III. Tiempo

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~18 años después~
Gerard se encontraba en un pasillo completamente oscuro. Caminaba tratando de encontrar una salida, pero conforme caminaba sentía unas miradas que le causaban escalofríos, parecidas a fieras hambrientas esperando el momento para atacar. No podía resistirlo más.

Corrió tanto como sus piernas se lo permitieron, oyendo voces resonando a su alrededor. Voces escalofriantes que le helaban la sangre.
De pronto sintió caer en un pozo sin fondo.
Consiguió sostenerse de algo para evitar su caída. Abrió sus ojos, solo para ver como colgaba de un acantilado cubierto de nieve con una gran caída con rocas picudas en el fondo, una muerte segura y sin escalas.

Grito pidiendo ayuda, esperando de un milagro para salvarse.
De pronto la silueta de un hombre apareció frente a él. No podía ver su rostro, y ni uno solo de sus rasgos le parecía familiar.

-Por favor...por favor ayúdame. -le pidió sintiendo sus brazos adoloridos.

El hombre se inclinó, dándole sus brazos para ayudarle. Pero en lugar de esto, tomo sus manos y lo arrojo de nuevo hacia el vacío.
Gerard gritaba mientras caía hacia los picos, sentía su muerte acercarse lentamente. Cerró sus ojos, esperando sentir el impacto y su inminente final...

Se levantó del escritorio de sobresalto gritando. Había tenido otra pesadilla, seguramente provocada por desvelarse dibujando como solía hacer. Dio un vistazo a su alrededor, no había nadie en la habitación, solo las 3 camas destendidas de sus hermanos y la suya sin tocar. Sus hermanos mayores debieron de haber ido con su padre de caza, mientras su madre y Mickey seguramente estaban abajo.

Miro hacia la mesa. Había hojas, pinceles, lápices y tinta derramada por todas partes. Muchos de sus dibujos estaban cubiertos de esta última.
-Maldición –susurro para sí mismo.
Trato de ordenar la mesa y desecho lo que se había manchado.

Se cambió de ropa y bajo por las escaleras para encontrarse con su madre y hermano en la cocina.

-¡Buenos días cariño! –lo recibió su madre, dándole un abrazo y un beso en la mejilla.
-Vamos mamá, ya no tengo 7 años –le dijo riendo tímidamente.
-¡Tonterías!, nunca serás demasiado mayor para besar a tu madre.-le contesto y le hizo señas para que se sentara junto a su hermano, quien ya había comenzado a desayunar.
Mikey se rio y saludo a su hermano.

Él se sentó a su lado, a pesar de ser tres años mayor que Mikey ambos hermanos siempre habían sido muy unidos, pasando el tiempo ayudando a su madre y de vez en cuando vagando por el bosque con sus amigos.

-¿Pesadillas de nuevo?– pregunto Mikey

-Si, algo así. –respondio Gerard comiendo un poco. –Me pregunto, ¿Cuándo pararán?

-Quizás dejarías de tenerlas si durmieras en tu cama por lo menos una vez. –contesto su madre riéndose.Gerard solo asintió.

Al terminar su desayuno los chicos ayudaron a su madre con algunas platas y hierbas y se dirigieron a la aldea.

La aldea no estaba lejos de su hogar. En ella habitaban algunos trabajadores y alguno que otro hombre de negocios creyéndose en la cima del éxito.
Llegaron a la pequeña florería de su madre y dejaron las cosas en los viejos estantes de madera que tenía su madre en la tienda.

-

Creo que les vendría bien una nueva mano de pintura –dijo Gerard raspando uno de los estantes.

-Bueno, siempre y cuando mi pintor favorito esté disponible –dijo su madre, acariciándole el rostro y dándole una sonrisa. Gerard le devolvió el gesto con una sonrisa a su madre.

-Y bien, ¿Qué tareas tenemos para hoy mamá? –pregunto Mikey sentándose en un aparador.
-Mmm déjame ver... -su madre saco un viejo diario con algunas anotaciones y seguía la lectura arrastrando su dedo índice por las hojas.

-Muy bien, estas son los pedidos para hoy, –dijo sin quitar la vista del diario –Mikey, iras a la iglesia a dejar algunos incienciarios que pidió tu tío, y Gerard necesito que vayas al taller de costura de la señora Iero a dejar algunas flores que me pidió para decorar el lugar.

- Bah! ¿Debo ir a la iglesia? –respondió Mikey decepcionado.

-Así es. No entiendo que tienen tu hermano y tú en contra de ir. Solo serán unos minutos y servirá para que hagas una visita a tu tío.

Mikey empezó a hacer muecas de descontento. A Gerard y a él no les gustaba mucho ir a ese lugar. Era aburrido, sombrío y tenebroso con todas esas imágenes y estatuas puestas en cada rincón.

-Vamos Mikes, no será tan malo –dijo Gerard dándole una palmada en el hombro.

-¿Eso crees?, bueno, ¿qué tal si vas tú en mi lugar? –contesto Mikey dándole una mirada retadora.

Gerard entrecerró sus ojos, saco una moneda de su bolsillo, mostrándole ambos lados a su hermano.
- Cara vas con la Sra. Iero, cruz  dejas de comportarte como un bebé y aceptas tu destino.

-De acuerdo –respondió Mikey mientras su hermano lanzaba la moneda.
Apenas dio algunas vueltas la moneda, atrapándola rápidamente y mostrando el resultado de la apuesta.

-Ja, ¡Cara! –Grito Mikey en forma de victoria tomando las flores que había dicho su madre.

–Saluda al tío Darío de mi parte. –dijo mientras salía corriendo de la tienda.

-Bastardo con suerte –grito Gerard tomando la bolsa con los incienciarios para la iglesia.

-Cuida tus palabras muchacho –grito su madre desde la parte de atrás de la tienda, mientras Gerard se reía y salía directo hacia la iglesia.

Surrender the NightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora