Sin razones

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Menudo y pálido, azabache y azul, hombros amplios y cadera estrecha. Toda cualidad, cada pequeño detalle ya el pincel lo había impregnado al lienzo.

Uno de sus mechones rojos se escapó de la coleta, lo movió hacia atrás con la mano derecha pero este se llenó de pintura y volvió a recaer en su cara, bufó cansado. No podía encontrar la inspiración para pintar nada de lo que había en París, las calles, el arte y el amor se le volvieron repetitivos, tan simples.

Las personas se veían descoloridas, ninguna tenía el alma parecida a aquella, caminaban sin gracia, sus ojos carecían de brillo, sus sonrisas eran simples, falsas, ridículas.

-¿Podrías volver fuente de mi inspiración?- grito a la nada, y la nada le respondió con silencio.

Se levantó de su ahora incómodo sillón y camino exhausto hasta su habitación, miraba su cama desde la puerta mientras pensaba si era correcto volver a habitarla, no, no era correcto volver a ponerle un dedo encima. Le observó receloso pues en sus sábanas carmín se conservaba el olor al cuerpo de su acompañante, las almohadas talvez continuarían húmedas con el sudor que desprendía sus cabellos cortos y el seguiría evitando dormir en ella por al menos un mes más.

Se sentó con el cuerpo recargado en la puerta y soltó una risa tonta al notar lo asqueroso que era atesorar una cama llena de sudor, pero no sonaba tan asqueroso decirle "un lugar con recuerdos" en esa cama se había vuelto suyo, le había comido el alma, se habían unido en piel. Porque seguramente de el era desde hace mucho, pero cada noche escuchaba como sus labios rosados lo decían una y otra vez.

Desde su lugar miro a cada espacio de la habitación; la gran cama donde había tenido la vista puesta durante un rato, observó a la mesa de noche con las pulseras de su amante y noto como en cada lugar todavía quedaba algo suyo. En el espejo permanecía una mancha de su labial rosado que siempre le gusto por qué parecía su color natural, sus zapatos en una esquina del cuarto donde se los había quitado y no contaba con que ahí se iban a quedar.

Quería fantasear con que llegaría una hora más tarde del trabajo como solía hacerlo, que se quejaría del transporte o del frío; el le estaría esperando un poco molesto por qué la cena se estaría enfriando, se besarían, compartirían una copa de vino y descansarían juntos en esa cama, mirándose a los ojos un rato y luego un beso de buenas noches.

Se tapó la cara con las manos y comenzó a chillar con desesperación, su pesar venía acompañado de lágrimas y un sonido de cansancio. Nunca más volvería a entrar a su cuarto; se levantó de inmediato y salió, cuando estuvo afuera busco la llave para cerrarlo y después la tiro por el baño. No importaba si había quedado adentro su ropa o su teléfono no quería volver a ver nada de lo que estaba allí adentro.

Fue hasta el sillón de su sala y continuo llorando ahí, en ese sillón también habían estado juntos, río como un loco, según su lógica entonces debería quemar la casa e irse a vivir al bosque, parecía una locura pero ya no quería estar en el hogar donde habían iniciado una vida.

Entonces ahí estaba, ya había pasado un año solo, con el tiempo la pérdida se hizo una carga tan pesada que decidió mudarse a su estudio de arte.

Todo era sumamente pequeño ahí; la cocina elegante, el baño que no se comparaba a su antigua bañera, y el estudio general donde estaban los gabinetes llenos de material, un juego de sillones que ahora eran su cama, par de caballetes, una mesa y algunos cuadros que estaban por terminar. Las paredes eran blancas para que la iluminación apoyará a su vista y el piso un mármol que había puesto poco después de mudarse.

Nunca podría compararse a su casa pero era el lugar donde menos tiempo pasaron juntos, aunque todavía sentía que al abrir la puerta estaría ahí adentro con la excusa de una visita y se besarían sobre el pequeño sofá cama beige.

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⏰ Última actualización: May 16, 2022 ⏰

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