gatos. Era sencillamente perfecto. ¿Joshua era como un jazmín? Según Jeonghan sí, era totalmente eso, un jazmín a punto de brotar para demostrar su dulce, y perfumado olor lleno de afecto y cariño. Un cariño rebosante que en verdad le hacía una chispa crecer en su pecho. Se sentía completo con ese lindo olor y su calor mezclarse con el suyo. Sintiendo su pecho crecer y explotar a cada bombeo, a cada segundo aumentaba, con cada sonrisa, con cada paso que daban por el pulcro jardín, y por cada mirada que intercambiaban. 

Quizás los jazmines eran demasiados encantadores. 

El menor se levantó, dejando la taza vacía pero aún humeante sobre la mesa de centro de el salón. Jeonghan hizo lo mismo. Ambas tazas blancas, puestas una contra la otra, vacías, pero mezclando su todavía calor, mezclando el humilllo que compartían, sin nada dentro, pero manteniendo su calor, y recordando su antes contenido.

Se miraron, y Joshua sonrió, con una sonrisa que limpió de todo mal el corazón de Jeonghan. Era la clave de su vida, una sonrisa tan blanca como los jazmines. Eres ese su significado. ¿Era verdaderamente una persona tan pura como los jazmines?

—Hay que bailar. Hay que bailar para sacar todo lo malo del cuerpo. ¿Quiere bailar conmigo Jeonghan?—Le extendió su mano, mientras hacía una reverencia tonta con la sonrisa plasmada. Jeonghan sonrió y aceptó con una vaga afirmación. 

Joshua colocó música en el reproductor que se ubicaba en el mueble de la televisión. Cuando escuchó una canción al azar empezar, se movió junto a Jeonghan, tomó sus brazos, y comenzó a moverlos mientras el ritmo de la música se volvía más emocionante. Jeonghan sólo sonreía y se dejaba llevar por los movimientos frenéticos de su amigo, quien sonreía y reía, dejando una estela de olor a jazmín completamente hermoso, que lo hacía mover el esqueleto junto a él. Se soltó de sus manos, tomando así su mano desde lejos, y moviéndose desde lejos ya. Se sentía feliz al ver como Joshua se veía animado tomando la mano lejana de su amigo. 

Estaba botando la pena con un baile revoltoso y con las sonrisa intercambiadas de ellos dos, con los aires mezclados con perfumes de cada uno, con risas bajas que no acaparaban la música pero sí sus oídos, abiertos a la música revoltosa que hacía enloquecer sus corazones, sin contar la presencia de los demás. Se sentían bien. ¿Por qué la carga desapareció?

La música terminó, el ritmo bajó de volumen, terminando la canción con sus respiraciones calmadas. Y cuando una melodía suave comenzó, ambos sonrieron. Jeonghan no sabía como reaccionar, pero sólo sonrió de lado, sus manos sudaban, y su pecho se puso revoltoso a pesar de el ritmo suave de la canción de fondo. Las sonrisas temblorosas, indecisos en que hacer. Joshua se encaminó con un paso, mientras que el mayor de cabellera grisácea se quedó inmóvil, con una sonrisa más grande que la del castaño. Extendió sus brazos, y Joshua se movió con seguridad. Se abrazaron, Jeonghan sintió el aroma aún más fuerte, impregnándose como una marca en su cabeza, en los olores que podía presenciar. 

En toda la canción, se mantuvieron abrazados, moviendo sus pies, de un lado a otro, pero casi inmóviles, un pequeño balanceo que calmaba los sentimientos de Jeonghan. Era al menos mejor que llorar solo en su cama. ¿No era así?

—¿Te sientes mejor?—Preguntó el castaño, acariciando la cabeza de Jeonghan. Este asintió, sintiendo como sus hombros se relajaban aspirando el aroma de el cuerpo que lo rodeaba.—Creo que fue lo mejor hacer esto...—Rió un poco.

—Lo es...

Florecieron, con sonrisas en sus rostros. 

Las margaritas habían sido curadas. 

Ahora eran más felices y puras, inocentes incluso.

Y los jazmines habían influenciado en eso. 

¿No era cierto?

-The garden.-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora