El David de Miguel Ángel.

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David, los canteros lo llamaban «El gigante». Medía más de 5 metros de alto y varios escultores habían intentado sacar algo de él sin éxito. Agostino di Duccio incluso dejó en el bloque un terrible agujero, quedando la pieza prácticamente inutilizada.

Pero en 1501, Miguel Ángel decide ponerse a ello. Se pasó mucho tiempo mirando el bloque, que estaba en el patio del Departamento de Obras de la catedral, comido por la maleza. Dio vueltas a su alrededor durante meses. El artista ya estaba esculpiendo.

Ho visto un angelo nel marmo e ho scolpito fino a liberarlo.

Vi el ángel en el mármol y talle hasta que lo puse en libertad.

Miguel Ángel ya hablaba en sus escritos de la relación íntima que establecía con el mármol desde la cantera, y definía su trabajo como simplemente liberar o hacer salir la forma que ya estaba ahí.

En las calles de París caminaba con elegancia Chloe, la hija del alcalde André bourgeois y su ex esposa la famosa estilista Audrey, las personas instintivamente volteaban a verla cuando caminaba por las calles de la ciudad y no era para menos por qué su belleza era llamativa, cierto que París era un lugar lleno de hermosas mujeres europeas y extranjeras, y tal vez su piel no era mármol, sus rasgos no habían sido tallados, pero tenía un movimiento sutil agraciado además de unos ojos azules brillantes y seductores. Su elegancia encajaba con las otras parisinas, y su belleza con alguna obra de arte.

Era un día muy normal en su rutina solo estaba en la búsqueda de un par de zapatos nuevos para su colección, unos que hicieran juego a conjunto con el que saldría de fiesta ese fin de semana, por qué usar algo repetido no es digno de una reina.

Llenar sus expectativas era difícil; conocía tanto de moda y belleza que las tiendas comunes ya no solían capturar su interés, ocasionalmente iba hasta las ciudades más cercanas o su madre le traía algunos desde América pero como eran para una ocasión casual se dirigía a una tienda prestigiosa en el centro de la ciudad.

Todos adentro de la tienda voltearon a observarla, estaba tan acostumbrada a la atención que hizo como si no se había dado cuenta y se dispuso a observar los anaqueles. Su presencia era muy fuerte para una veinteañera como ella, el pertenecer a la alta sociedad Parisina no siempre te hacía admirable; pero ella no solo era adinerada, era talentosa y la modelo más cotizada en Francia.

Sabrina, su perrito faldero, fue quien se dirigió amablemente al vendedor para pedir los zapatos que Chloe quería probarse; era muy obvio que la rubia siempre saldría con sus iguales, otra joven hermosa que buscará satisfacer las necesidades que no tenía, antes Sabrina Raincomprix era sumisa, nula y hasta poco agraciada pero Chloe comenzó a motivarla para realizarse diferentes cirugías plásticas, era muy poco natural para su edad pero si bastante atractiva para la farándula.

-La señorita Chloe quiere probarse ese modelo y aquel, talla 36 por favor -Hablo con dulzura la pelirroja.

Mientras el vendedor buscaba los zapatos que le señalaron de la exposición ambas jóvenes se sentaron en uno de los muebles a revisar sus teléfonos y conversar entre ellas.

-Puedes creerlo -soltó Chloe con una mueca-La foto de esta nerd ya tiene 200 likes en Instagram -

-Y por qué la sigues si se ve tan horrible -

-No la sigo, estudio con ella en la universidad -busco otra foto y se la enseño-nunca seguiría a alguien que viste ropa tan fea -

Eso era todo para un par de jóvenes huecas, criticar en las redes sociales, vestirse bien y asegurarse de tener mucho dinero siempre. Chloe hizo una pequeña mueca que pasó desapercibida para su amiga quien había vuelto la vista al celular, si le gustaba la foto de esa muchacha tan simple que había conocido en la universidad; su sonrisa era verdadera y su estilo mostraba que no necesitaba de la aprobación de los demás.

El vendedor volvió muy rápido con las muestras de los zapatos, la rubia solo estiró el pie y ya le habían sacado sus tacones blancos para probarle el que ella quería; rojo, azúl, un par de amarillos y los rosados que tanto quería Sabrina, todo lo llevaban en sus bolsas que mostraban orgullosamente mientras iban de vuelta a donde el auto deportivo estaba aparcado.

Las compras habían acabado por ese día y ahora cada una volvería a sus hogares, la pelirroja a su casa y Chloe a la suite del hotel, se encontrarían más tarde para salir de fiesta pero ahora cada una tenía que ir a descansar.

Nadie pensaría que la chica a la que nunca le faltaba nada pudiera ser infeliz, se supone que el dinero y la fama dan la felicidad.

La situación nunca era la misma cuando llegaba a su habitación.

Podía estar metiendo los zapatos nuevos a sus extensos cajones pero igual no iba a llenar ni uno solo de sus vacíos, tenía montones de vestidos de diseñador aún sin usar, joyas hermosas importadas de todos lados del mundo pero ninguna le llenaba de satisfacción, todo lo que quisiera estaba a su alcance, pero, ¿como llenaba esas intensas ganas de sentirse completa?

Era como un juego monotono, como ser el personaje secundario de tu propia vida. Que ridículo ser un personaje con tan mala trama y poco desarrollo.

Había aprendido a soportar la presión del mundo sobre ella haciendo oídos sordos cuando alguien quería hacerle saber que no era nada. Se estaba perdiendo a si misma entre lo que debía de aparentar.

Nadie estaba a su lado como verdaderamente necesitaba, cierto, que Sabrina era buena escuchando, pero ella tenía una vida propia con necesidades diferentes no quería abrumarla con todos sus problemas.

-Ya no lo soporto- Dijo chloe en apenas un susurro que a pesar de la extensión del cuarto se podía escuchar completamente.

Cuando pasaron algunos segundos el silencio volvió a ser lo único en la habitación, uno sofocante que causaba un chillido en sus oídos, tomo un par de zapatos y lo analizo muy bien: no recordaba cuando lo había comprado, tampoco cuando lo había usado, era bastante sobrio. Y así se dió cuenta que se había llenado de basurilla, como cuando era pequeña y había comprado muchos dulces para soportar que su madre no quería verla, ahora esas montañas de ropa eran sus nuevos caramelos que intentaban llenar su interior, una chuchería.

Dejo el zapato nuevamente en su lugar y sobre las puntas de sus pies camino hasta la ventana más grande de la habitación, era muy ágil intentando no tropezar con cosas de su desorden, como una bailarina en una pieza importante del recital de ballet.

Abrió la ventana y se paró sobre ella, apenas saco la cara el aire frío de París le beso, observando el asfalto y los carros muy lejos de ella saco casi todo su cuerpo afuera apoyada en totalidad del cuadro de la ventana, la gente apenas y la podría ver desde esa altura.

Coloco un pie fuera del marco, saboreaba el peligro pero era tentador descubrir que ocurriría en su ausencia ¿Quien la lloraría? ¿Ahora todos pensarían en lo buena que había sido? Siempre penso que la vida de su madre hubiese sido mejor sin ella, y sería la única persona que tendría un cambio por qué todos llevarían su vida común, sus compañeros nunca hubiesen sido humillados y la farándula conseguirá una diva diferente de la cual preocuparse, así que antes de lanzarse y sentir la libertad absoluta, exclamó.

-Pollen, a zumbar.

La nueva monalisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora