VIII. El Plan

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Desde una de las torres de la iglesia el Padre Darío visualizaba los puntos rojos sobre cada una de las tumbas.

—Tiene que ser obra de él. –contestó Donald, entrando a la habitación y sacándolo de sus pensamientos. —Es una de las maneras de anunciar que está cerca, o en el peor de los casos... que ya está aquí.

Darío solo asintió, guardándose el temor que recorría por sus entrañas.
Su cuñado alguna vez le había contado sobre algunos de los peligros que moraban en este mundo, algunos que no imaginaba ni en sus más terribles pesadillas, y aquello que se avecinaba...

—Quiero creer que ya tienes un plan ¿no es así?

Donald asintió.
—Y por desgracia, no es algo que este muy feliz de hacer.

Ya había anochecido cuando los hermanos Way y su madre habían regresado a casa. Su padre había sido detenido por el padre de Marie, alegando que tenían ciertos asuntos que atender. Ambos hermanos temían cual era ese asunto.

Gerard estaba recostado en uno de los sillones de la sala, mientras Mikey estaba sentado junto a su madre, quien yacía con su cabeza en el hombro del muchacho.

Gerard miraba perdidamente hacia el techo, no podía sacarse de su cabeza la conversación con la forastera en el cementerio.
El asunto de las rosas no había sido pasado por alto, pues en la aldea se preguntaban por las rosas colocadas en las tumbas. Por su parte prefirió callar cuando tocaban el tema. Inclusive Marie había mantenido la boca cerrada, sin mencionar palabra alguna sobre Faline. Pero eso no le importaba.

Pensar en ella le hacia olvidar todas las desgracias que aquejaban en su vida en estos momentos, le traían una paz que hacia tiempo no sentía en su interior, pero a la vez una explosión de emociones venían a su corazón solo de recordar sus ojos, su sonrisa. En fin, todo de ella.

Miro de reojo al reloj que colgaba en la pared, quedaba poco para marcar la media noche.
Apenas se escuchó el chirrido de la puerta abrirse su madre corrió hacia los brazos de su padre, cerrando la puerta sin soltarla.
Ambos muchachos se acomodaron en sus asientos, esperando que su padre hablara.

—Cariño, al fin has llegado. –dijo su madre sin dejar de abrazarlo - ¿Llegaste a un acuerdo con el Sr. Vermont?

Ambos muchachos se miraron con cierta preocupación, volteando nuevamente hacia  su padre aguardando su respuesta.
Donald trago saliva, buscando las palabras adecuadas a lo que tenía que decirles.

—Así es, he hablado con él sobre nuestro acuerdo, y las cosas se harán de esta manera.

Ambos chicos estaban preocupados, aquel hombre era conocido por buscar un beneficio propio sobre todas las cosas sin importarle para nada su contraparte, un narcisista avaro de primera.

—Él quería que Mikey desposara a su hija...

Al decir eso Gerard sintió como la sangre bajaba hasta sus pies.
En cuanto a Mikey, su rostro estaba pálido, sin expresión alguna.
Apenas el chico abrió sus labios para decir algo cuando su padre continúo.

—Sin embargo, le he convencido de que Michael aún es demasiado joven, y que su hija necesitaba de alguien mayor para cuidarle y que requería que aprenda fácilmente el oficio que se manejan en sus tierras.

Mikey le dio una mirada incrédula. Su padre respiro hondo, tratando de que su voz no se quebrara.

–Así que, para no dar más vueltas al asunto, será Gerard sea quien se case con Marie.

Gerard asintió y suspiro un poco aliviado, no le importaba casarse con ella, podía tolerarlo, podía estar tranquilo al saber que su hermano no tendrá que lidiar con la arrogante chica por el resto de su vida.
Por contrario, Mikey no daba crédito a las palabras de su padre. Su madre solo miro resignada al suelo.

-Se ha decidido que pasado el luto por las muertes se realice la ceremonia del compromiso. Después de la boda, la familia partirá hacia el norte. –Donald dirigió su mirada a Gerard
–Allí, el Sr. Vermont te enseñara a manejar sus negocios.

En esta ocasión los tres miraron a hombre fijamente. Gerard lo miro angustiado. Una cosa era aguantar a Marie por el resto de su vida, pero otra muy distinta era que lo alejaran de sus familia sin siquiera preguntárselo.
Miro hacia su madre, quien tenía los ojos llenos de lágrimas mientras negaba una y otra vez.

-No puedes hablar en serio –dijo Mikey, rompiendo la tensión del momento, haciendo que todos voltearan a verlo.

-Lamento desilusionarte hijo, pero es así como se harán las cosas. –contesto su padre en tono serio.
Mickey se levantó de su asiento, poniéndose frente a su padre.

-¿Entonces es así de fácil? Así de sencillo puede llegar alguien que se cree superior a ti a arrebatarte a tus hijos. Sin siquiera considerar nuestra opinión.
¿Es eso lo que somos para ti?, simples objetos que puedes cambiar desinteresadamente.

Donald miro fijamente a su hijo, quien le miraba con cierta rabia en sus ojos con cada palabra que salía de su boca.
-En ese caso, me alegra que Carter y Roland ya no estén aquí, porque así no tendrán que ver cómo te doblegas ante alguien que piensa que por tener dinero es superior a nosotros.

Apenas Mikey terminaba de pronunciar estas palabras, cuando su padre le había dado una bofetada. Lo golpeo tan fuerte, que le hizo caer al suelo.

Gerard y su madre corrieron a ayudarle a levantarse mientras su padre acariciaba sus nudillos y lo veía. Jamás lo había golpeado, ni a él ni a sus hermanos. Siempre habían sido muchachos obedientes a todo lo que les mandaba, pero esto había sobrepasado sus límites.
Mikey se levantó del suelo sin dejar de mirarle, frotándose la mejilla que le había golpeado.

-Nunca vuelvas a hablarme de esa manera muchacho. Soy tu padre, el de ambos, y se lo que es mejor para esta familia. –dijo, apuntando a ambos muchachos. –Y mientras vivas bajo mi mismo techo, acataras lo que te diga. ¿Entiendes?

Mikey estaba furioso, no podía creer que este hombre, a quien amaba y admiraba desde niño cediera tan fácilmente a un ruin bastardo que acabaría con su de por sí ya rota familia.

-No. -contesto Mikey aun frotando su mejilla –Y no pienso quedarme cruzado de brazos mientras veo como alejas a hermano lejos de mí.

Su padre estaba por decir algo, pero Mikey salió corriendo de la casa en dirección hacia el bosque, ignorándolo por completo.
Escuchaba los gritos de su madre y su hermano a lo lejos, sintiendo como sus lágrimas corrían por sus mejillas. A pesar de los gritos no se detuvo, adentrándose cada vez más en el bosque, sin rumbo, alejándose cada vez más y sin saber a dónde ir.

Gerard trato de detener a su hermano sin éxito. Estaba a punto de salir de la casa en su búsqueda cuando su padre lo tomo del brazo.

-Ni siquiera pienses en ir tras él, está oscuro allá afuera, y es demasiado peligroso.

-Motivo por el cual iré. –le contesto en tono molesto –Quizás a ti no te importe, pero el tiempo que me queda antes de marcharme, voy a estar con MI HERMANO. Y si eso implica ir al bosque a mitad de la noche a buscarlo contra tus órdenes lo voy a hacer.

Gerard se soltó del agarre de su padre y miro hacia su madre quien aún lloraba a cantaros por lo ocurrido.

–Además, no pienso poner un cuerpo más en la tierra antes de marcharme.

Dicho esto Gerard corrió hacia el bosque, dirigiéndose a cierto lugar donde él y su hermano solían ir. Rezando porque estuviera allí.

Surrender the NightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora