🍃Dalia.🍃

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¿Era real?

Jeonghan se levantó con la peor noticia de su vida. O una de las peores. 

Su día empezó con el pie izquierdo. No sabía a donde ir, no sabía a quien acudir, o como servir de ayuda. 

Su madre había sido hospitalizada, le dolía, en verdad le dolía saber que ella estaba siendo vencida. No podía creerlo. Era simplemente irreal, el sentimiento de dolor se instalaba en su pecho al saber lo descuidado que había sido con su mamá. La madre que le había sido de apoyo, la persona que había sido el pilar de su vida por mucho tiempo, ahora se estaba desvaneciendo. Se estaba convirtiendo en una flor muerta y marchita. No podía evitarlo, por más que la cuidara. 

Y eso le dolía, no poder detener su dolor, no poder sanarla. 

Quería a su madre de vuelta, y la enfermedad y el dolor no la dejaba en paz. No podía ver a su madre como era realmente, alegre, enérgica. Estaba siendo consumida por el dolor, y el cáncer. ¿En verdad era cierto que el final se acercaba? No era justo.

Jeonghan tan joven, y dejado solo en el mundo. No podía siquiera pensarlo. No quería imaginarlo.

Se vistió lo más rápido posible, casi no se lava los dientes de el apuro y nerviosismo. Salió casi sin llaves.

Se subió al autobús, y se fue el hospital. Se sentía mal, tenía unas ganas de llorar inmensas. No podía pensar en nada más que en el abandono, sobre todo del dolor de su madre. Llegando a casi las lágrimas mientras miraba afuera de la ventana, sentado y siendo sacudido por el movimiento brusco de el autobús.

Se sentía pesado, no tenía ganas de moverse, pero ahí estaba. Frente al hospital. Con rapidez se movió, buscando a el lugar de recepción en la unidad que le habían especificado. La señorita detrás del mostrador le dijo el número de habitación y con mucha velocidad se fue hacia allá. Entró tocando la puerta, sin recibir respuesta. 

Cuando vio a su madre, conectada a diversas máquinas, tanto de respiración como de otras cosas que en verdad el de cabellera plateada desconocía, sólo dejó de respirar. Se detuvo, su mundo se detuvo. El sol se escondió para él. Se detuvo en seco, casi tambaleando en la habitación blanca y ordenada. No podía creer lo que pasaba, era un sueño, todo era un sueño. No era en verdad lo que estaba viviendo. ¿Cierto?

Se sentó en un pequeño asiento a el lado derecho de su madre, y de la camilla. Tomó su mano, y la acarició, tenía los ojos llorosos. Esta escena, era la réplica de cuando su abuelo estaba enfermo. Literalmente en la misma posición, sólo que Jeonghan era un pequeño adolescente que no sabía lo que hacía. Era lo mismo, sólo que ahora, el actual Jeonghan, sabía lo que iba a pasar. Tenía mucho miedo, y no tenía en donde llorar o donde esconderse. Necesitaba un abrazo, una palabras reconfortantes o unas caricias en la cabeza, como las de su madre antes de dormir de pequeño. En verdad necesitaba eso.

Una enfermera entró, chequeó todo, sin mirar al visitante de la mujer acostada y dormida en la cama. Su madre no era vieja, sólo que el cáncer fue demasiado para ella, pero seguía siendo una persona bastante joven.

—¿Mamá? Si me oyes... Quiero decirte, que eres la mejor.—Susurró, poniendo los codos en la camilla.

—No te oye. Es en vano tus palabras niño.—Pronunció la enfermera todavía revisando los fluidos de la paciente.—Será mejor que dejes de llorar.—Con un tono seco y molesto, exigió a Jeonghan.

—Señorita, no tiene porqué decirme estas cosas. Por favor, si terminó con todo, retírese.—Susurró, mientras tomaba la mano de su madre entre las suyas, más tibias. 

La enfermera se retiró. 

Jeonghan quedó solo. 

Se sentó caído, como una hoja de otoño cayendo en cámara lenta hacia el suelo, su perdición. Para luego ser pisado por personas, o ser arrastrado a la basura como todas las hojas que no soportaron el viento y el frío. Se sentía inútil.

-The garden.-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora